En mayor o menor medida, todos los periodistas han (hemos) cometido el error de intoxicar o manipular. Hay profesionales que incurren de forma reiterada en las dos cosas y para colmo alegan actuar legítimamente o que pecan sin escrúpulos porque les han ordenado hacerlo. Es el milagro de la obediencia debida que “demuestra” la inocencia de quien perpetra una acción injustificable con actitud servil y luego, para colmo, rechaza autocriticarse de oficio.
En todo caso, quien niega haber pecado alguna vez yerra o está religiosamente convencido de que todo cuanto ha difundido u opinado era verdad verdadera; o acaso se trata de uno de esos humanos que cultivan el derecho a cerrar los ojos… ¡cuánta felicidad proporciona la ignorancia!
Una vez convenido que intoxicar y manipular son riesgos reales y cotidianos que exigen atención y evitar los paños calientes, es inevitable abordar un fenómeno cuya existencia también está probada: el riesgo de intoxicar y manipular aumenta a medida que se acercan unas elecciones, sobre todo para informar u opinar de asuntos socio-económicos, políticos e institucionales (incluidos los judiciales).
A las puertas de mayo, ahí estamos todos: periodistas y electores, radioyentes, televidentes, internautas y lectores de prensa.
¡Qué corta es la distancia gráfica y fonética entre elector y lector!
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[Inciso: según acostumbran a precisar los diccionarios, elegir es un verbo irregular que se conjuga como pedir. Curiosamente, al establecer parentescos podrían mencionar a otros hermanos; por ejemplo, competir, conseguir, corregir, embestir, expedir, gemir, impedir, medir, regir, rendir, servir, etcétera y etcétera. Pero no hay tu tía, casi todos los diccionarios coinciden, como si entre elegir y pedir hubiera un vínculo de sangre. ¿A qué viene esto?... Ya lo verá; de entrada hay un primer mensaje implícito: “No vote pidiendo, sino exigiendo”]
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Hay tanta mentira
En todo caso, quien niega haber pecado alguna vez yerra o está religiosamente convencido de que todo cuanto ha difundido u opinado era verdad verdadera; o acaso se trata de uno de esos humanos que cultivan el derecho a cerrar los ojos… ¡cuánta felicidad proporciona la ignorancia!
Una vez convenido que intoxicar y manipular son riesgos reales y cotidianos que exigen atención y evitar los paños calientes, es inevitable abordar un fenómeno cuya existencia también está probada: el riesgo de intoxicar y manipular aumenta a medida que se acercan unas elecciones, sobre todo para informar u opinar de asuntos socio-económicos, políticos e institucionales (incluidos los judiciales).
A las puertas de mayo, ahí estamos todos: periodistas y electores, radioyentes, televidentes, internautas y lectores de prensa.
¡Qué corta es la distancia gráfica y fonética entre elector y lector!
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[Inciso: según acostumbran a precisar los diccionarios, elegir es un verbo irregular que se conjuga como pedir. Curiosamente, al establecer parentescos podrían mencionar a otros hermanos; por ejemplo, competir, conseguir, corregir, embestir, expedir, gemir, impedir, medir, regir, rendir, servir, etcétera y etcétera. Pero no hay tu tía, casi todos los diccionarios coinciden, como si entre elegir y pedir hubiera un vínculo de sangre. ¿A qué viene esto?... Ya lo verá; de entrada hay un primer mensaje implícito: “No vote pidiendo, sino exigiendo”]
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Viñeta de J·R·Mora |
que España ya no es
un país de nuestro entorno
En todos los países democráticos informativamente “civilizados” ha quedado probado en reiteradas ocasiones que sólo hay un procedimiento, uno, legítimo y ético para que un medio se pronuncie y/o trabaje a favor de una candidatura: decirlo abiertamente, exponiendo las razones de su opción [tal como hicieron los editores de CTXT en el número 12].
