Si hay algún asunto que quita el sueño a la curia, a numerosos sacerdotes de a pie (no a todos) y también a los seglares nacional-católicos que militan en organizaciones religiosas y en el PP, es ¡el sexo!
Mas todo indica que esa obsesión no se debe a que gusten disfrutar del sexo y copular cuanto puedan; no es su propia vida sexual lo que les quita el sueño, sino que ¡están obsesionados con el sexo ajeno!
Pero no piense usted mal, amable lector/a, no es que estén obsesionados con la vulva o el pene de la vecina o del vecino, lo que les quita el sueño son las prácticas, los hábitos y los criterios sexuales que tenemos usted, yo y los ciudadanos en general. Y por extensión, también están muy interesados en cómo administran las mujeres la capacidad de procrear, además --en cuanto pueden hacerlo y les dejamos--, los nacional-católicos siempre intentan controlar el poder de procrear.
Esa actitud es lógica por tratarse de gentes que en mayor o menor medida conservan y cultivan criterios existenciales religiosos y, por lo tanto, otorgan un alto valor moral, político y económico a la maternidad, esto último debido al principio de propiedad y a las probadas ventajas que proporciona(ba) tener hijos [manos para trabajar, entre otras cosas].
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La consigna de traer niños al mundo no es un tic de la derecha para denostar principios demográfico-económicos aplicados en China con la política «un matrimonio, un hijo». No es eso, no. Hay explicaciones más viejas y también más ideológicas. En teoría, aplicando la moral imperante hasta hace cuatro días, en Occidente, lo único realmente importante que podía hacer una mujer era ser madre.
Una explicación económica y otra ideológica
Hoy y en gran parte del mundo, máxime en Occidente, hay explicaciones más pragmáticas que motivan el control de las madres. Dos de las más significadas, dejando la moral a un lado, son:
* Primera, satisfacer la necesidad económica de disponer de población suficiente que garantice la fuerza de trabajo y "excedentes" de mano de obra, y
* Segunda, empujar a los/las ciudadanos/as a tener hijos para que se preocupen de las cuestiones que son realmente importantes... Como aceptar y conservar empleos con salarios de hambre para malcomer, malvestir y maleducar a sus hijos a los que, además, en el caso de países de tradición católica, es conveniente que sean matriculados en colegios en los que rijan los desinteresados principios religiosos del nacional-catolicismo, ahora vestidos de democráticos.
En fin, es relativamente fácil entender los orígenes de la obsesión nacional-católica: ¡la maternidad nos acerca a Dios!
Lo de menos, según dicen, son la tasa de natalicios, los cálculos económicos, demográficos y el hecho de que los beneficiarios del sistema imperante estén objetivamente interesados en fomentar la prudencia vital y política que hombres y mujeres desarrollan al ser padres y madres.
[La Administración nazi y la organización de las juventudes hitlerianas alcanzaron un alto grado de desarrollo en materia de "maternidades políticamente convenientes" al poner en marcha un servicio de campamentos de verano para jovencitos y jovencitas de 14 a 18 años, todos/as seleccionados/as, pues debían ser de probada raza aria; motivo por el que durante su estancia de dos, tres o cuatro semanas en los centros vacacionales de "formación patriótica" eran instados/as a copular a fin de engendrar alemanes "puros". El objetivo del Estado era engrandecer el poderío demográfico del III Reich y <así, de paso, disponer de suficientes soldados para el ejército que debía dominar el mundo...]
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El islam es utilizado en Occidente para obtener imágenes de menores desposadas con adultos; sin embargo, esa ancestral práctica, que es de origen más económico que machista, se da con mayor o menor asiduidad en todas las culturas y religiones, también en los países de tradición católica (foto capturada en 20Minutos) |
La edad de consentimiento
Dejemos en el cajón siquiera durante unos minutos la superestructura ideológica que los señores feudales y la curia organizaron hace ya siglos en torno a la maternidad.
Hoy, siglo XXI, es aconsejable prestar atención al tratamiento que los nacional-católicos dan a todo lo relacionado con el sexo, y en especial atender a un asunto al que esos moralistas parecen haber dedicado miles de horas de estudio:
¿A partir de qué edad pueden considerarse correctas las relaciones sexuales?
¿A partir de qué edad pueden considerarse correctas las relaciones sexuales?
