Almacenar datos y trabajarlos es útil para todos y necesario para todo,
máxime para la ciencia; pero, ¿cómo, cuándo, quién, para qué...?
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Está de moda hablar del Big Data. Lógico. Inevitable. Pero el asunto merece más rigor que el derivado del esnobismo, la pasión por la tecnología o la curiosidad, que es legítima y saludable.
Hoy, en Occidente, prácticamente todo es convertido en dato y casi todos los datos son computarizados, empaquetados y almacenados en uno, dos o más de los cada vez más numerosos Big Data existentes. Los hombres hemos inventado ingenios inimaginables para guardar los trillones de datos que poseemos, los que hemos recabado más los que seguimos recabando y almacenando.
Hoy, en Occidente, prácticamente todo es convertido en dato y casi todos los datos son computarizados, empaquetados y almacenados en uno, dos o más de los cada vez más numerosos Big Data existentes. Los hombres hemos inventado ingenios inimaginables para guardar los trillones de datos que poseemos, los que hemos recabado más los que seguimos recabando y almacenando.
Pero, ¿realmente los poseemos? Hagamos honor a la capacidad e inteligencia que demostramos a la hora de recoger y guardar los datos y reconozcamos que no, que en realidad no los poseemos. En la última frase del párrafo anterior sería más realista sustituir el «poseemos» por «somos»; de modo que la frase diría «...los trillones de datos que somos...»
Más exacto: «los trillones de datos en que quieren convertirnos».
¿Quiénes lo quieren? Los rectores del sistema, el Poder o como quiera que usted prefiera llamarlo. Es más, si queremos hilar más fino, «querer» tampoco es el verbo más idóneo, pues lo que pretenden no es un deseo con vistas al futuro: ¡ya lo están haciendo!
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tampoco...
No se trata de maldecir la idea del Big Data. Sería irracional renunciar a los avances logrados para almacenar datos y los procedimientos e ingenios que nos permiten trabajar con ellos, relacionarlos, estudiarlos uno a uno o en grupo, analizarlos para llegar a conclusiones útiles e incluso a ideas: pensar [antes de la informática nos limitábamos a tabular datos; tal como refleja la segunda ilustración adjunta].
Pero mi propósito no es cantar las bienaventuranzas de Big Data, entre otras cosas porque la tecnología nace sucia, como usted y yo, pero a nosotros nos lavan y a ella, no siempre.
Además, no soy un experto en Big Data, sino un curioso empedernido y de este asunto conozco lo básico y poco más, no en vano es más complejo de lo que parece, más de lo que algunos creen y mucho más de lo que otros quieren que sepamos.
En la Red hay abundante información al respecto y para los no iniciados en la materia recomiendo que para empezar recalen en "Big Data y la historia del almacenamiento de la información", la didáctica "narración" que ofrece Winshuttle a la que cientos de curiosos hemos recurrido para tener una idea cabal de lo que ocurre y de lo que puede ocurrir.
El objetivo del sistema, del Poder, es crear un Big Data global o lo que es lo mismo, conectar todos los almacenes de datos existentes, cuyo número no sólo va en aumento sino que además la abundancia de las entradas es tal que obliga a ampliar los almacenes cada vez con mayor frecuencia. Una vez armonizados y conectados los almacenes, se pondría en marcha el Big Data planetario. Y justo ahí radica el problema.
Sin embargo, a pesar de que ese proyecto tiene intenciones y utilidades que están cerca del vicio y alejadas de la virtud, nada menoscaba la necesidad de disponer de los Big Data; pero, yendo al grano: ¿es preciso fundirlos?
Un Big Data global sólo tendría una utilidad práctica y una finalidad: el control. Y no seamos ingenuos: los Big Data de ámbito estatal también acabarán sirviendo para lo mismo.
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El temor es fácilmente comprensible. Un ingenio que disponga de todo tipo de datos de una persona permitirá relacionar informaciones precisas sobre muy variados aspectos: las condiciones físicas del individuo, sus hábitos y conocimientos, el peculio del que dispone, su entorno, aficiones, obligaciones, afectos, gustos gastronómicos y sexuales, su religión si la tiene, etcétera y muchos etcéteras; de modo que el propietario del Big Data global podrá prever las decisiones del sujeto e incluso conocer sus proyectos y las acciones que planea ejecutar, con lo que el Poder podrá introducir cambios en unos objetivos, alentar otros o viceversa, o bien instrumentalizar, malear...