En numerosos países que no son de nuestro entorno y también en España, la transparencia en las empresas de información es excepcional. De ahí que en lejanas montañas y en España la encrucijada elecciones-medios funcione con escasa ética periodística y con infinita “prudencia” editorial.
España es el único país del dichoso “nuestro entorno” donde numerosos medios urden métodos para guiar el voto de forma discreta, disimuladamente, con “absoluta independencia”, silenciando unos datos o hechos y sobredimensionando otros, ora ensalzando al “bueno” ora desacreditando al “malo”.
No se puede decir todo, sería una imprudencia, hay cosas que el pueblo no puede comprender, sería peligroso que… Esta es una de las más grandes “enseñanzas” de la Transición, extendida cual mancha de pringoso aceite de norte a sur y de este a oeste, también entre los empresarios, autónomos, asalariados, etcétera… y entre los periodistas.
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El silencio habita
en las antípodas
de la información
de la información
Ese criterio ha sido asumido hasta el extremo de que en los medios que tiran para un lado escondiendo la mano la mayoría de los periodistas (sobre todos los jóvenes) asumen la tara como algo propio de un país democrático.
Ahora que se ha puesto de moda decir —no hacer— eso de que el periodista debe sentirse en la redacción como en casa, pues bien, está comprobado que en esas familias casi nadie dice mu a papá ni a mamá.
Es lógico. Los pocos “hijos” que osan solicitar una explicación reciben respuestas de este tenor:
→ “va en el sueldo”;
→ “si no te gusta, coge unos días libres”;
→ “no diga usted simplezas, esto es una empresa”;
→ “¿acaso quieres que el editor se arriesgue a…?”
Hay ocasiones, pocas, en las que el representante de la empresa propietaria —o el director o el periodista que asume ese rol— se extiende en asuntos referidos a la publicidad y a los convenios con la Administración para justificar al propietario y justificarse. Algo es algo. Y a lo peor, hay arrebatos ideológicos supuestamente razonados en la intimidad:
→ “a esos ni media columna” porque son radicales, separatistas o sencillamente unos rojos de mierda.
Todo eso queda en el hogar. Con independencia de que sean mejores o peores, los motivos o las razones por las que un medio apoya a tal o cual candidatura rara vez son difundidos abiertamente para que el receptor de los mensajes sepa a qué atenerse.
Salvo los realmente independientes, que son excepcionales, casi todos han optado por la perversión de decir las cosas sin decirlas… ¡exacto!, ahí radica la “maldad” del inciso que usted ha leído antes preguntándose a qué viene esto de relacionar elegir y pedir.
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La econometría se ríe de la información
Ahora que se ha puesto de moda decir —no hacer— eso de que el periodista debe sentirse en la redacción como en casa, pues bien, está comprobado que en esas familias casi nadie dice mu a papá ni a mamá.
Es lógico. Los pocos “hijos” que osan solicitar una explicación reciben respuestas de este tenor:
→ “va en el sueldo”;
→ “no diga usted simplezas, esto es una empresa”;
→ “¿acaso quieres que el editor se arriesgue a…?”
Hay ocasiones, pocas, en las que el representante de la empresa propietaria —o el director o el periodista que asume ese rol— se extiende en asuntos referidos a la publicidad y a los convenios con la Administración para justificar al propietario y justificarse. Algo es algo. Y a lo peor, hay arrebatos ideológicos supuestamente razonados en la intimidad:
→ “a esos ni media columna” porque son radicales, separatistas o sencillamente unos rojos de mierda.
Todo eso queda en el hogar. Con independencia de que sean mejores o peores, los motivos o las razones por las que un medio apoya a tal o cual candidatura rara vez son difundidos abiertamente para que el receptor de los mensajes sepa a qué atenerse.
Salvo los realmente independientes, que son excepcionales, casi todos han optado por la perversión de decir las cosas sin decirlas… ¡exacto!, ahí radica la “maldad” del inciso que usted ha leído antes preguntándose a qué viene esto de relacionar elegir y pedir.
