29 julio 2012

Del perdón a la desaparición de los hechos

El río de la actualidad arrastra y diluye
las noticias de la corrupción
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Hace unas semanas, el jefe de Estado pidió perdón públicamente por su inoportuna participación en una batida de caza mayor en Botsuana. Ese acto de contrición [ver nota 1], además de restañar heridas en la relación monarquía-sociedad civil, propició la renovación del pacto no escrito que rige en España entre la Casa Real y la mayoría de los medios convencionales, ese y otros pactos no escritos quedaron sellados durante la llamada Transición y plasmados en la Constitución: el jefe de Estado siempre es inocente, goza de inimputabilidad penal. Y los medios lo adoran.
La dichosa cacería provocó pérdida de credibilidad institucional, aunque hubo más ruido que nueces, no en vano el suceso no causaba perjuicio directo a los ciudadanos, lo que no palía la irresponsabilidad cometida
En todo caso, superados los primeros titubeos, el episodio fue adecuadamente administrado (los medios siempre ayudan) y finalmente quedó superado gracias a la petición de perdón.
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Las palabras vuelan

Las peticiones de perdón generan comprensión (ñoña, pero comprensión al cabo) y vierten los hechos en el río de la actualidad, facilitando así que los ciudadanos traguen, digieran y execren un gesto, un chasquido, todo lo más un comentario mordaz o un chiste, de manera que el suceso acaba diluido en el torrente de la vida, mezclándose todo, confundiéndose la realidad con la hiperrealidad [ver nota 2], siempre en perjuicio de la primera.
Una vez leídos estos tres párrafos, usted, amable lector/a, se preguntará a qué obedece rememorar algo que, pese a ser reciente, ya es otro hecho desaparecido.
Muy sencillo. 
De un tiempo acá, a poco que usted escarbe en el cementerio de los hechos desaparecidos comprobará fácilmente que las peticiones de perdón van en aumento; peticiones que por lo general obtienen el visto bueno e incluso el aplauso.
Primero aplauden los medios (casi todos) y a renglón seguido aplaude la sociedad (casi toda).
La contrición aumenta la velocidad a la que se deslizan los hechos en el río de la actualidad; lo que a su vez acelera el proceso de confundir la realidad con la hiperrealidad.
Banqueros, cantantes, dirigentes partidarios, actores y actrices, curas, grandes cocineros, poetas, diputados, periodistas, novelistas, jueces, ministros, empresarios, ayatolás, profesionales de la sanidad y del Derecho, presidentes de tribunales supremos, ejecutivos de grandes corporaciones, deportistas, delincuentes de todo tipo, especuladores… cada vez son más los protagonistas de sucesos más o menos reprobables que recurren a la contrición para abrir brecha cuando entran o les meten en un callejón sin salida.
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NOTAS:

    1. Contrición: Arrepentirse de una maldad cometida. Se trata de un acto de orden personal al que el catolicismo otorgó la dignidad de sacramento, la confesión, que consta de cuatro pasos: primero, el individuo reconoce que ha pecado ante el representante de Dios; segundo, el sacerdote emplaza al pecador a que prometa no reincidir; tercero, el cura impone al reo la obligación de redimirse ante Dios (rezar) y cuarto, Dios perdona el pecado y redime al pecador.
En las sociedades donde arraigó el código de conducta católico (católico no es sinónimo de cristiano) el perdón se ha convertido en un "bien moral" que lleva aparejado el olvido del mal cometido y si es necesario, el premio de la impunidad.

     2. Hiperrealidad, ver: “Lo aparente ya es real, tal como advirtió Baudrillard”.

1 comentario:

  1. "-Perdón, hice mal en defraudar a hacienda con estos 10 millones que gané traficando y explotando
    -No pasa nada, estás perdonado, y además pagas sólo 1/4 de lo que paga el resto" (esta parte está inspirada en la parábola -paraboludos- del hijo pródigo)

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