09 abril 2015

La negociación de nunca acabar: reunificar Chipre

La bomba de relojería greco-turca no explota gracias al atlantismo
reinante en la UE,  que adoptó a Nicosia para anclar la isla en Occidente
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El enviado de Naciones Unidas en Chipre, el noruego Espen Barth Eide, ha anunciado la reanudación de las conversaciones entre el Gobierno de Chipre y las autoridades turco-chipriotas que —bajo el paraguas de Ankara— administran el tercio norte de la isla, ocupado militarmente en 1974.
Nadie espera una solución a corto plazo, pero la expectación está garantizada: ¿en qué medida influirá Syriza en el Ejecutivo de Nicosia, que mantiene muy estrecha y muy amistosa relación con Atenas con independencia del partido que gobierne en el país heleno?
Las negociaciones de nunca acabar fueron suspendidas por Nicosia en octubre del pasado año tras descubrir que una flotilla turca realizaba exploraciones en busca de hidrocarburos en el área económica exclusiva de la isla, lo que constituye una violación de los derechos chipriotas.

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[Ver el mapa adjunto: Mediterráneo oriental con detalle de las zonas de exploración y la ubicación de los yacimientos de hidrocarburos ya confirmados y que, en principio, favorecen la distensión entre Grecia y Turquía para beneficio de ambas partes y de terceros, en especial Palestina e Israel; más detalles en el post «La guerra de gaza y...»]

Una vez suspendidas esas tareas de búsqueda por parte de Ankara, las conversaciones se reanudarán tras la elección del líder turcochipriota, lo que ocurrirá el próximo día 17 de este mes.

Lugar de paso durante 35 siglos

Chipre ha sido cobijo o territorio conquistado de distintos pueblos y culturas, desde Egipto (siglo XV a. C.) hasta el Imperio Británico, que aceptó la independencia de la isla a regañadientes en 1960.
Chipre ha sido pasillo, cocina y dormitorio durante más o menos tiempo de griegos, fenicios, hititas, asirios, persas, macedonios, romanos, bizantinos y turcos, amén de haber acogido colectivos de cultura y religión árabe-musulmana y judía.
En 1960, Gran Bretaña y las dos comunidades étnico-culturales mayoritarias de cuantas han recalado en la isla (griegos y turcos) alcanzaron un acuerdo para constituir la República de Chipre. El pacto contó con el visto bueno de Atenas y Ankara, siendo elegido primer presidente Michaíl Christodulu Muskos, más conocido como Makarios III, arzobispo y primado de la Iglesia Ortodoxa chipriota.

La constitución es impropia
de un Estado democrático

Cuando hay que señalar la principal tara de la Constitución chipriota pergeñada (e improvisada) en 1960 hay coincidencia en que se trata de un texto que alimenta el enfrentamiento porque, entre otros detalles de menor impacto, otorga la jefatura del Estado a los grecochipriotas y la vicepresidencia a los turcochipriotas; es decir, coloca en primera línea la pertenencia a una u otra etnia, comunidades que para más inri están formadas por creyentes de dos religiones tradicionalmente enfrentadas, unos son cristianos ortodoxos y los otros, de fe mahometana y credo sunita.
Convertir etnia, cultura y religión en factores determinantes de una norma legal, colocando las características y condiciones de orden personal por encima de las adscripciones ideológicas, socio-económicas o de otro orden equivale a impedir la cohesión y dificultar la convivencia entre los diferentes.
El resultado estaba cantado: las relaciones entre greco y turcochipriotas se fueron tensando hasta reventar. Los incidentes entre personas de uno y otro bando eran diarios, se producían periódicas explosiones de violencia colectiva entre ambas comunidades y en dos de estas ocasiones, en 1963 y 1967, los enfrentamientos se generalizaron, registrándose decenas de muertos y cientos de heridos en varias ciudades.

Golpe de Estado,
invasión y partición

La situación se pudrió definitivamente en el verano de 1974: el 15 de julio la facción derechista de los grecochipriotas dio un golpe de Estado que contó con el apoyo del Gobierno militar heleno: la llamada dictadura de los coroneles.
Los golpistas depusieron al Gobierno legítimo y anunciaron la puesta en marcha de un proceso, la Enosis, que concluiría con la incorporación de la isla al Estado griego.
La reacción de Turquía fue inmediata, movilizó unos 40.000 soldados e invadió la isla, ocupando el tercio norte. La ofensiva turca se detuvo en gran medida a causa de la presencia de tropas británicas, pese a que estas no intervinieron y se limitaron a facilitar auxilio a la población civil cercana a las bases —casi todos griegos.
La pasividad británica sólo fue militar, pues Londres hizo llegar recado al Gobierno turco invitándole a que midiera sus actos con la sugerencia de que se contentara con garantizar la seguridad de la población turcochipriota, concentrada en el norte de la isla y la periferia de Nicosia.
Así nació la autodenominada República Turca del Norte de Chipre, Estado de facto que sólo ha sido reconocido por Turquía y por la Conferencia Islámica, lo que obedeció a un gesto protocolario y de "amistad religiosa" que con el paso de los años se ha convertido en grotesco, pues ningún país miembro de esa institución política-confesional ha establecido relaciones oficiales con la Administración turcochipriota.
La República de Chipre ingresó en la UE en 2004, año en el que se puso en marcha el plan para la reunificación que auspicia Naciones Unidas, cuyas negociaciones se reiniciarán este mes tras un parón de medio año. 
Todo apunta que habrá mucho ruido y pocas nueces... probablemente ninguna.


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