09 agosto 2014

La guerra amenaza con ensangretar más tierras del Oriente Próximo, en Nagorno Karabaj

Azerbaiyán ha reforzado las tropas que desde 1991
mantiene desplegadas a lo largo de la frontera con Armenia 
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Al conflicto israelo-palestino y a las guerras civiles entre contrincantes árabe-musulmanes que se registran en Siria e Irak podría sumarse otro frente de las guerras guadianas que se viven en Oriente Próximo, en este caso entre Azerbaiyán y Armenia, lid que se agravó tras la desaparición de la URSS y ambas naciones se independizaron.
El conflicto estalló antes del desplome soviético. Cuando ambos territorios aún formaban parte de la URSS ya se produjeron enfrentamientos entre civiles azeríes y armenios y entre tropas acantonadas en una y otra república. 
Más de noventa años después de que el Kremlin tomara una de sus absurdas decisiones "demográficas" que rompieron naciones, en los tiroteos habidos durante los últimos diez días en Nagorno Karabaj [Alto Karabaj o Artsaj, este es su nombre en armenio] han muerto entre 110 y 130 personas (la mayoría militares), según coinciden todas las fuentes.
El presidente azerí Ilham Aliev ha afirmado con inusitada rotundidad que está dispuesto a invadir Nagorno Karabaj, región de mayoría armenia adscrita desde los años cincuenta a la administración de Bakú pero independiente de facto desde diciembre de 1991, cuando la población se opuso a formar parte del nuevo Estado de Azerbaiyán.
El Alto Karabaj forma parte del antiguo Reino de Armenia y su población siempre fue y sigue siendo de mayoría armenia y cristiana; la adscripción de ese territorio a la islámica Azerbaiyán es un despropósito pergeñado por el Kremlin ya en época de Lenin (1921), que ordenó transferir la administración de Nagorno Karabaj de Ereván a Bakú, y además creó la República de Najicheván, territorio del histórico Reino de Armenia que fue repoblado principalmente con migrantes caucasianos de fe islámica tras el genocidio armenio perpetrado por Turquía en 1915.
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[Proceso similar se vivió en Crimea, territorio que fue entregado a la RS de Ucrania en 1954 pese a que siete de cada diez ciudadanos eran rusos y solo 1 de cada 10 ucraniano; este "capricho" político, cuyo artífice fue Nikita Kruchev, contribuyó poderosamente a que en el invierno pasado la descomposición del Gobierno de Kiev derivara en un conflicto ruso-ucraniano, pugna que si no ha desembocado en guerra abierta se debe precisamente a que las poblaciones de once oblast (provincias) del oriente ucraniano también eran y son de mayoría rusa y el problema, otro más de origen estaliniano, es hondo y complejo.
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El referéndum de 1991
Armenia, lógicamente, apoya la decisión adoptada por los ciudadanos de Nagorno Karabaj en el referendo organizado en diciembre de 1991, en el que ganaron con gran holgura los partidarios de abandonar Azerbaiyán y reincorporarse a su nación: Armenia.
Aquella victoria fue abrumadora, entre otras cosas --todo hay que decirlo-- porque un elevado porcentaje de la minoría azerí residente en el Alto Karabaj optó por la abstención.
En todo caso, la victoria armenia fue lógica y natural pues la composición demográfica no deja margen a otro resultado.
Desde entonces, las autoridades del Alto Karabaj reciben apoyo diplomático, económico y militar de Ereván, a lo que se suman las generosas aportaciones de la poderosa diáspora armenia, que posee influyentes grupos de presión en Alemania, Francia y Rusia, entre otros países europeos, e incluso en Estados Unidos y Australia.
Gracias a ese lobi internacional la República de Artsaj, así fue bautizada en 1992, dispone de representación en los principales países europeos y en Norteamérica; si bien ningún gobierno ha reconocido su existencia como Estado soberano.
