09 noviembre 2014

Noche del 9 al 10 de noviembre de 1989: la RDA abre el muro de Berlín y la Guerra Fría se congela

El sector mayoritario del partido "reinante" en la RDA tiró el guante,
la RFA lo recogió e impuso la prudencia en Occidente
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Esta noche se cumple el 25.º aniversario de la apertura del muro interalemán y de uno de los pocos aciertos informativos de los grandes medios de Occidente durante la larga guerra fría: anunciar el acontecimiento con un aséptico «ha caído el muro de Berlín», aunque algunos --los más "correctos"-- afirmaron que el muro estaba siendo derribado por los belineses debido a la presión de Occidente... Falso.
El muro pudo ser derribado porque lo dejó caer la RDA con el visto bueno de Moscú y en connivencia con la RFA.
La apertura y el inmediato desmantelamiento físico se iniciaron la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989, pero el acontecimiento había sido decidido meses antes por Moscú y las autoridades de Pankow, que informaron previa y confidencialmente al Gobierno de Bonn, al que incluso comunicaron la jornada elegida unos dias antes [entre tres y siete, según la fuente].
El 18 de octubre, en la capital de la República Federal Alemana (RFA) recibieron la primera señal del principio del fin y detallada información sobre la sorprendente dimisión de Eric Honecker como jefe de Estado de la República Democrática Alemana (RDA), lo que certificaba la derrota definitiva del sector duro del Partido Socialista Unificado (SED), que había reinado sin oposición en Alemania oriental hasta hacía apenas dos años.
Tras la defenestración --dimisión forzada-- de Honecker y los contactos habidos en las horas siguientes todos los que ocupaban altas responsabilidades de gobierno, tanto al este como al oeste del muro, sabían que la RDA había iniciado el proceso de suicidio. 
El sustituto de Honecker, Egon Krenz, cumplió el plan diseñado por el sector aperturista del SED [en coordinación con Moscú] y acometió inmediatamente las reformas que su antecesor se había empeñado en posponer sine die.
En contra de lo que numerosos analistas "de orden" han afirmado, ninguna de las medidas que puso en marcha Krenz era improvisada. El plan Die Wende (el cambio), tal como fue bautizada la apertura del muro, estaba diseñado hacía meses y lo único que había quedado en el aire era la velocidad.
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Arriba, antes y abajo, ahora
El fin estaba
decidido hacía
varios meses

La mayoría de los miembros de la cúpula de la RDA estaban convencidos de que tocaba coger la realidad por las solapas, sin miedo, y entre otras medidas más trascendentes pero menos llamativas apostaban por suprimir todas las restricciones para viajar al extranjero.

[Varios gobiernos del bloque soviético, en especial los de Checoslovaquía, Hungría y Polonia, urgían desde hacía ya varios años para que la RDA regulara los viajes al exterior porque las entradas ilegales de germano-orientales en sus países --utilizados como plataformas para luego saltar a la Alemania occidental-- iban en aumento y generaban crecientes problemas sociales, económicos, políticos y legales]
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Mediada la década de 1980, primero fueron dos, luego tres, cuatro, cinco y al paso de un lustro la mayoría de los miembros del comité central del SED primero admitían y luego proclamaban que era necesario desmantelar el muro y negociar la unificación con la RFA
A inicios de 1989 Honecker y los fieles a la "ortodoxia" ya se habían quedado en minoría pero el viejo estalinista era porfiado y pelearía durante diez largos meses.
El 6 de noviembre de 1989, tres días antes de que se abrieran las puertas, el Gobierno de la RDA confirmó públicamente que ultimaba la redacción de una ley para regular los viajes al extranjero con la finalidad expresa de levantar las restricciones y facilitar las relaciones humanas y comerciales con el resto de Alemania. Apenas 24 horas después, el día 7, anunció que el texto de la ley ya estaba prácticamente rematado y que el modelo se denominaba pases de visita.