Precisamente ayer, la ministra de Sanidad, Ana Mato Adrover, se pronunció a favor de elevar a 16 años la llamada edad de consentimiento, que en España está fijada en los 13.
[Por debajo de la edad legalmente establecida, el consentimiento del/la menor a mantener relaciones sexuales carece de valor y la Justicia debería actuar, con o sin denuncia de parte, porque el/la adulto/a ha incurrido en el delito de abuso, aunque no haya violencia. Además, el delito bien puede ser equiparado al de violación y castigado como tal incluso en el supuesto de que el reo alegara consentimiento y/o no hubiera violencia física]
La edad de consentimiento no equivale a mayoría de edad sexual, lindes que no sólo en España sino en la mayoría de países no coinciden con la edad penal, responsabilidad que en España se aplica a partir de los 16 años.
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La comodidad de lavarse las manos
El concepto legal de la edad de consentimiento tiene probadas ventajas para los adultos porque, de entrada, permite descargar en el/la menor la responsabilidad moral o ética de tomar una decisión, que siempre tiene influencia en las vidas de todos, desde el/la menor hasta los parientes, sobre todo los familiares del niño/a que ha dado el sí.
En lugar de establecer, por ejemplo, que los adultos tienen inequívoca e inexcusablemente prohibido mantener relaciones sexuales con personas menores de X años y punto, los legisladores optaron por inventar la edad de consentimiento.
Y ahí estamos, cediendo a niños y niñas sin suficiente experiencia vital la responsabilidad de decir sí o no.
[En teoría, aunque un/a menor de 13 años diga sí a la relación, el adulto incurre en delito --salvo que estén casados, lo cual es legal si el(/el /los tenedores de la patria potestad lo permita/n, lo que conlleva otorgar la mayoría de edad a la/el menor].
[En teoría, aunque un/a menor de 13 años diga sí a la relación, el adulto incurre en delito --salvo que estén casados, lo cual es legal si el(/el /los tenedores de la patria potestad lo permita/n, lo que conlleva otorgar la mayoría de edad a la/el menor].
Sólo después del sí o del no y siempre que haya un embarazo o lesiones de por medio, el mundo de los adultos interviene, pero lo hace a toro pasado. En ocasiones, la Justicia también se ve obligada a intervenir para dirimir responsabilidades civiles, pero también a toro pasado.
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Hay relaciones no consentidas que son legales
Es evidente que una vez comprobado hasta la saciedad que a fecha de hoy es imposible el consenso en tan complejo asunto, sería más claro, efectivo y respetuoso con los niños y las niñas que la ley estableciera algo así como: Incurre en delito todo aquel adulto penal que mantiene relaciones sexuales con menores de X años, aboliendo la artificiosa y perversa edad de consentimiento.
[Los embarazos de jovencitas también han merecido luenga literatura y pasional verborrea religiosa. En su obsesión, la curia condena e incluso excomulga a las muchachas de 14, 15 o 16 años embarazadas que optan por abortar, así como a sus padres por permitirlo.
El nacional-catolicismo rechaza de plano el aborto en esos casos porque prefiere niñas, adolescentes y jovencitas atadas a la maternidad, y a pesar de los efectos (casi todos negativos) que tiene en sus vidas, según los católicos irracionales: ¡esas madres lo son por la voluntad de Dios...]
[Los embarazos de jovencitas también han merecido luenga literatura y pasional verborrea religiosa. En su obsesión, la curia condena e incluso excomulga a las muchachas de 14, 15 o 16 años embarazadas que optan por abortar, así como a sus padres por permitirlo.
El nacional-catolicismo rechaza de plano el aborto en esos casos porque prefiere niñas, adolescentes y jovencitas atadas a la maternidad, y a pesar de los efectos (casi todos negativos) que tiene en sus vidas, según los católicos irracionales: ¡esas madres lo son por la voluntad de Dios...]
Ahí están atascados los moralistas católicos desde hace decenios, dando vueltas a la trampa de la edad de consentimiento, criterio que se presta a chanchullos que prefiero no referir porque nos pondríamos todos/as de muy mal café…
Lo dicho,
RELACIONADO: «Y no comieron perdices”: la lacra mundial del matrimonio infantil», en El Orden Mundial en el Siglo XXI.
