La campaña es tan evidente que sólo es cuestionada por individuos serviles o ingenuos, aparte de por sus autores, ¡y no todos!, pues hay quien alardea. Basta recordar que en los canales de televisión marca "volvemos en cinco minutos" se han celebrado varias decenas de tertulias para analizar los significados morales, ideológicos, financieros y filosóficos de la coleta; casi todos negativos, por supuesto… No se ría que es peor.
En paralelo, hay periódicos, entre los que figuran algunos de los más serios del reino, que han profundizado en la relación Pablo-Tania, en el "rojerío" de los signos que adornan la facultad madrileña donde al parecer fornicó el diablo (la semiótica es la gran desconocida), o bien buscan los cinco pies del gato en los 400.000 euros que habría cobrado el profesor contratado para estudiar las posibilidades de crear una divisa sudamericana… ¡qué ocurrencia, trabajar y ganar dinero!
En paralelo, hay periódicos, entre los que figuran algunos de los más serios del reino, que han profundizado en la relación Pablo-Tania, en el "rojerío" de los signos que adornan la facultad madrileña donde al parecer fornicó el diablo (la semiótica es la gran desconocida), o bien buscan los cinco pies del gato en los 400.000 euros que habría cobrado el profesor contratado para estudiar las posibilidades de crear una divisa sudamericana… ¡qué ocurrencia, trabajar y ganar dinero!
En resumen, el hecho es tan simple como habitual: empresas propietarias de medios desarrollan una campaña mediática cuyo objetivo es desacreditar a los dirigentes de un partido político. Nada nuevo, pero en esta ocasión el ataque cuenta con numerosos cañones y disparan prácticamente a diario.
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Entrar en el jardín es una trampa
Constatado lo irrefutable, cabría extenderse en los motivos de la campaña, mas son de tanta profundidad —mucha más de la que sus ejecutores admiten— que entrar en ese jardín aquí y ahora tendría efectos dañinos.
¿Por qué?, porque es imposible cortar tanta mala hierba en un simple artículo, las matas son tan altas que el texto sería enjundioso y usted dejaría de leer estas líneas. Además, entrar en ese jardín es un error.
Los autores de la campaña anti Podemos están muy interesados en que los periodistas y los ciudadanos en general debatamos lo que no merece más que estas palabras: es legítimo que un medio privado defienda sus intereses o los que cree que son sus intereses, que lo haga perdiendo dinero o dándose cabezazos contra la pared. Es su decisión y problema, de nadie más. Punto.
Si una empresa quiere guerrear contra un partido político, contra el Papa o contra una comunidad —cosa que también ocurre—, ¡adelante!, sabe perfectamente a qué se expone si lo hace contando medias verdades y mentiras: En este negocio no sobreviven las hermanitas de la caridad, dicen los buitres… los mismos buitres que lloran cuando les toca ser devorados.
Infortunadamente, en España las campañas mediáticas de promoción o derribo se benefician de dos circunstancias: primera, la ley deja numerosos resquicios para vender mentiras impunemente (siempre que no afecten al Gotha) y segunda, la sociedad cursó una dolorosa carrera de medio siglo, un máster de treinta y tantos años y gran parte de ella sigue ejerciendo de doctora en Ciencias de la Inhibición.
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Deontología “jajá” e intangibles
Es imposible entrar en los laberintos político-empresariales que sostienen la campaña anti Podemos porque desconocemos con exactitud los atajos en metálico y/o en especie. Que los hay. Siempre los hay
Centrémonos en lo que sabemos y razonemos a partir de ahí. En el corto plazo y tocando tierra, descuellan dos aspectos concretos cuyo tratamiento merece máxima atención:
Primero, la campaña de acoso y derribo destaca por los ataques dirigidos contra personas, pero no como dirigentes sino como individuos; hay medios que han burlado todos los códigos deontológicos existentes, que son inútiles y reiteradamente incumplidos sin consecuencias.
Y segundo, las empresas implicadas están invirtiendo recursos materiales y humanos en una “obra” que carece de rentabilidad para el negocio del que supuestamente viven: vender información, entretenimiento y conocimientos.
[Sí, todos hemos escuchado a los sabihondos que denuestan esa teoría diciendo que sólo son palabras bonitas… ¡pero acertadas!; de hecho, el incumplimiento de dos de esas tres ofertas comerciales básicas, informar y difundir conocimientos, es una de las causas por las que numerosos medios agonizan y mueren, sobre todo los impresos]
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¿Dónde está la rentabilidad
empresarial?
Pongamos un ejemplo: las empresas propietarias de La razón y ABC, los dos medios impresos que más recursos dedican a la campaña, no obtendrán rentabilidad alguna con la iniciativa.
Aludo a esos dos diarios porque constituyen el paradigma: ambos están fuertemente ideologizados y explotan sectores y segmentos sociales muy concretos, por lo que es evidente que arremeten con saña y continuidad contra un partido de centro-izquierda o de la izquierda con fines ajenos a su negocio, pues no ganan clientes en un nuevo segmento o sector social y los que ya poseen no precisan de esos arrebatos para seguir enganchados.
La rentabilidad de la campaña que desarrollan esas y otras empresas sólo puede llegar por otras vías, quizá subvenciones, publicidad institucional u otro tipo de acuerdos o favores de partidos y Administraciones gobernadas por los contrincantes de Podemos; amén de “premios” que puedan ser otorgados a personas físicas o jurídicas vinculadas a esos medios para así gratificar indirectamente el servicio prestado.
Todo esto sin olvidar que todos los grandes grupos mediáticos están participados o dependen por o de la gran banca, entre cuyos directivos Podemos es una opción “inadecuada”, como poco.