¿Hubo improvisaciones?... Ninguna

El proyecto había sido largamente debatido y diseñado al detalle. Era farragoso, como casi toda la legislación pergeñada por el partido (SED), pero en cualquier caso lo qe ya se sabía más lo que se intuía constituían un chorro de aire fresco. 
A primera hora de la tarde del día 9 de noviembre, la ley y los llamados pases de visita --en rigor, visados de salida-- fueron aprobados oficialmente.
Durante las jornadas precedentes se habían producido una serie de acontecimientos que parecían improvisados, aunque en realidad eran pequeñas decisiones y acciones premeditadas que servían para ir acompasando dos tácticas --¡a la vez que sendas lecciones políticas!-- que avanzaban en paralelo: la prudencia y apoyo de la RFA (Alemania occidental) y la acción del sector mayoritario del SED, cuyos cuadros temían que si no actuaban con rotundidad a la vez que con máxima discreción, Honecker regresaría.
La tesis de la improvisación se apoyaba en que los círculos oficiales de rango medio y bajo y la oposición derechista (clandestina) de Alemania oriental ignoraban lo que se cocía en la zona alta del SED, amén de que unos y otra navegaban en un mar de confusiones debido a las objeciones de procedimiento formuladas por el Ministerio de Justicia, cuyas prevenciones eran sólo formales pero generaron la sensación de que el sector duro del SED podía paralizar la entrada en vigor de los llamados pases de visita y demás reformas.
Esa situación y la tradicional falta de comunicación entre los dirigentes y el funcionariado debase del partido fueron interpretadas con intenciones tan aviesas como infantiles, pues hubo quienes afirmaron que las contradicciones entre unos y otros se debían a que en el seno del partio (SED) estaba triunfando la tesis de quienes se oponían a abrir el muro.
Lo parecía, pero no era así.
Ciertamente, la opacidad de los embozados provocó que la habitual falta de coordinación entre las autoridades ejecutivas de rango alto, medio y bajo fuera mayor, prueba de ello es que en la noche del día 9 y ya abierta la primera puerta del muro los mandos de la Policía Popular (vopos) no sabían cómo proceder.
Sin embargo, esa descoordinación no constituía un fenómeno fuera de control ni obedecía a una maniobra de los estalinistas, sino que se trataba de una tara habitual en la RDA que esa noche fue aprovechada premeditadamente por los reformistas.
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En la imagen superior, trabajos de construcción
(1961) y en la inferior, escena del derribo (1989)
El error no era tal
sino simulada
precipitación

Lo realmente sustancial, el hecho que permite comprender lo ocurrido durante esos días fue protagonizado por el periodista pomerano Günter Schabowski, miembro y portavoz del comité central y del buró político del partido único (SED, pues todavía calentita la ley, compareció a última hora de la tarde del día 9 en una rueda de prensa a la que habían sido convocados periodistas extranjeros para anunciar urbi et orbe que quedaban derogadas todas las restricciones para viajar al extranjero.
En este caso el anuncio no obedecía a otra venturosa descoordinación, sino a una iniciativa elaborada que tenía objetivos de calado mayor.
Ya entonces, hubo varios periodistas y observadores —ninguno de ellos adscrito a los grandes medios de información de masas de Occidente— advirtieron que las acciones y comparecencias de Schabowski no eran improvisadas y que sus parlamentos no eran fruto de errores ni de un casual ni del desconocimiento.
El día 9 Schabowsky y sus acompañantes volvieron a actuar saltándose las convenciones del régimen, con solo aparente pero premeditada improvisación y con intenciones políticas que iba más allá de los viajes al extranjero.
Nadie ignoraba, salvo los ingenuos y los desinformados ciudadanos de Occidente --aparte de los periodistas que laboran al servicio de posiciones previas-- que Schabowski estaba adscrito al sector del SED que propugnaba cambios profundos en el régimen con la finalidad de avanzar hacia la reunificación alemana.
Además, el día 9 el periodista y portavoz del SED compareció acompañado por tres significados y significativos miembros del comité central del partido: Manfred Banschak, Gerhard Beil y Helga Labs.
¿Cuál era el objetivo de la solo aparentemente precipitada rueda de prensa?: anunciar el fin de las restricciones para cruzar la frontera interalemana, lo que constituía un arma de doble filo, pues servía para llamar la atención pública del este y del oeste, ganar el favor de los ciudadanos germano-orientales en general y, al mismo tiempo, forzar una serie de "transformaciones" en la cúpula de la RDA que, en definitiva, fueron las que propiciaron que el Die Wende no se quedara en las formas ni en el entonces crucial pero en rigor simple derecho a viajar.
El anuncio de que ya se podía cruzar el muro provocó el estallido del rosario de tensiones vividas durante meses en el seno del partido y del Gobierno reinantes, resultando que las tensiones eran casi todas tan virtuales que fueron superadas por la sociedad en cuestión de días porque, entre otros cambios inadvertidos, los estalinistas era cuatro...
Varios altos cargos del sector duro del régimen intentaron que la apertura del muro fuera pospuesta hasta las 8 de la mañana del día siguiente, tal como estaba teóricamente previsto, y que a los interesados en viajar se les aplicara el requisito de solicitar el llamado pase de visita... ¡Hasta en esas formalidades fracasaron los estalinistas!, pues no solo estaban en franca minoría sino en proceso de desaparición.
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Dos preguntas cruciales para sendas respuestas
que aceleraron el Die Wende 

Durante la rueda de prensa de Schabowski un corresponsal extranjero formuló una pregunta crucial: «Señor Schabowski, ¿no cree que ha sido un grave error la ley de viajes que ha sido presentada hace escasas fechas?»

[Una cuestión sigue abierta desde entonces: ¿había un acuerdo previo entre el periodista del SED compareciente y uno o varios de los que preguntaban?]