La Justicia de los adultos endosa a los menores la decisión de legalizar complejas relaciones humanas, así como la responsabilidad de poner coto a los listos del sexo, ¡que los hay!, igual que hay listos de las finanzas, pues entre los humanos siempre hay listos que aprovechan cualquier rendija para sacar provecho tajada económica... o de carne tierna.
Me pregunto cómo debe complicar toda esta nebulosa de las edades y el consentimiento el asunto cotidiano de los juegos sexuales de iniciación entre los niños y los adolescentes, por otra parte tan importantes en la maduración sexual y en el descubrimiento de la identidad sexual. Parece como querer ponerle puertas al campo, puertas que serán ignoradas por la gente menuda, en unas edades en que la sexualidad es tentativa y exploratoria, y el mismo concepto de "consentimiento" puede ser turbio y vidrioso en muchos casos.
ResponderEliminarLa comodidad católica de trasladar a los niños, adolescentes y jóvenes sus creencias irracionales provoca numerosas confusiones, no sólo en materia sexual.
EliminarEsa temprana "instrucción" moral y también amoral, que empieza con aberraciones como otorgar militancia a un recién nacido (bautismo) y sellarla con un ritual que acostumbra a generar una silenciosa angustia existencial en los menores (confirmación y comunión), condicionan el desarrollo mental de las personas y marcan su capacidad de racionalizar la vida y valorar los hechos, los actos y a las personas.
En fin, así nos va...
Otorgar miltancia a un recién nacido es casi tan enloquecido como otorgar humanidad a una blástula de unos pocos días, que es lo que hace Gallardón desde su formación anticientífica, escolástica, medieval. Cuando se parte de la escolástica y de la ortodoxia más acrítica, es muy natural llegar a las mayores aberraciones. Y llegan, cómo no. Supongo que, por mera coherencia, Gallardón asumirá sin arredrarse que una bellota ES DE HECHO una encina, y no que tiene la posibilidad de serlo. Y hay que conceder que este indocumentado tiene derecho a creer u opinar lo que desee. Lo realmente indecente e intolerable es que pretenda imponer a unos cuantos millones de españolas las conductas implicadas por su medievalismo, por su escolasticismo y por su indocumentación.
EliminarExcelente artículo D. Félix, que le hace recordar a uno cual animal que pasó por el "matadero" y que conserva la impronta de haber estudiado en un colegio de curas.
ResponderEliminarComo la cosa va de sexo, recuerdo a más de un cura, cuando nos alertaba de los peligros del vicio solitario y sus consecuencias: ¡¡ACABEREIS TÍSICOS!!, ¡qué DESILUSIÓN para quien no dejaba de robustecer en todos los aspectos!.
Llegada la hora de pasar por la vicaría y con el fin de satisfacer a quien hoy es mi esposa, uno se sometió, pensando que había desaparecido; al inquisidor. Éste conservador y guardián de la fé, oso preguntarme; ¿es usted impotente?....cómooooo ¿ha fornicado?. Nada tendría de particular, si quién hiciera esa pregunta fuera un profesional médico o estuviera sometido a Derecho Canónico con el fin de procrear, por lo tanto me negué a responder. Mi aptitud, hizo que el inquisidor para velar por mi salvación, me remitiera al vicario, hombre de mente abierta, el cual tras una breve charla y recordarle mis servicios prestados a la Santa Madre Iglesia; misas, rosarios, ejercicios espirituales, ayunos y clases de religión durante todo el bachillerato, además de alguna que otra cuestación "obligagoria", hizo que el buen hombre, no sólo me otorgará bula con indulgencias en el aspecto eréctil, sino también; dispensa de cursillos prematrimoniales.
Ah!, soy un ingenuo.
EliminarEn su dia, opte por un martirimonio catolico, dadas las dificultades familiares, sociales e institucionales que comportaba una union civil.
Me dije, si ellos son unos cinicos - en el mejor de los casos - yo no voy a ser menos.
De hecho, abandone la religion heredada unos cuantos annos antes - a los doce o catorce - cuando un cura que me confesaba, mientras acariciaba mi cara con una mano,tenia la otra ocupada en alguna actividad que le provoco unos jadeos convulsos.
Al abandonar el edificio eclesial, me prometi a mi mismo que ya era mayorcito para creer en cuentos de hadas y que si algun curilla queria masturbarse, no lo haria jamas a mi costa.