Por si fuera poco, la credibilidad política de Azerbaiyán es precaria debido a que su democracia parlamentaria es teórica. De hecho, prácticamente todos los analistas europeos no institucionales y un elevado porcentaje de gobiernos consideran que el de Bakú es un régimen dictatorial.
Los observadores internacionales que han acudido a sucesivas convocatorias electorales celebradas en Azerbaiyán tras la caída de la URSS siempre han reseñado que los comicios adolecen de falta de garantías y que se registran manipulaciones en varias comarcas y localidades, incluso en la propia capital.
Todos los analistas, tanto los alineados como los no alineados con unas u otras potencias, coinciden en que los poderes ejecutivo, legislativo y judicial azeríes están controlados por un grupo de familias o clanes (la mayoría pertenecientes o vinculados al círculo de los ex altos cargos soviéticos) que se han afincado en las instituciones del nuevo Estado, para lo que contaron con el apoyo de los empresarios locales y los agentes exteriores de la todopoderosa industria petrolera rusa.
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Al veneno heredado de la URSS
se suman las ancestrales reclamaciones 
A modo de resumen urgente, cabe apuntar que el conflicto armenio-azerí es el resultado de dos condicionantes: el mapa soviético carente de rigor que han heredado ambas repúblicas y la firme actitud de Armenia, cuyos cuadros políticos y económicos aspiran a recuperar territorios que durante siglos formaron parte de esa vieja nación caucásica.
Lo cierto es que Azerbaiyán reclama ejercer el control de un territorio que en estricta aplicación del Derecho internacional le pertenece... pero Estados Unidos y la Unión Europea han proporcionado al Gobierno armenio y a la República de Artsaj (Nagorno Karabaj) la excusa perfecta para mantener su apuesta: Kosovo, que era una provincia de Serbia y que, sin embargo, alegando la existencia de una mayoría de población de etnia albanesa obtuvo el visto bueno de Occidente para segregarse del Estado al que en Derecho pertenecía.
La comunidad internacional ha instado a Armenia en varias ocasiones a que deje de dar apoyo militar a los segregacionistas de Nagorno Karabaj, pero el caso Kosovo ha reventado los alegatos jurídicos de quienes han demostrado una y otra vez su hipocresía legalista.
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La solución bélica gana partidarios en Bakú 
Así las cosas, las reiteradas amenazas belicistas de Azerbaiyán tienen visos de hacerse realidad, máxime si se tiene en cuenta que sus gastos militares han ido en aumento año tras año.
Según datos del Instituto Internacional de Investigación de los Problemas de Paz (SIPRI), durante el período 1998-2007 los gastos militares de Azerbaiyán se multiplicaron por 5,5 y aunque la crisis financiera internacional obligó en 2008 a reducir la partida, Bakú ha seguido aumentando su poderío y el presupuesto de este año es de 3.700 millones de dólares.
Además, el belicismo azerí cuenta con mayores facilidades de sustanciarse que en casos de características similares debido a un "vacío" inquietante, pues al contrario que en los otros dos Estados de facto existentes en la conflictiva región del Caúcaso (Abjasia y Osetia del Suren Nagorno Karabaj no hay presencia militar de Rusia ni de Naciones Unidas que impida el enfrentamiento armado
Pero, ¿hay algún parecido entre la lid armenio-azerí y el conflicto generado por la irrupción del autodenominado Estado Islámico en Siria e Irak?
Hay una circunstancia que en principio debería ser de calado menor, pero que en el Oriente Próximo tiene elevado peso específico: los armenios constituyen uno de los pueblos cristianos más antiguos del mundo, en tanto que el 95 % de los azeríes son musulmanes, en su mayoría de fe chií. 
Pocos pavos son condimentados y servidos con tantas guindas.
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INFORMACIÓN relacionada:
Ofensiva del Gobierno de Azerbaiyán contra organizaciones de defensa de derechos civiles, vía IPS.
DE INTERÉS:
«Nagorno Karabakh, un viaje a un país que no existe», por Joan Ballester.

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