16 January 2015

¿Han incurrido los miembros de Charlie Hebdo en el delito de incitación a la violencia?

El debate en torno a la legitimidad de la sátira desemboca en lo que realmente es:
una campaña para convencer a la ciudadanía de que conviene limitar las libertades

Henri Roussel, que fue uno de los cofundadores de Charlie Hebdo, ha proporcionado la percha más sólida para presentar en sociedad el debate abierto por los amantes de enlodar la libertad mezclando churras con merinas. Roussel ha acusado a Stéphane Charbonnier (Charb) —director del semanario satírico muerto en el asalto del pasado día 7— de haber «arrastrado» hacia la muerte a los periodistas y viñetistas del semanario francés.
La de Roussel es una forma como otra de convertir a los autores del semanario en corresponsables de la matanza. El dislate es mayor en su caso porque acusa al director de haber sido él y sólo él quien arrastró a todos hacia la muerte, lo cual es un absurdo, pues pretende convencernos de que el resto de miembros del semanario eran (son) personas sin voluntad y acríticas que se dejaban llevar cual corderitos.
En fin, una estupidez... ¡y un ardid!
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Reproducir portadas de Charlie Hebdo como muestra
de rechazo al atentado es norma, pero en España
son pocos los medios que reproducen esta
 y otras similares... ¿por qué será? 
Acusan a Charb y demás asesinados
de haber delinquido
Dejando de lado a Roussel, la campaña de la corresponsabilidad desnuda la insensatez que asuela a un sector de la intelectualidad europea, pues lo que plantean quienes dan alas a esa cuestión están formulando esta pregunta: ¿Incurrieron los redactores de Charlie Hebdo en el delito de incitación a la violencia? 
Esa es, enunciada sin medias tintas, la acusación que han lanzado. Roussel lo ha hecho sin anestesia y otros dan alas a la misma tesis pero de forma sibilina; caso del Papa, que ha enunciado la siguiente simpleza: «si usted insulta a mi madre, puede llevarse un puñetazo» (textual).
El debate no es nuevo. Por unos u otros motivos, es cíclico y se ha convertido en consustancial al ejercicio de la libertad de expresión y opinión. El suicidio, el homicidio pasional, la acción de un pirómano o la sencilla difusión de opiniones no convencionales dan pie día sí, día también a debates similares, que casi siempre son aprovechados para introducir de forma más o menos disimulada la cuña de que informar y opinar libremente constituye, o puede constituir, una forma de cargar el arma de los yihadistas, ayudar al potencial suicida o convencer al marido engañado de que mate a su esposa y al vecino con el que practica sexo.
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Están mezclando de forma premeditada dos debates
a) ¿Son corresponsables de la matanza de Charlie Hebdo quienes han manifestado opiniones o sentimientos sobre el islam empleando la ironía, la sátira y/o la burla?; y
b) ¿Es correcto o ético criticar la religión recurriendo al humor, incluido el más ácido, burlándose de sus mitos?
El primero es un debate perverso y quienes lo han abierto o lo mantienen vivo son... [ponga usted el calificativo que considere más oportuno].
Y el segundo debate es interminable y en todo caso, debe ser planteado totalmente al margen del primero. Mezclar ambos supone enlodar el concepto "libertad de expresión e información"; perversión a la que siempre recurren cuando buscan excusas para limitarla.
Debatir es sano y necesario, ayuda a tomar las decisiones más correctas o las menos dañinas, ¡pero ojo!: no vale mezclar churras con merinas y mucho menos hacerlo en caliente. Lo que ocurre estos días es doblemente perverso. Injustificable.
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Ademas de hipócritas, son intelectualmente cobardes
Los que quieren recortar las libertades de informar y opinar deberían hacerlo sin dar rodeos, sin esconderse detrás de palabras que mienten; ¡qué lo hagan legalmente, vía parlamentos!, imponiendo sanciones a quienes piensan, preguntan, dudan, razonan, critican o se ríen de ellos, cerrando medios y encarcelando a los librepensadores y gentes de mal vivir... ¡o matándolos, como hacen los yihadistas!
Si tan seguros están de que poseen la Verdad en exclusiva, ¿por qué no se dedican a lo que mejor les retrata, dar golpes de Estado e imponer dictaduras?
Esto de buscar excusas y mezclar debates para abrir brecha a favor de la censura y de la autocensura es propio de profesionales del chalaneo y en definitiva, una de las demostraciones más palmarias de la extraordinaria hipocresía que anida en las sociedades de Occidente, sobre todo en un sector de su intelectualidad, incluidos numerosos "progres". Duele, pero es así de triste.
Con "El miedo a la libertad" de Erich Fromm abierto encima de la mesa: «Monsieur Roussel, vous êtes un idiot».

2 comments:

  1. Desde luego que es fundamental diferenciar entre ambos debates, a) y b).
    En cuanto al a), hay que pervertir y retorcer mucho el concepto de "responsabilidad" para atribuírsela a los dibujantes. Quizás Roussel confunde "responsabilidad", concepto jurídico y moral, con la idea mucho más turbia de "causalidad", cuyas dificultades conocemos bien desde David Hume. Las causas suelen ser múltiples y concatenadas. Quizás piensan "sin viñetas no habría habido atentado". Pero tampoco sin mentes fanáticas, claro. Esto guarda paralelismo con el caso de las mujeres que tienen que soportar groserías, intromisiones en su privacidad o incluso agresiones sexuales, a las que se añade la injuria extra de sostener que "iban provocando". Quizás Roussel opine que los dibujantes "iban provocando".Pero una mujer puede vestir como quiera, y un dibujante dibujar lo que quiera sin otorgar por ello DERECHO A NADA a otros. Creo que un juez en su sano juicio no admitiría como atenuante tal supuesta "provocación". Es perverso trasladar al exterior de las mentes criminales la responsabilidad de la acción cuando son dichas mentes las que han renunciado al control de sus impulsos antisociales, sexuales en el primer caso, coléricos en el segundo.
    En cuanto al debate b), yo diría que no solo es correcto o ético, sino moralmente obligatorio criticar a cualquier ideología que promueva la sumisión, la renuncia a la razón, el desprecio y la vergüenza del cuerpo, la inferioridad de las mujeres. Y con críticas tanto más acerbas cuanto más extrema sea la ideología. ¿Cómo no atacar, o no burlarse de, una ideología que obliga a las mujeres a deambular dentro de una especie de cárcel portátil llamada burka? ¿Cómo progresarían las sociedades si tales barbaries no fuesen criticadas y descalificadas por todos los medios?

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    1. El ejemplo que pones para el debate a) es sencillamente genial, por clarificador.
      Un abrazo.

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