23 July 2015

Felipe VI asume la "anti-política" del PP frente a los independentistas

Está comprobado hasta la saciedad: La inmensa mayoría de los dirigentes políticos españoles que ostentan un cargo institucional, incluido el jefe de Estado, no hacen política, mucho menos cuando se pronuncian en torno al nunca cerrado "problema catalán": se limitan a emitir convicciones, dogmas u órdenes.
Entre los más recientes pronunciamientos anti-políticos sobre el asunto figura el de Felipe VI: «No hay democracia sin respeto a la ley», ha dicho durante el discurso que ha leído en Barcelona, texto que según las normas institucionales aplicadas al respecto ha sido escrito o cuando menos supervisado por el Gobierno.
La crónica de El país es más directa, pues el titular reza: «El Rey advierte a Mas de que cumplir la ley es "ineludible"» [el cronista o el autor del titular ha entrecomillado la palabra ineludible para ponerla en boca del monarca, no cabe otra explicación periodística a esas comillas].
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Ni las leyes son ineluctables,
ni el Estado español es lo esencial de España
En rigor, el cumplimiento de la ley no es una característica de la democracia, sino del Estado, de todos los Estados, sean democráticos o dictatoriales.
Cumplir la ley también era ineludible en las Españas que pilotaron los generales Primo de Rivera y Franco Bahamonde. Aterrizando en la actualidad, por poner un par de ejemplos, también es ineludible cumplir la ley en el singular régimen parlamentario de Zimbabue que pilota el también singular presidente electo Robert Mugabe, y no menos ineludible es cumplir la ley en Honduras, nada importa que hace casi seis años un golpe de Estado pusiera el sistema democrático patas arriba para sustituir al presidente electo por el que preferían el general Romeo Vásquez y las familias más pudientes del país.
Teniendo en cuenta que Felipe VI [o los redactores del discurso] ha utilizado el calificativo "ineludible" con la intención de precisar sin ambages que las leyes españolas son ineluctables, es obligado concluir que él y el actual Gobierno consideran que las leyes y la propia carta magna tienen el don de la ineluctabilidad... ¿qué? Más claro: es inconcebible que se pretenda cambiarlas, no hay manera, tampoco por vía democrática.
«No hay democracia sin respeto a la ley» es una frase absurda para hacer política o para hablar de política, y doblemente inapropiada en boca del jefe de un Estado democrático de Derecho que comparece en un acto de probado y hondo significado político.
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De un tiempo acá, han reducido la política a un "a ver quien la dice más gorda" 
Ya son viejas las simplezas y las interpretaciones interesadas de la Historia que niegan la base plurinacional del territorio que administra el Estado español, así como de la población que lo sustenta; pero lo de la ineluctabilidad de las leyes y de la Constitución, dicho por el jefe de Estado en el escenario que lo ha dicho, es como licenciarse cum laude en Ciencias del Apoliticismo [aparte de que puede ser perfectamente interpretado como una provocación gubernamental, o como un peligroso alarde de autoritarismo al más puro estilo de Felipe V o del más cercano Fernando VII, tanto da].
Hacer política es otra cosa y por lo visto, leído y escuchado, el actual gobierno y la jefatura del Estado no saben o no quieren.
Los ciudadanos que intentamos entender con rigor el "problema catalán" observamos con creciente inquietud los desafueros de unos y de otros.
Es más, la "anti-política" del Gobierno del PP provoca que quienes somos conscientes de que Catalunya es una nación pero a la vez somos partidarios de mantener la unidad territorial del Estado comprendamos cada vez más y mejor el empeño (errado) de los independentistas.

[El número uno de la lista unitaria pergeñada por CiU, ERC y entidades civiles es otro militante de la "anti-política", o eso parece, pues apenas nominado ha realizado unas declaraciones constatando que entre los segregacionistas afloran las contradicciones y diferencias sustanciales que hasta ahora habían sido orilladas; no en vano, el Estado que "proyecta" construir CiU es incompatible con el que piensan los independentistas de izquierdas; en fin, los segregacionistas constituyen una suma de diferentes que inevitablemente presentarán un programa ecléctico, o bien reducido a un objetivo: «huyamos de esta España casposa y luego ya veremos»]
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No hacer política ha sido una constante por parte de los rectores del Estado español, que lejos de aprender, porfían... confirmando que todo se contagia menos la hermosura. 
No hay Estado sin respeto a la ley, cierto; pero es imposible hacer política en democracia cerrando la puerta a cambiar leyes, incluida la carta magna.
Un Estado basado en una legislación ineluctable es anti-democrático.
[Hagan política, por favor: ¡piensen!, proyecten, propongan soluciones y de entrada, dejen de recurrir a la testiculitis legalista]

2 comments:

  1. Estrictamente hablando, ninguna ley es ineludible, como no sea la ley de la gravedad, y otras leyes físicas por el estilo. En cuanto a las leyes en el sentido jurídico, todas son eludibles en la medida en que la libre voluntad del sujeto puede decidir "saltarse" la ley e incumplirla. Esto es tan obvio que quien asegura que "la ley es ineludible" no está pensando en que no se pueda desobedecer, sino en que incumplirla tendrá consecuencias penales. De modo que lo que hay detrás de la frase es la amenaza y la advertencia por parte del Estado autoritario de que se castigará a quien no cumpla la ley. Como si no lo supiéramos.

    Dada la historia reciente y los conocidos avatares de la reivindicación catalana, la frase dice todavía mucho más. Dice, en concreto: Con independencia del aval democrático que tenga, de las manifestaciones públicas de apoyo que reciba, sean o no multitudinarias; con independencia de que haya sido aprobada por el Parlament catalán, toda iniciativa que incumpla la Constitución española (tal como la entienden los tribunales españoles) tendrá consecuencias penales. Item más: el Estado no está dispuesto a modificar la constitución española de modo que las iniciativas mencionadas dejen de tener consecuencias penales.

    El cerrilismo y la cerrazón de esta postura son difíciles de exagerar. No es ya que implique una actitud abiertamente antidemocrática (la ley petrificada como mero pretexto para impedir la expresión de la voluntad ciudadana). Es que acaba por negar ridículamente la evolución de las naciones y la Historia, a lo largo de la cual las leyes mutan, caducan, se derogan... Para la Caverna Española el mundo está metafísicamente incapacitado para el cambio, y los que creemos percibir deber ser sin duda ilusorios.

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    1. Amenaza, esa es la palabra. Y Otegi es la prueba de que cumplen sus amenazas y de que las saben disfrutar, "en frío", claro.

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