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La econometría se ríe de la información
y ha enterrado a la Economía
Desde que se inició este periodo de nuestras vidas que han dado en llamar crisis económica —aunque en rigor es pura codicia y especulación financiera— el campo informativo o sección en la que son más frecuentes las intoxicaciones y las manipulaciones, las falacias e incluso las mentiras, es la economía.
¡Ojo!, economía, no Economía. De Ciencias Económicas está prácticamente prohibido hablar o escribir en la mayoría de los medios, máxime en los que merecen el calificativo de convencionales.
A veces, hay textos o minutos de emisión durante los que sí se informa de Economía. Son excepcionales. Los medios que hacen política partidista diciendo cosas sin decirlas no pueden controlar todo y a todos. Es imposible.
Recuerdo que un día en un canal del “volvemos en cinco minutos” entrevistaron a un economista —digo economista, no econometrista, de estos hay a puñados perorando en pantallas y papeles—; expuso brevemente el origen de la miseria que afecta a uno de cada cuatro españoles y nunca más se supo… me refiero al economista, de la miseria cada vez sabemos más.
Estos días, con unos comicios a la vuelta de la esquina, hay ejemplos de desinformación a diario. Es lo de siempre, pues el presidente del Gobierno o un ministro puede telefonear a Bruselas para pedir al eurocomisario de turno que haga unas declaraciones alabando la maravillosa red de AVE… que será rentable en 2075 con suerte y siempre que nuestros hijos y nietos se reproduzcan con generosidad conejil; o bien para solicitar a la Comisión que un alto cargo difunda y redifunda unas previsiones cogidas por las hojas del rábano “demostrativas” o al menos “indicativas” de que la economía de España es un ejemplo en comparación… A estas alturas ni siquiera hace falta mencionar a Grecia.
Eso es posible, se hace y no sólo implicando a Bruselas, hay poderes más altos y “prestigiosos” que se prestan encantados.
— ¿Está seguro?
— Muy seguro. Lo he visto y escuchado.
Hasta finales de mayo toca leer y escuchar con la mosca detrás de la oreja.
¡Ojo!, economía, no Economía. De Ciencias Económicas está prácticamente prohibido hablar o escribir en la mayoría de los medios, máxime en los que merecen el calificativo de convencionales.
A veces, hay textos o minutos de emisión durante los que sí se informa de Economía. Son excepcionales. Los medios que hacen política partidista diciendo cosas sin decirlas no pueden controlar todo y a todos. Es imposible.
Recuerdo que un día en un canal del “volvemos en cinco minutos” entrevistaron a un economista —digo economista, no econometrista, de estos hay a puñados perorando en pantallas y papeles—; expuso brevemente el origen de la miseria que afecta a uno de cada cuatro españoles y nunca más se supo… me refiero al economista, de la miseria cada vez sabemos más.
Estos días, con unos comicios a la vuelta de la esquina, hay ejemplos de desinformación a diario. Es lo de siempre, pues el presidente del Gobierno o un ministro puede telefonear a Bruselas para pedir al eurocomisario de turno que haga unas declaraciones alabando la maravillosa red de AVE… que será rentable en 2075 con suerte y siempre que nuestros hijos y nietos se reproduzcan con generosidad conejil; o bien para solicitar a la Comisión que un alto cargo difunda y redifunda unas previsiones cogidas por las hojas del rábano “demostrativas” o al menos “indicativas” de que la economía de España es un ejemplo en comparación… A estas alturas ni siquiera hace falta mencionar a Grecia.
Eso es posible, se hace y no sólo implicando a Bruselas, hay poderes más altos y “prestigiosos” que se prestan encantados.
— ¿Está seguro?
— Muy seguro. Lo he visto y escuchado.
Hasta finales de mayo toca leer y escuchar con la mosca detrás de la oreja.
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