Schabowski, que había extraído del bolsillo y desdoblado unos folios con membrete oficial, subrayó que «para evitar más líos» [en alusión a los pases de visita] los ciudadanos de la RDA «podrán viajar a la Alemania occidental sin pasaporte ni visado» [tal como ya había sido pactado en secreto con Bonn] y añadió: «Bastará con mostrar el carné de identidad o un documento similar» en los puestos fronterizos.
A continuación leyó varios párrafos del texto de la ley recién promulgada:
«Los viajes privados al extranjero se pueden autorizar sin la presentación de justificante», medida que había desaparecido en la nueva redacción, así como los motivos del desplazamiento y el domicilio de residencia durante la estancia en el extranjero, entre otros requisitos
«Los viajes de duración permanente --o sea, migrar o mudarse a la RFA-- también pueden hacerse en todos los puestos fronterizos interalemanes».
Más claro, bastaba presentar el carné de identidad para cruzar al otro lado.
Otro periodista interrumpió la mecánica lectura para preguntar «¿cuándo entrará en vigor?»
Schabowski, hojeando los papeles y aparentemente absorto en la lectura, sólo aparentemente, contestó con naturalidad: «Inmediatamente».
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Pulsar sobre el mapa para ampliarlo
La historia oficial
está escrita
para crédulos,
cómodos e ingenuos

La historia oficial dice que Schabowski dijo lo que dijo porque no había leído previamente el texto íntegro de la ley, que en uno de sus teóricos apartados precisaba que los pases de visita entrarían en vigor a primera hora de la mañana del día siguiente y que los peticionarios deberían consignar ciertos datos... bla, bla, bla.
Con perspectiva y sin rodeos, se requieren altas dosis de ingenuidad para dar por buena la explicación de que el pomerano se había equivocado porque no había leído la ley.
Las emisoras de radio y televisión hicieron el resto del trabajo. La noticia corrió tanto o más rápido que si hubiera circulado vía SMS o Twitter, entonces inexistentes. 
Las palabras el muro está abierto resonaron en todos los hogares y centros de trabajo, en los transportes públicos, en las calles de las urbes y también en las plazas de villas y pueblos.
Miles de germanorientales, que en esas primeras horas casi todos eran berlineses, se dirigieron a los puestos de control. Ya era noche cerrada y la mayoría no acudía para cruzar al oeste, sino para comprobar si era cierto que el régimen permitía cruzar el otrora infranqueable telón de acero.
La presión y el entusiasmo fueron in crescendo y al filo de las diez de la noche del día 9 de noviembre un oficial de los vopos [todos los mandos de la Policía Popular eran miembros del partido único, el SED] fue el encargado casual de abrir el futuro: la primera barrera que cayó fue la del checkpoint de Bornholmerstrase.
A lo largo de la noche del 9 al 10 de noviembre los germanorientales que cruzaron al oeste sumaron poco más de dos mil, dejando constancia de la marea que se avecinaba pues muchos de ellos no cruzaban por los puestos que ya permitían el tránsito sino que cortaban alambradas, escalaban el muro y lo saltaban.
Salvo excepciones, los guardias se limitaron a observar, los hubo que incluso ayudaron a los más torpes para que treparan el muro sin sufrir daño. Numerosos agentes sonreían y a la vista de las imágenes que quedan del evento, los rostros de la inmensa mayoría de los vopos denotaban satisfacción y solo algunos, indiferencia pero ninguno cumplió la teórica orden de disparar, ¡que no había sido derogada! También hubo policías germanorientales que acudieron a charlar, a cambiar impresiones e incluso abrazos con sus colegas y compatriotas del lado occidental.
Antes de que amaneciera el 10 de noviembre varias decenas de alemanes —tanto residentes en el este como en el oeste— provistos de mazos, martillos, picos y palas habían iniciado la demolición sistemática y social del muro.
Y Berlín fue una fiesta... o eso dicen. 
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NOTA:
La Historia es aficionada a las casualidades, en las mimas fechas se cumplen años de La Noche de los Cristales Rotos, el primer pogromo nazi contra alemanes de fe judaica, ejecutado durante la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938: pulse aquí para acceder a más referencias y datos.
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DE INTERÉS:
"La caída del muro, ¿dónde está la fiesta?", por Luciana Castellina, vía SIN PERMISO, y
"El muro sigue ahí", por Ángel Ferrero, vía ELDIARIO.ES.

2 comentarios:

  1. Podemos concluir que, con todas las dificultades y los problemas, la reunificación alemana ha sido un éxito.

    Saludos.

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    1. Sin duda, aunque conviene no olvidar que persisten los problemas de encaje tanto personales (hay germano-orientales que todavía no lo han asumido debido a criterios educacionales que afectan a las relaicones laborales y con la autoridad) como colectivos (la situación económica de quienes residen en los "land" orientales sigue acusando deficiencias, incluso en los servicios).
      En todo caso, fue positivo que el país recuperar su ámbito y ambas sociedades restañaran las heridas más graves.

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