Hace ahora un año fueron noticia 103 niños chadianos que estaban a punto de ser trasladados a Europa por la oenegé L’Arche de Zoé.
Los «traficantes de menores» --así los calificó la Justicia chadiana-- fueron condenados, semanas después indultados y regresaron a Francia (¿?).
La sorpresa fue total.
Tan singular epílogo se debió a una opaca negociación entre los jefes de Estado francés y chadiano, François Sarkozy e Idris Deby, respectivamente, cuyo contenido no ha sido revelado.
Pues bien, un año después:
Primero: Nadie se ha vuelto a interesar por los 103 niños;
Segundo: Los organizadores de aquella adopción de menores han sido perdonados con generosidad pasmosa; y
Tercero: El Estado francés ultima el abono de los 6,3 millones de euros de indemnización que la Justicia chadiana impuso a los reos.
Es decir, la única pena que en realidad pesa sobre los secuestradores será pagada por los contribuyentes franceses.
En resumen, L’Arche de Zoé, organización que mantenía extraños lazos con un laboratorio biomédico, ha gozado de un grado de protección inexplicable.
Llegados a este punto, conviene recordar que poco después del indulto personal del que gozaron Eric Breteau y sus cómplices, el ejército francés intervino en Chad para salvar a Idris Deby de un golpe de Estado.
Ha pasado un año y nada ha trascendido de cómo, para qué, por qué y quiénes organizaron aquella oscura adopción.
Es más, una vez abonados los 6,3 millones de euros, muy probablemente Sarkozy será felicitado por haber protegido con ejemplar eficacia a un grupo de civilizados, solidarios e inocentes ciudadanos de Occidente.
Es más, una vez abonados los 6,3 millones de euros, muy probablemente Sarkozy será felicitado por haber protegido con ejemplar eficacia a un grupo de civilizados, solidarios e inocentes ciudadanos de Occidente.
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