30 junio 2014

Los empresarios codiciosos y los "muertps vivientes" destruyen el negocio de informar

Los grandes medios no dejan de ser inmensas corporaciones y como el resto de negocios, buscan vender su producto. 
Resumiendo: las empresas propietarias de periódicos y emisoras venden información a unos clientes [lectores, radioyentes y telespectadores] al mismo tiempo que envían las ofertas de otros clientes [los anunciantes]; es decir, la empresa atiende a dos tipos de clientela.
«Sería muy naif dudar de que los propietarios y los inversores de los medios no influyen en su propio medio con afán de conseguir el mayor beneficio económico».
Para conseguir que la actividad informativa no malogre parte de los ingresos, los propietarios de periódicos y emisoras evitan que las noticias y opiniones difundidas causen daños a los clientes que ellos consideran económicamente más importantes: los anunciantes (¿?), y a mayores también evitan que sus medios pongan en riesgo los favores que la empresa recibe o quiere recibir del poder político [ayudas, subvenciones, publicidad institucional, etcétera].
Todo esto sin olvidar que hoy la mayoría de los medios convencionales están participados por entidades financieras o dependen de ellas para disponer de liquidez o crédito.
Así las cosas, la actividad de informar está sometida a una serie de condicionantes económico-empresariales que están relegando al papel de víctimas a la clientela que justifica el negocio [lectores, radioyentes y telespectadores, amén de que son tratados en numerosas ocasiones como crédulos idiotas].
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Hay empresarios torpes... y los que están al servicio del poder

Desde un punto de vista estrictamente empresarial [o sea, prescindiendo de principios y de ética informativa] hay dos preguntas cuyas respuestas constatan la sinrazón en la que han caído la mayoría de los empresarios del sector:
¿Están realmente convencidos los propietarios de medios de que sus principales clientes son los anunciantes?, ¿están convencidos también de que a sus empresas les conviene malear el producto que venden, la información, para contentar al poder político?
A la vista de los hechos, demasiadas empresas y numerosos directivos sí están convencidos de ambas cosas; así lo demuestra que se empleeen con incomprensible entusiasmo para imponer en las redacciones y a los periodistas criterios que dinamitan la actividad esencial de la empresa: vender información.
Y lo que es peor: hay medios que son muertos vivientes gracias a que la empresa editora y sus directivos consiguen ingresos publicitarios y/o ayudas del poder político...
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El latiguillo: todo es culpa de internet y de la crisis
Sí, ¡claro que la recesión económica e internet influyen!, nadie lo niega; pero no tanto como esgrimen los defensores-destructores de la prensa, que es el subsector más castigado a pesar de que todos los diarios ofrecen versiones digitales gritando ¡el enemigo es internet! 

[¿Acaso no se han dado cuenta de que esas ediciones digitales son igual de "políticamente correctas", "mentirosas" y/o "entretenidas" que las impresas? Es más, la mayoría de esas ofertas impreso-digitales no aprovechan las ventajas que ofrece la Red... No todas esas ofertas mixtas son deficientes, claro que no, pero casi todas]

Los propietarios de medios y sus bien pagados ejecutivos olvidan interesadamente que la caída de las ventas se inició antes del otoño de 2007, que fue cuando estalló la burbuja estadounidense de las subprime, origen de los reventones económicos que en los meses siguientes se produjeron en Irlanda, Islandia, Grecia, España, Italia, etcétera.
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El virus no tiene fronteras y la cepa española es muy agresiva

«Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante o lo más importante». Pero con ser cierto ese tradicional diagnóstico, hay épocas en que las empresas han sabido nadar y guardar la ropa con dignidad, protegiendo a su principal clientela: los compradores de información.
Es difícil establecer cuándo se inició la actual decadencia y los medios empezaron a perder el norte, pero está probado que la enajenación que acusan está relacionada con el auge de lo "políticamente correcto" y demás perversiones éticas e ideológicas que puso en marcha el poder económico con la connivencia del político [incluidos los gobiernos de los regímenes democráticos].
En unos países el declive de la industria de la información es más rápida e intensa que en otros, pero el proceso es internacional porque el virus que destruye el negocio de informar es como el FMI y el club Bilderberg: no necesita pasaporte [en España ese virus goza de extraordinaria salud].
"¡Esto ya ocurrió antes!", exclaman los empresarios... coreados por la minoría de periodistas que sacan tajada, necesitados estos de tranquilizar sus conciencias [los que la tienen], para lo que recetan soluciones homeopáticas... agua con  azúcar.
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DE INTERÉS:

CON ANTERIORIDAD, en ImP:

2 comentarios:

  1. Me acabo de acordar de que hace cosa de un siglo fueron cayendo cabeceras que eran portavocías obreras. No tengo idea de si todas ellas representaban las noticias sesgadas o por el contrario, eran objetivas. Si que estoy seguro de que representaban una forma de independencia frente al poder empresarial (económico/bancario/político/...), independencia que pereció asfixiada económicamente.

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    1. No es negativo informar con criterios ideológicos, morales o de clase. De hecho, todos los periodistas tienen su ideología. Otra cosa es el dato, decir que A golpea a B pese a que ha sido al revés, o convertir en trascendental una simpleza, cosa esta que cada vez es más habitual de un tiempo acá.
      Hubo grandes cabeceras sindicales, u obreras. En la II República, y ya antes, Solidaridad Obrera fue un diario muy respetable, barriendo siempre a favor del trabajador... ahora todos los económicos y prácticamente todos los generalistas barren a favor de la empresa y de la banca, y a la inmensa mayoría de los ciudadanos eso les parece lo más normal y correcto del mundo.
      El problema no es tener criterio o ideología, sino esconderlo, o maquillar/falsear hechos y datos.

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