Pero, volviendo al bodorrio catolico, recuerdo que el simple pago de una cantidad - de dinero - a un no se que canonigo, me eximio de cualquier tipo de cursillo o adoctrinamiento.
Por otro lado, el autor del post centra el tema en la religion catolica, pero tanto musulmanes como judios ortodoxos llevan el principio de "creced y multiplicaos" a extremos suicidas a medio plazo, por no decir ya, a corto. Por ahi vamos en menos de una generacion.Sin duda.
He centrado la reflexión en la religión católica porque vivo en un país donde esa creencia es la mayoritaria, no porque considere mejores o esencialmente distintas otras religiones.
EliminarEstimable Félix: Planteas muchas cosas y todas interesantes. Me estoy haciendo una adicta, una yonki, a su bitácora. Una vez que entras, ya no sales jeje. A mi me da mucho miedo la Mayoría Absoluta de la gaviota...huyo siempre de los idearios hermetizados.
ResponderEliminarQuisiera hacerte una pregunta, tal vez nunca lo hayas planteado: Si la mayoría absoluta de un Gobierno no le otorga patente de corso, y por supuesto, que estas no deben de usarse contra las minorías, entonces: crees que mucho menos se puede tolerar que sean las minorías las que decidan y sometan a la mayoría?? porque no sería democrático ni justo. En este caso, la Democracia se contradice al afirmar que la mayoría absoluta no le otorga patente de corso al gobierno de turno. Por tanto, debemos entender que son las mayorías las que prevalecen?
P.S. Soy de córdoba, si algún día vienes, aquí tienes tu casa.
Un abrazo.
Hola,
EliminarEmpezaré por el final (tu P.S.), ¡viví algo más de tres años en Andalucía!, de modo que es un placer recibirte en mi/tu casa.
Intentaré sintetizar. La mitificada Transición provocó, entre otras taras y sin menoscabo de aciertos (que los hubo), que numerosos ciudadanos estén convencidos de que la práctica democrática exige consensos.
Al mismo tiempo, inevitablemente, se ha ido alimentando la creencia de que cuando el partido que tiene mayoría absoluta ejerce sus prerrogativas legislativas incurre en una perversión (eso que tu denominas "patente de corso").
Curiosamente, si echamos la vista atrás, comprobamos que esa especie de miedo a que la mayoría imponga su mayoría (valga la redundancia) sólo lo padece la izquierda (la suave y la radical) y sólo ella parece seguir presa del recuerdo del consenso que caracterizó la Transición.
La derecha, tanto durante el Gobierno de Aznar, cuando tuvo mayoría absoluta, como ahora con el de Rajoy, hace uso de sus poderes sin escrúpulos y sin esa extraña "timidez" política que en cierto modo debilita al PSOE.
En rigor, que la mayoría haga uso de su poder en una democracia parlamentaria no sólo es correcto y respetable, sino también políticamente lógico, y así ocurre en las democracias parlamentarias clásicas de estilo europeo, sobre todo en Francia y Gran Bretaña (EE UU es otro mundo).
Un gobierno con mayoría absoluta en el Congreso, como ahora el de Rajoy, no incurre en hacer uso de una patente de corso porque utilice los votos de sus diputados para aprobar lo que la Constitución le permita.
El consenso es un instrumento/procedimiento al que pueden recurrir unos y otros, pero no es obligado en ningún caso, salvo cuando se necesita sumar votos para aprobar leyes o reformas que exigen mayorías reforzadas (por ejemplo, para cambiar la Constitución, reformando artículos o introduciendo nuevas disposiciones).
Ningún principio de la democracia parlamentaria establece que la mayoría actúa cual corsario por hacer uso de su poder. La mayoría absoluta "manda" durante el período legislativo correspondiente, con la obligación de respetar las leyes y normas que regulan el órgano legislativo. Y si hace algo que disgusta a la oposición o a un sector más o menos amplio de la sociedad, hay instrumentos para plantar cara (lo que no puede hacer esa mayoría es reprimir o limitar las acciones legales y lícitas de la oposición política y social).
En todo caso, los ciudadanos votamos (¡deberíamos hacerlo todos!) y elegimos a los legisladores cada cuatro años, como máximo.
Un abrazo.
P. S. Si vienes por Coruña, mi casa está a tu/vuestra disposición.