Afirmar que la corrupción es reciente es fruto de la ignorancia o de haberla practicado o beneficiado con ella

El fenómeno está arraigado porque nada más acabar la

guerra (1939), el régimen creó una amplia y tupida

red de complicidades basada en las decenas de 

miles de excombatientes que, prebendas aparte,

eran los depositarios y agentes de la moral 

Para salvaguardar la paz [cuyos pilares ganaban firmeza abriendo zanjas para dar tierra a los desaparecidos o encerrando vidas en los penales], los combatientes civiles y militares autores del golpe de Estado 

de 1936 contaron desde el primer día con el todopoderoso

apoyo de los obispos y del Papa, a la sazón Pío XI, 

el artífice de los Pactos de Letrán con el Duce,

Benito Musolini, quien reconoció la

soberanía de El Vaticano y a su
jefe de Estado, el Papa.

Bien avanzada ya la década de 1951, una vez solidificado el  terror en

 las entrañas de los ciudadanos y perdonado por haber comulgado

con nazis y fascistas, el régimen se atemperó y se afanó en 

buscar el relevo a los excombatientes y fieles iniciáticos.

Mientras un grupo de tecnócratas apolíticos ponía en marcha un plan 

de estabilización ecónomica que en rigor era de racionalización, 

el regimen decidió premiar a los listos y normalizar dos

virtudes que humanizan la corrupción: el nepotismo

y el amiguismo [¿y las clases bajas? ¡Ascensores

que fometen y premien el servilismo!]. 

Millones de españoles han olvidado o ignoran que la dictadura alejó a España de los llamados países de "nuestro entorno" en todos los aspectos. Allí también hubo y hay chanchullos, cierto, pero nada que ver con los organizados aquí, a veces fomentados desde arriba haciendo cómplices a los de abajo que, llegado el caso, son los culpables.

En el resto de Europa Occidental la corrupción nunca fue comparable a la española en cantidad y mucho menos en cuanto a eficacia. 

Pasaron los años, acabó la dictadura, España ingresó en la UE y la comparación sigue arrojando similares resultados porque al contrario que aquí, allí los corruptos no se benefician de tan generalizada innhibición social y muy rara vez sus partidos les vuelven a dar cancha o los electores les votan.

La arraigada corrupción no es reciente ni surgió por combustión espontánea, es fruto de la propia Administración, donde se practicó durante décadas a la vez que instruía a los administrados a ser listos para relacionarse con las autoridades y triunfar en la vida,.

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Hay quienes consideran que este tipo de "chistes"
tienen gracia, pero contribuyen a distorsionar
la comprensión social de la corrupción
y desprestigian el sistema democrático

Si usted recuerda,

debe olvidar y

si lo ignora, mejor...

A pesar de ese pasado hay cargos públicos, dirigentes políticos, líderes sociales y creadores de opinión que dicen tonterías que solo son disculpables si por edad no han conocido cuan natural era recurrir a los regalos, al pago de dinero bajo mano, a la entrega de otro tipo de bienes o a la prestación de algún servicio para obtener plaza en un colegio público, una vivienda subvencionada, una licencia de importación o una concesión administrativa para erigir una industria, un negocio o una chalé a pie de playa; por poner solo algunas de las decenas de tramitaciones que tenían garantizado el éxito si haces las cosas como debes.

No hacía falta que fueran grandes asuntos, durante decenios para girar solicitudes de rango menor fue necesario presentar un papel firmado por el alcalde de barrio, el delegado local del Movimiento --que acostumbraba a ser un excombatiente--, el cura de la parroquia o alguno de los comisarios morales de la época; ese papel, por el que siempre se contraía una deuda explícita o implícita, era tan valioso como un cheque avalado por el banco: traiga el certificado de buena conducta y le damos la plaza mañana mismo.

Todo ello y más sin olvidar el reparto de prebendas y sinecuras a parientes y amigos personales, políticos o económicos, era práctica tan corriente que acabó siendo aceptada como lógica por un elevado porcentaje de los súbditos de ¡Vivapaña! 

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Los medios y periodistas "comprados" y las informaciones que
maquillan u ocultan los hechos favorecen la corrupción

[He escrito súbditos, sí, pero no por error, sino porque en rigor corresponde a los habitantes de la España inmortal, donde los ciudadanos tratados con mínimo respeto y consideración constituían una exigua minoría, el resto eran (éramos) súbditos que a millones fueron perjudicados una, dos, tres y más veces por lo que siempre era descrito oficialmente como un "lamentable e inevitable" error administrativo o judicial, a la vez que cientos de miles de aquellos súbditos fueron catalogados como indeseables o subversivos, multados o encarcelados y en miles de casos (sí, miles) fueron víctimas de un pelotón, del muy civilizado garrote vil o de un infortunado disparo que a veces, en el colmo de la mala suerte, solo era de intimidación o se había tirado al aire... ¡qué cosas tan singulares ocurrían en aquella España, incluso había gente que volaba y era abatida cual pato de feria!]

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Pasan los años y a quienes ya eramos adultos cuando murió el tirano nos indignan, o cuanto menos nos sorprenden, quienes despachan el fenómeno afirmando que la corrupción ha sido generada por la democracia y los partidos políticos. ¡Mentira!

Para decir tamaña simpleza hace falta ser menor de 50 años y memo, ser hijo biológico o político de alguien que vivió plácidamente en la ignominia, o bien ser un tipo que sacó tajada durante el reinado del dislate --sin menoscabo de la cuota de personas aculturizadas, ingenuas, enajenadas, etc.

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Tanto arraigó que aún reina el «no seas tonto, aprovéchate»

Para reducir el alto grado de corrupción que acusa España desde hace decenios y no solo en las instituciones es necesario que el poder judicial actúe con rigor y que el legislativo adecue el Código Penal; pero tanto o más necesario es que la ciudadanía en general conozca sin ambages el origen y las causas por las que el mal es extenso y está arraigado. El fenómeno no solo es muy anterior a la democracia, sino que a partir de 1977-78 se atemperó.
Tanto calaron las prácticas y las virtudes imperantes en la España inmortal que la sociedad aprendió a soportar la corrupción y la hizo suya, la interiorizó hasta el punto de que sus enseñanzas han pasado de padres a hijos y hoy todavía son millones los que la "digieren" a diario y la perdonan en las urnas.

No se engañe, amable lector/a, ese lavado de manos es generalizado y posible porque este es el país de la eterna Transición a la democracia, o lo que es lo mismo: siguen vigentes parte de los hábitos, valores, hipocresías y también criterios socio-políticos de la España inmortal... incluso estamos recuperando la censura.