15 January 2012

En Hungría la crisis financiera coincide con la institucional

Hungría, al igual que todos los países de la Unión Europea (UE), acusa los efectos de la crisis financiera, pero con singular profundidad y con una particularidad que agrava el escenario, pues a los apuros económicos se suma la crisis socio-política que ha provocado el partido gobernante, creado al unirse la Unión Cívica Húngara y el Fidesz; la segunda, que actualmente es la preeminente, es una formación de ideología ultraliberal y católica que fue edificada sobre los restos de una extinta organización juvenil de ultraderecha cuyo cemento era el odio a la Unión Soviética.
La política económica del Fidesz y de su líder, Víktor Orbán, han propiciado un creciente distanciamiento entre los ciudadanos y las instituciones, en un proceso similar al que hizo temblar la Polonia ex soviética en manos de los hermanos Jaroslaw y Lech Kaczynski.
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Víktor Orbán
Tensión intracomunitaria
La reforma constitucional que ejecuta Orbán, que limita derechos, es de corte protofascista, recupera criterios intervencionistas y encorseta la actividad empresarial, ha motivado que Bruselas haya emplazado a Budapest a revisar sus decisiones porque, entre otras cosas, el poder ejecutivo se arroga prerrogativas para intervenir de forma casi ilimitada sobre el banco central húngaro, lo que contraviene la Unión Económica y Monetaria y, por lo tanto, «enloda» la toma de decisiones del Consejo de Ministros de la UE, del Eurogrupo [órgano rector de la eurozona] y del Banco Central Europeo (BCE).
El pasado martes (10 de enero), el ministro de Exteriores húngaro, János Martonyi, remitió una carta a Bruselas para templar gaitas, anunciando que el gabinete de Orbán está dispuesto a rectificar. Pero al margen de cómo se resuelva el contencioso, la brecha está abierta y se ha producido en un momento especialmente delicado para los húngaros.
El financiero y monetario no es el único ni el más profundo de los distanciamientos Bruselas-Budapest, pues el recorte de los derechos civiles está emponzoñando la vida social en Hungría e, inevitablemente, también la económica, campo en el que Orbán ha recuperado criterios autoritarios de corte soviético.
Lo peor para la economía real de los húngaros es que el Gobierno está dificultando e incluso frustrando que Hungría reciba los apoyos y los créditos que precisa para sortear la crisis financiera.
Desde siempre y también durante el siglo XX a pesar del empeño industrializador del régimen soviético, la economía húngara ha pivotado en torno el sector agropecuario, las manufacturas y el comercio. Su integración en el Imperio Austro-húngaro, su posición geoestratégica en el centro de Europa y sus feraces tierras bañadas por el Danubio han marcado su economía productiva, a lo que se añadió la arraigada vocación comercial y el cosmopolitismo innato de la cultura magiar.
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El primer país del Este que plantó cara al estalinismo 
Fruto de esa cultura socio-económica secular —abierta y proactiva—, en la década de 1950 y a pesar de la dictadura estalinista, los húngaros protagonizaron el primer intento de romper con el empobrecedor rigorismo «militarista» de Moscú. En 1956 las tropas soviéticas restablecieron el «orden», también el económico.
Tras el derrumbe del Kremlin, Hungría pasó apuros para adecuar la economía planificada a la de libre mercado, pero el país se recuperó con soltura y durante los años noventa su producto interior bruto (PIB) siempre creció; al principio poco —apenas el 2 % anual de media hasta 1996— y luego con fuerza, llegando a marcar alzas interanuales de entre el 3 y el 5 %.
Ese éxito propició que sucesivos gobiernos pudieran centrar sus esfuerzos en acometer reformas estructurales —incluida una socialmente dolorosa reconversión industrial— y ultimar así su entrada en la UE, con las correspondientes adecuaciones legislativas.
Pero el éxito de esa occidentalización también propició alegrías poco razonables y cuando estalló la crisis financiera, a finales de 2007, el magiar fue uno de los primeros países del Este europeo donde los bancos «temblaron», al tiempo que la contabilidad del Estado rechinó al cerrarse el grifo del crédito o encarecerse hasta niveles inasumibles, impidiendo rematar las reformas de los sistemas públicos de pensiones y de enseñanza.
Hoy, el gran problema económico de Hungría —al margen de las ocurrencias de Orbán— es el déficit fiscal y obtener créditos.
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Los peculiares migrantes
llegados de los Urales
Hungría es uno de los territorios más singulares de Europa y el que posee una composición demográfica más homogénea, pues los magiares —tal es el nombre preciso de la etnia mayoritaria— constituyen el 97 % de la población; el resto son gitanos (1,5 %) y reducidas minorías eslavas y germánicas.
Las sucesivas dentelladas territoriales que sufrió el ámbito histórico del reino magiar por parte de la Entente Aliada que venció la Gran Guerra de 1914 en favor de los países vecinos ha propiciado que actualmente más de 2 millones de personas de etnia húngara sean nacionales de Ucrania, Eslovaquia, Serbia y, sobre todo, de Rumanía, donde más de un millón de ciudadanos son de cultura magiar.
La cultura húngara, según revelan recientes estudios, es una de las más antiguas de Eurasia, habiéndose hallado una tablilla grabada con signos «magyar nyelv» (al parecer, antiguo húngaro), en el extremo occidental del Asia, en las proximidades de los Urales, y que los expertos datan tres siglos antes de Cristo.
De origen urálico, según la tesis más reciente, los magiares han sido identificados erróneamente con los on-ogur u onogures (raíz etimológica del gentilicio "húngaro"), con quienes convivieron en su largo viaje migratorio hacia el oeste, primero camino del mar Negro (siglo V dC) y a partir del VII, afincándose durante decenios en las llanuras ucranianas, luego en las de las cuencas de Dniéper y Diniéster, más tarde en la actual Rumanía y por fin, estableciéndose junto en las riberas del Danubio medio y su afluente el Tisza, en la vieja Panonia.
Desde entonces (siglo IX), el pueblo magiar ha conservado su acervo cultural, aunque con influencias sucesivas, desde las que dejó la Roma clásica hasta las de la Viena imperial.
La singular cohesión de los húngaros —que es excepcional en Europa— ayuda a comprender muchas de las actitudes y valores del país magiar, también su economía, impregnada de ruralismo a la vez que de un comercial cosmopolitismo.
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ACTUALIZACIÓN (julio 2017):
El gobierno de Orbán fomenta un clima constante de terror como estrategia electoral cara a las legislativas de 2018. En su punto de mira, los inmigrantes, George Soros y Bruselas, en Contexto.
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BREVE HISTORIA DE HUNGRÍA:
«Hungría, o cómo enriquecer lo esencial por la vía del mestizaje»

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