En el futuro, usted, amable lector/a, su hijo o todo lo más tardar su nieto será probablemente "guiado" por el Big Data de una distribuidora de electrodomésticos para comprar esta batidora de frutas, justo esta, no otra; así se cultivarán necesidades, preferencias, deseos y si seguimos cantando aleluyas a la tecnología por la tecnología, ¡el Big Data también orientará el voto! [pero ya no lo depositaremos en urnas, sino que lo emitiremos telemáticamente, o eso pretenden. Pero dejemos para otro día el creciente interés del Poder en promocionar el voto electrónico, pospongamos ese debate porque nos pondremos de mal café y no prestaremos atención a Big Data...].
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Todos los actos de la vida dejan rastro
Un hipotético Big Data global no sólo utilizaría las referencias almacenadas, la trayectoria vital, sino que además seguiría almacenando los datos que protagonizamos a diario, esos pequeños rastros que dejamos en casi todos los actos de la vida, desde acudir a la consulta del médico hasta comprar un billete de avión, presentar una reclamación en la oficina del consumidor o llamar por teléfono a tal o cual amigo o conocido, sea un compañero de jugar al tute, un miembro de la asociación de vecinos o del sindicato...
Lo dicho: todo.
Hay gurús que presentan el Big Data como un anhelo y un objetivo fundamental para el desarrollo del ser humano. Esta tesis y tarjeta de visita refleja una pasión y exageración que son tan absurdas como negar la utilidad de los datos.
Miles de expertos de todo el mundo (incluidos los que dicen serlo) elogian la construcción del Big Data y cantan sus ventajas con afán similar al de quienes provocaron que la econometría acabara sustituyendo a la Economía, hasta el extremo de que los gobiernos y sus servidores, obnubilados o por interés, ya miden la felicidad de las personas con el PIB.
La estupidez y la codicia siempre acaban estrechando lazos.
A caballo del Big Data y de la pasión visceral por la tecnología y el dato puntual, en las instituciones y en la mayoría de los medios cada vez son más quienes prefieren la estadística que el conocimiento; peor todavía: cada vez son más los ciudadanos que otorgan más crédito a una verdad elaborada con datos almacenados que a una prueba empírica [= la vida].
Está de moda hablar del Big Data. Lógico. Inevitable. Pero el asunto merece más rigor que el propio del esnobismo, la pasión por la tecnología o el interés.
Un post no da para más. Confío en que el texto sirva para concitar la curiosidad por Big Data, pero no sólo por sus ventajas tecnológicas, que las tiene y son muchas, sin duda.
En fin, procuremos no olvidar que decir buenas noches siempre precede al buenos días de la mañana siguiente.
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INFORMACIONES relacionadas:
«Doce documentales para entender la historia de la tecnología», por Juan Jesús Velasco, en eldiario.es;
«El "big data" ya no necesita a los humanos», por Javier Barbuzano, en El país.
«Viva el "big data"... pero para otros», en El país.
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INFORMACIONES relacionadas:
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«El "big data" ya no necesita a los humanos», por Javier Barbuzano, en El país.
«Viva el "big data"... pero para otros», en El país.
Queda un regusto que pide más...
ResponderEliminarHola Félix,
ResponderEliminarNo sé donde plantearte la siguiente pregunta, si no te importa hablar de ello. Quizá a veces le doy muchas vueltas a las cosas. Si la corrupción es un delito como el racismo, la xenofobia, la apología a la violencia...pero que estén tipificados como delitos no significa que haya gente que los respete ¿no te parece? vamos que se pasan el código por donde les parece mejor. Que sea un tema recogido y que figure tipificado no es garantía de que no suceda. Entonces, cuál es el sentido? Quizá hay algo que se me escapa.
Un abrazo.
Que una ley tipifique como delito un acto no impide que alguien lo cometa.
EliminarEn el fondo, creo que planteas una cosa bien simple: ¿por qué hay ciertos delitos en los que la Administración de justicia actúa con tanta lentitud o impone penas tan suaves?
Que las penas sean o no acertadas, racionales o estén proporcionadas con la gravedad del delito no depende de los jueces, sino de los legisladores (diputados), que en lo tocante a los delitos vinculados a la corrupción han legislado con evidente... (pon el calificativo que prefieras).
Y la lentitud o relajamiento con el actúa la Justicia, eso es prolijo y depende o se debe a varios factores: desde la diligencia y profesionalidad de los funcionarios hasta la escasez de medios (en materia de informática y comunicaciones telemática hay juzgados y jurisdicciones enteras en las que España parece la "biafra" europeo), pasando por las presiones de todo orden (sobre todo las presiones políticas a los fiscales) , etc. etc. etc.
El de la Justicia es uno de los grandes asuntos por los que la transición pasó de puntillas.
Saludos.