19 noviembre 2007

Xenofobia: Derecho de sangre y elecciones gallegas

La xenofobia [«odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros»] está presente en todos los territorios de las Españas; no sólo en La Rioja, Madrid, Navarra, Catalunya o Euskadi, las comunidades económicamente más desarrolladas.
Al mismo tiempo, ¡curioso!, en la propia Catalunya, en Baleares y en gran parte de Andalucía hay dos escenarios, pues miles de ciudadanos viven del extranjero --o del otro, como teorizó Kapuscinski--, por lo que hay una cultura con alma económica que ha marcado valores: ¡El estómago manda!, de manera que los extraños son recibidos ora con cínica ora con sincera amabilidad.
El de la xenofobia --el racismo es otra cosa-- es un fenómeno curioso, complejo y de alambicada explicación.
En Galicia, por ejemplo, hay xenofobia por rebote; prueba de ello es que se orquestan políticas --por parte del PSOE y del PP, fundamentalmente-- por las que un suizo recién llegado a la Península que sea nieto de gallegos --es decir, un tipo que de gallego tiene lo mismo que Aznar López de bielorruso-- es mejor tratado que una persona de origen senegalés o argelino que vive, trabaja y paga impuestos en Arteixo, Ponteareas o Santiago de Compostela desde hace un decenio.
La de Galicia, como la de otros territorios de las Españas, es una xenofobia híper-moderna, la propia del siglo XXI.
Hay que insistir: xenofobia no es racismo, pero se parecen...
El problema esencial de las Españas ante la llegada de extranjeros no es tanto el racismo --que lo hay, pero es de ámbito reducido-- como la xenofobia. Tanta es la xenofobia que incluso la hay entre ciudadanos de diferentes comunidades autónomas; fenómeno este que además es cultivado con incomprensible pasión por algunos dirigentes partidarios: los vascos son violentos simpatizantes de ETA y los catalanes son peseteros antiespañoles; estos dos latiguillos ya son habituales.
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Ni encarnado clarito...
¿A qué viene todo esto? Pues viene a cuento de que si prospera la xenofobia por rebote, decenas de gobiernos locales gallegos e incluso el de la propia Xunta serán decididos por los más de 300.000 gallegos y pseudogallegos que viven en el extranjero desde hace decenios --incluidos sus hijos y sus nietos--, aunque ninguno de ellos viva ni pague impuestos en Galicia. Es más, la gran mayoría de los hijos de emigrantes y prácticamene la totalidad de los nietos ni siquiera han pisado Galicia. Curiosamente, los gallegos y descendientes de gallegos que viven en el resto de territorios del Estado español no podrán votar en Galicia... ¡Más absurdo, imposible!
Es la xenofobia por rebote que practican los gallegos de diseño, entre los que cabe distinguir al hoy presidente de la Xunta, que en este aspecto apenas se diferencia de Fraga Iribarne o de los personajes que tan acertadamente interpretaba Xan das Bolas.
La combinación de ambas cosas (dar derecho de voto a los descedientes de gallegos emigrados hace medio siglo y desconfiar de los residentes en Galicia de origen extranjero) es xenofobia, aunque lo pinten de encarnado clarito.
El Derecho de sangre hace estragos.

2 comentarios:

  1. Definitivamente, demoledora tu exposición. No se puede añadir nada más. Es suficiente y esclarecedor, meridianamente claro. ¡¡Que cosas pasan!! ¿Como no se daran cuenta nuestros gobernantes de estos asuntos tan sencillos? Algo nos esconden los muy perversos, seguro que les interesan esos votos...
    Creo que me estoy pasando

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  2. La ley debería ser igual para todos. Si no votan, por ejemplo, los gallegos que viven en Andalucía no deberían votar los gallegos que vivan en Argentina. Sin embargo he visto que es algo acostumbrado que los residentes en otros países participen en las elecciones que se realizan en su país de origen aunque ya tengan dos o tres años de residencia en el extranjero, y esto también es equivocado.

    El razonamiento es el mismo para ambos casos.

    Un abrazo.

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