03 febrero 2009

La política de vivienda de la Xunta y los ayuntamientos gallegos es irracional y destructiva

En noviembre de 2006, el Bloque Nacionalista Galego (BNG) y el PP pusieron en guardia a los coruñeses ante lo que a todas luces era una aberración:
En A Coruña había 24.000 viviendas en desuso, según el BNG, y 25.000 según el PP. Al día siguiente, el alcalde (PSOE) precisó que las viviendas en desuso era de 16.000 al finalizar el año 2006.
Algo más de dos años después es evidente que el número de viviendas en desuso en el municipio ha aumentado. Así, dando por buena la cifra que da el Gobierno local y evitando hacer sangre, pongamos que la cifra actual de viviendas en desuso en A Coruña es de unas 17.000, como mínimo.
Tras ese cruce de cifras interpartidario, en noviembre de 2008 la titular de la Consellería de Vivenda de la Xunta, Teresa Táboas (BNG), anunció la construcción de 9.411 viviendas de promoción pública en el área de A Coruña: «Este é un antídoto para a crise» [esto es un antídoto contra la crisis]... ¿?
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A Coruña: 15 viviendas en
desuso por cada mil habitantes
Tras años y años de graves desajustes, empezando por la injustificable carestía del suelo, fruto de la especulación, a lo que se ha sumado la inhibición y/o desidia de sucesivos gobiernos, resulta que A Coruña vive un proceso económicamente tan absurdo como los que ya se han puesto en marcha en otras urbes gallegas y españolas y pasará de 17.000 a no menos de 21.000 viviendas en desuso, como mínimo.
El alza de habitaciones es absurdo, salvo que Galicia reciba un aluvión de inmigrantes, pues la práctica totalidad de los compradores de esas y de otras viviendas de promoción pública serán personas ya residentes en la zona donde se levantan  y, por tanto, al adquirir las nuevas dejarán libres las que ahora ocupan.
Pero soñar es gratuito --¡nada es imposible!--, cabe suponer que en la Xunta y en el consistorio sueñan con que este año o el próximo una multinacional instalará una factoría en las inmediaciones de la ciudad generando varios miles de empleos directos e indirectos. Ensoñaciones aparte [lo cierto es que en A Coruña han ido bajando la persiana numerosas industrias y manufacturas y esa tendencia no ha cambiado], más de 20.000 viviendas en desuso es un despropósito inconmensurable, máxime  si se tiene en cuenta que en el sector inmobiliario la banca impide que el cacareado mercado libre sea realmente libre.  
La ocurrencia de que construir más y más viviendas es un «antidoto contra la crisis» debe aludir a que ese plan de vivienda compensara o paliara la reducción de carga de trabajo y de beneficios de los constructores y la pérdida de empleo en el sector; es decir, se seguirá engordando la ya desmedida oferta de viviendas y se favorecerá a una serie de empresas con la finalidad de... ¡hambre para mañana!
La clase política acusa una grave incapacidad genética para habilitar soluciones reales a los problemas, en vez de adormecerlos y aplazarlos.
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Boca de la ría del Masma, ribera del municipio de Barreiros,
excepto en julio y agosto, aquí no vive prácticamente nadie
Costa de Barreiros:
otro paraíso destruido
Casi el mismo tiempo que la Consellería de Vivenda anunciaba que A Coruña batirá marcas en cuanto a tasa de pisos vacíos (actualmente es de quince por cada mil habitantes), el Ayuntamiento de Barreiros, la Consellería de Ordenación del Territorio y la Diputación de Lugo han cerrado un pacto para legalizar cientos de pisos levantados a la brava en el municipio de Barreiros (A Mariña, costa de Lugo).
En torno al 40 % de las vivienda están a la venta (cosa harto difícil), sin contabilizar la treintena de edificios inacabados. Los inmuebles vendidos se reparten entre los comprados por especuladores (la mayoría de ellos, en alquiler durante el verano) y los adquiridos por familias (casi todas no residentes en la comarca) que sólo ocupan el piso o el chalé un mes en verano y algunos fines de semana en primavera y otoño.
Los servicios son escasos o nulos y de la calidad de las infraestructuras basta decir que si la mitad de esas viviendas estuvieran ocupadas permanentemente el suministro de energía eléctrica sería insuficiente y el alcantarillado, ¡donde lo hay!, haría aguas.
Además, entre otros inconvenientes, los residentes en la zona deben disponer de vehículo para casi todo... bueno, se puede ir andando hasta la localidad capitalina, San Cosme, (5 kilómetros), donde se tiene acceso a todo lo imprescindible; subrayo: lo imprescindible.
¿Y los niños? Durante el mes de vacaciones, estupendo y el resto del año...
En resumen, cientos de viviendas de playa (hay edificios de cuatro, cinco y seis plantas en medio de la nada), en un litoral de climatología variable, por emplear un calificativo suave, en un lugar inadecuado para residir permanentemente y, por descontado, con la costa y la rasa de prelitoral salpicados de ladrillos.
El pacto urbanístico barreirense merece la entusiasta ¡enhorabuena!... de los constructores que obraron al margen de la ley y de los propietarios de solares que hicieron el agosto.
El mensaje es claro: Haga usted lo que le venga en gana porque en materia urbanística siempre hay un roto para un descosido. Pero la cosa no se queda ahí, pues la Xunta financia la construcción de otras 159 viviendas en Barreiros. ¡Inconcebible!

[Quien pueda y se atreva a vivir una experiencia inolvidable que visite la costa del municipio de Barreiros. La aberración es tal que sólo cabría entenderla si se tratara de un modelo piloto expresamente construido para instruir a los alcaldes en cómo destrozar la calidad de vida de las gentes o, alternativamente, para que aprendan lo que no jamás deben permitir]

Puede que en 2040 o 2050, la Xunta y los ayuntamientos admitan que en su día hubo que poner coto a la especulación, a la destrucción del territorio, a las urbanizaciones tercermundistas que acabrán abandonadas y al resto de consecuencias que tiene aplicar el dogma empresarial que tiene más fieles: "coge el dinero y corre".
En materia de vivienda y de ordenación del territorio, sucesivos gobiernos autonómicos y numerosos ayuntamientos legan a la posteridad una montaña de problemas y alardes tan costosos como inútiles, más un medio natural gravemente dañado y de onerosa recuperación.

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