¿Es legítima la campaña? Intuyo que un notable porcentaje de la población estima que sí; es más, he escuchado y leído a personas instruidas teorizando que tan perversa relación poder-medios es "lógica en democracia".
Sólo hay una forma de contrarrestar esas justificaciones y las falsas ventajas democráticas: contar y comentar abiertamente y en voz alta estos avatares para que los ciudadanos —que son quienes a la postre mantienen a las empresas— sepan lo que compran y puedan reírse cuando leen "periódico independiente" en la primera plana.
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Entrar en el jardín es una trampa
Constatado lo irrefutable, cabría extenderse en los motivos de la campaña, mas son de tanta profundidad —mucha más de la que sus ejecutores admiten— que entrar en ese jardín aquí y ahora tendría efectos dañinos.
¿Por qué?, porque es imposible cortar tanta mala hierba en un simple artículo, las matas son tan altas que el texto sería enjundioso y usted dejaría de leer estas líneas. Además, entrar en ese jardín es un error.
Los autores de la campaña anti Podemos están muy interesados en que los periodistas y los ciudadanos en general debatamos lo que no merece más que estas palabras: es legítimo que un medio privado defienda sus intereses o los que cree que son sus intereses, que lo haga perdiendo dinero o dándose cabezazos contra la pared. Es su decisión y problema, de nadie más. Punto.
Si una empresa quiere guerrear contra un partido político, contra el Papa o contra una comunidad —cosa que también ocurre—, ¡adelante!, sabe perfectamente a qué se expone si lo hace contando medias verdades y mentiras: En este negocio no sobreviven las hermanitas de la caridad, dicen los buitres… los mismos buitres que lloran cuando les toca ser devorados.
Infortunadamente, en España las campañas mediáticas de promoción o derribo se benefician de dos circunstancias: primera, la ley deja numerosos resquicios para vender mentiras impunemente (siempre que no afecten al Gotha) y segunda, la sociedad cursó una dolorosa carrera de medio siglo, un máster de treinta y tantos años y gran parte de ella sigue ejerciendo de doctora en Ciencias de la Inhibición.
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Deontología “jajá” e intangibles
Es imposible entrar en los laberintos político-empresariales que sostienen la campaña anti Podemos porque desconocemos con exactitud los atajos en metálico y/o en especie. Que los hay. Siempre los hay
Centrémonos en lo que sabemos y razonemos a partir de ahí. En el corto plazo y tocando tierra, descuellan dos aspectos concretos cuyo tratamiento merece máxima atención:
Primero, la campaña de acoso y derribo destaca por los ataques dirigidos contra personas, pero no como dirigentes sino como individuos; hay medios que han burlado todos los códigos deontológicos existentes, que son inútiles y reiteradamente incumplidos sin consecuencias.
Y segundo, las empresas implicadas están invirtiendo recursos materiales y humanos en una “obra” que carece de rentabilidad para el negocio del que supuestamente viven: vender información, entretenimiento y conocimientos.
[Sí, todos hemos escuchado a los sabihondos que denuestan esa teoría diciendo que sólo son palabras bonitas… ¡pero acertadas!; de hecho, el incumplimiento de dos de esas tres ofertas comerciales básicas, informar y difundir conocimientos, es una de las causas por las que numerosos medios agonizan y mueren, sobre todo los impresos]
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empresarial?
Pongamos un ejemplo: las empresas propietarias de La razón y ABC, los dos medios impresos que más recursos dedican a la campaña, no obtendrán rentabilidad alguna con la iniciativa.
Aludo a esos dos diarios porque constituyen el paradigma: ambos están fuertemente ideologizados y explotan sectores y segmentos sociales muy concretos, por lo que es evidente que arremeten con saña y continuidad contra un partido de centro-izquierda o de la izquierda con fines ajenos a su negocio, pues no ganan clientes en un nuevo segmento o sector social y los que ya poseen no precisan de esos arrebatos para seguir enganchados.
La rentabilidad de la campaña que desarrollan esas y otras empresas sólo puede llegar por otras vías, quizá subvenciones, publicidad institucional u otro tipo de acuerdos o favores de partidos y Administraciones gobernadas por los contrincantes de Podemos; amén de “premios” que puedan ser otorgados a personas físicas o jurídicas vinculadas a esos medios para así gratificar indirectamente el servicio prestado.
Todo esto sin olvidar que todos los grandes grupos mediáticos están participados o dependen por o de la gran banca, entre cuyos directivos Podemos es una opción “inadecuada”, como poco.
¿Es legítima la campaña? Intuyo que un notable porcentaje de la población estima que sí; es más, he escuchado y leído a personas instruidas teorizando que tan perversa relación poder-medios es "lógica en democracia".
Sólo hay una forma de contrarrestar esas justificaciones y las falsas ventajas democráticas: contar y comentar abiertamente y en voz alta estos avatares para que los ciudadanos —que son quienes a la postre mantienen a las empresas— sepan lo que compran y puedan reírse cuando leen "periódico independiente" en la primera plana.
La campaña de acoso es sistemática y tenaz, ejercida incluso desde tribunas donde no era razonable esperarla. Un escritor aparentemente serio, como Andrés Tapiello, se ha permitido en su blog ("Hemeroflexias") apuntar unas cuantas insidias y sospechas contra los de Podemos. Indudablemente, no son casualidades, sino coordinaciones muy bien orquestadas.
ResponderEliminarEs curioso y a veces decepcionante que personas inteligentes (o así nos lo parece) necesiten ser zafias para decir lo que piensan (o sienten). Un abrazo.
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