En las instituciones de la Unión, la ecomometría y la macroeconomía
han relegado a la Ciencia Económica
La práctica del consenso en las democracias parlamentarias tiene (o debería tener) límites, pues abusar del consenso convierte sus virtudes en vicios, como así ocurre en España. El consenso se está utilizado para hacer tabla rasa.
De hecho, el consenso que practican en España PP y PSOE ya no es tal, sino una especie de "frente" destinado a relevarse en el poder para conservar cargos y prebendas.
Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con la Unión Europa (UE)?
La UE no es un Estado, aunque sus dirigentes se empeñen en actuar como si lo fuera. El consenso en la comunidad no conlleva los mismos riesgos que en España u otros países; más bien al contrario, pues en la Unión es imprescindible en numerosas ocasiones porque la razón de ser de la UE es que avance una idea, el europeísmo: la función básica de la Unión no es gobernar un espacio, sino construirlo.
La UE no es un Estado, aunque sus dirigentes se empeñen en actuar como si lo fuera. El consenso en la comunidad no conlleva los mismos riesgos que en España u otros países; más bien al contrario, pues en la Unión es imprescindible en numerosas ocasiones porque la razón de ser de la UE es que avance una idea, el europeísmo: la función básica de la Unión no es gobernar un espacio, sino construirlo.
Sin embargo, las dos familias que han pervertido los significados y la utilidad del consenso en varios países (casos de Alemania, España, Francia, Gran Bretaña, Grecia o Italia) han repetido "éxito" en Europa y dan vueltas y vueltas en una carrera de relevos, intercambiando cargos institucionales y vistiendo ambos la misma camisola macroeconómica.
No es consenso, es omertá, lo que reduce las posibilidades de que la Unión sea lo que debe ser: la playa a la que llegan libremente todas las aguas, todas las posiciones, las ansias, los intereses, las ideas y también las contradicciones…
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En lugar de construir el espacio común, administran dominios
El paso del tiempo y los acontecimientos han dado la razón a los primeros europeístas: era y sigue siendo necesario disponer de un conjunto de instituciones que a modo de herramientas permitan construir una Europa en paz y para esto es condición sine qua non que sea económica y socialmente estable, pero lograr ambos objetivos exige que la UE cumpla cada día su función iniciática, que --insisto-- no es gobernar los mercados, sino construir el espacio común: el escenario.
Desde mediada la década de 1991, cada vez son más los cuadros de los PP y los PS que no lo entienden o acaso no les interesa entenderlo. Para colmo, al corro de la omertá se sumaron los dirigentes de otra familia: la liberal.
Actualmente, quienes causan mayor daño a la credibilidad de la UE no son los euroescépticos, sino los europeístas que reducen la UE a gobernaar los mercados.
El motor del Tratado de París suscrito en 1951 por el que fue constituida la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA) fue económico, y el motor de la destrucción de la UE es macroeconómico. La diferencia es sustancial: de la economía real a la virtual.
Los criterios de 1951 cabe resumirlos enunciando una frase: «Debemos y podemos entendernos por el bien de todos». Pero eso ya no les importa... Motivo por el que poco a poco, en las cuatro sedes de la Unión (Bruselas, Estrasburgo, Fráncfort y Luxemburgo) han sido enterrados los significados y utilidades de la CECA y de su primera hija, la Comunidad Económica Europea (CEE). Ahora sólo cuentan los asuntos macroeconómicos (el debate político es pura y simple econometría) y lo único que les quita el sueño es la salud de las grandes finanzas. Sirviendo a ese fin se ha consolidado la omertá PP-PS.
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¿Cómo limitar el poder de los "extraterrestres"?
Finalizada la segunda guerra mundial, los impulsores de la CECA y de la CEE eran conscientes de que las cúpulas de los poderes económicos existentes en cada país estaban en el origen y fueron los causantes de la barbarie que asoló el Viejo Continente en 1914-1918, que nada reparó y desembocó en el auge del fascismo en la década de 1931.
¿Cómo conjurar ese riesgo?
Los impulsores del europeísmo eran prácticos, ni siquiera se plantearon la posibilidad de arrebatar el poder a las élites, sabían que enfrentarse directamente con las castas era absurdo; de modo que se arremangaron las neuronas y pusieron en marcha organismos supranacionales que acotaran y limitaran el poder de los "extraterrestres" y sus organizaciones.
Y ahora, más de medio siglo después, la idiotez política de quienes practican la versión perversa del consenso [útil para adornar mentiras] han renunciado a racionalizar la economía a fin de garantizar la solidez de las élites de cada país... Solo les falta gritar ¡mueran los impulsores del europeísmo!
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La UE es utilizada para jugar al monopoly...
La UE es utilizada para jugar al monopoly...
El Gotha europeo, formado por las élites de los distintos países, ha logrado desactivar la UE y convertirla en su campo de batalla. El Gotha no necesita aprovechar un acto puntual, por ejemplo el de Gavrilo Princip, para justificar una guerra que dirima las tensiones existentes entre ellos; ahora las élites batallan entre ellas a través de los PP y los PS (más los liberales) jugando al monopoly en las instituciones de la Unión y para redondear el tablero han creando una divisa única, el euro, pero sólo a medias, lo que les permite favorecer a unos en perjuicio de otros.
La palabra consenso ya sólo es un adorno. Es más exacto utilizar el vocablo omertá, pero suena feo, por eso siguen con el consenso entre los labios.
CON ANTERIORIDAD:
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