09 abril 2014

Un debate previsible y estéril en el que destacó el ultranacionalismo de Rosa Díez

El debate celebrado ayer en el Congreso NO era para dilucidar la independencia o no de Catalunya, en contra de lo informado por numerosos medios [algunos con la evidente intención de tensar todavía más la cuerda], sino para decidir si las Cortes autorizaban a la Generalitat a organizar un referéndum vinculante en el que los empadronados en Catalunya votarían si prefieren seguir siendo ciudadanos de un territorio autonómico en el seno del Estado español, o bien desean que Catalunya se convierte en un Estado soberano.
¿Rosa Díez se olvidó de que sólo se debatía esa autorización, a instancia del Parlament de Catalunya?
Por si no era suficiente con la crispación que alimentan desde hace meses los medios dedicados a echar leña al fuego, el presidente de Gobierno enlodó el debate faltando a la verdad, pues afirmó con rotundidad que el Congreso no está facultado legalmente para autorizar a la Generalitat a convocar un referéndum. Si fuera así, ¿para qué narices fue aceptada la petición del Parlament?
En fin, ganas de lavarse las manos de quien parece seguir el criterio del general que dejaba pudrir los problemas.
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Viñeta de J·R·Mora
¿Miedo a las urnas?
Suponiendo que el Tribunal Constitucional vetara la posibilidad de que la Generalitat fuera autorizada a convocar un referéndum vinculante [que es lo más probable debido a que se limitaría a hacer una lectura "políticamente literal" de la carta magna], lo que en todo caso sí puede hacer el Congreso es avalar que la Generalitat organice una consulta no vinculante; la cual, si más no, despejaría dudas y [en mi humilde por personal opinión] arrojaría un resultado sorprendente...
Sin embargo, nacionalistas españoles y socialdemócratas [sobre todo los segundos] perdieron la ocasión de demostrar que respetan la democracia sin aditivos: la del voto.
Avalar la celebración de una consulta no vinculante habría evitado dar otro portazo en los morros a la mayoría de la población catalana, pues en un porcentaje superior al 70 % [según todas los sondeos celebrados al respecto] es favorable a convocar el referéndum o, cuando menos, una consulta; demanda que incluso apoyan numerosas personas opuestas a la segregación pero que, hartas de tanta inmadurez política y peligrosos guerracivilismos, desean ser convocadas a las urnas para poner fin a la creciente inquietud.
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Y el PSOE, ensimismado y a remolque... 
A fuer de ser prudente, el PSOE ha vuelto a caer en la pusilanimidad. Ni siquiera tuvo reflejos para presentar y defender la propuesta de la consulta no vinculante. ¿O acaso eludió hacerlo premeditadamente?
Por motivos de oportunidad, se supone, Pérez Rubalcaba introdujo el debate del federalismo, reduciendo esa opción (quizá la más racional) a una anécdota secundaria. Y en una demostración más de su debilidad política, el PSOE se sumó a una hipotética reforma de la Constitución a pesar de que Mariano Rajoy la plantea a modo de reto: si tienen narices, ¡atrévanse a proponer la reforma de la carta magna!, vino a decir el presidente de Gobierno. 
En fin, un debate estéril, incluso innecesario, que solo sirvió para confirmar que el PP y demás nacionalistas españoles no moverán un dedo, ¡tampoco para reformar la Constitución!, salvo que sea otra vez necesario para poner techo al déficit y/o limitar el gasto social... 
Por último, es obligado destacar que hubo una interviniente que elevó el "volumen" de su voz por encima de todas, Rosa Díez (UPyD), que se calzó las botas del ultranacionalista para soltar varias acusaciones gratuitas, falaces e innecesariamente agresivas, confirmando la existencia de un españolismo excluyente que condiciona todo cuanto se cuece en Madrispaña.
CON ANTERIORDAD:
«A los unionistas les interesa prolongar cuanto sea posible el conflicto España-Catalunya»;
«España: Si el poder no pone coto a las "guerras" inter-territoriales...».

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