Pero una vez ventilados algunos hechos --todo indica que queda mucha tela que cortar--, resulta curiosa la minuciosa indagación de los criterios empresariales que rigen en el imperio Murdoch y los orígenes de la personalidad de quien es un referente en el negocio de informar, a quien muchos de los que ahora lo satanizan han servido y halagado sin cuento...
Dejando de lado detalles que forman parte del tomate, de la trayectoria vital de Rupert Murdoch sólo cabe reseñar que se ha casado tres veces y que la segunda y tercera esposas eran empleadas suyas.
Dejando de lado detalles que forman parte del tomate, de la trayectoria vital de Rupert Murdoch sólo cabe reseñar que se ha casado tres veces y que la segunda y tercera esposas eran empleadas suyas.
En total, el potentado tiene seis hijos, pero sólo uno trabaja en la corporación, James Murdoch, que es quien compareció junto a su padre en la Cámara de los Comunes, en una sesión extraordinaria convocada para que los diputados británicos demostraran formalmente su interés en poner coto a los chanchullos en los que incurren o han incurrido un número todavía indeterminado de periodistas.
Porque hay un detalle capital que, sin embargo, ha sido y es orillado por la mayoría de los medios y de los gurús del periodismo, de modo que conviene subrayarlo:
Las acusaciones penales que investiga la Justicia británica --y ahora también la estadounidense-- se refieren a hechos protagonizados por profesionales de la información.
En buena lógica, cabe inferir que el medio o los medios para los que trabajaban o trabajan esos periodistas ordenaron esas práticas o eran conocedores de ellas; pero en la mayoría de los textos informativos y de opinión que se difunden se silencia o minimiza el protagonismo de los periodistas a pesar de que es un hecho sustancial --sin olvidar que además de periodistas, están implicados policías y detectives privados.
Los inicios fueron prometedores
Rupert Murdoch, en 1969 |
En los años cincuenta, el joven Rupert heredó un pequeño pero prestigiado periódico local gestionado por un grupo de periodistas y amigos, en el que Rupert se integró y con el que se identificó.
Entre otros méritos, el rotativo y su propietario se implicaron en asuntos como la defensa de los derechos civiles de los indígenas australianos, criticaron la actitud racista de la clase dominante (anglosajones) con respecto a los nativos y a los inmigrantes llegados desde Filipinas, Indonesia, el sudeste asiático, China o Japón, entre otras geografías, e incluso defendieron a un ciudadano negro que fue acusado sin pruebas y condenado a muerte por violación y asesinato.
Pero aquella actitud de Murdoch se diluyó precisamente con motivo del episodio del violador y asesino injustamente condenado --finalmente, la pena de muerte fue conmutada por cadena perpetua-- y, paradójicamente, fue entonces cuando el joven Rupert descubrió las ventajas que le podía reportar estar detrás o junto al Poder; es decir, formar parte de la clase dominante.
Optó por tener poder, fue un alumno muy aplicado y además disponía de posibles, por lo que obtuvo buenas notas y supo aprovechar las oportunidades...
Así emergió Murdoch.
Así emergió Murdoch.
[Sobre ese pasado, así como acerca del nada ejemplar padre de Rupert Murdoch, y también sobre los sucesivos éxitos del editor australiano ha elaborado un interesante relato Bruce Page, titulado “A real history of Rupert Murdoch”, publicado en la ePágina de CunterPunch]
Regresando al que sería el otro meollo de este post y aparte de otras revelaciones y enseñanzas del caso Murdoch --porque habrá más, sin duda--, convendría subrayar que las porquerías que hay debajo de no pocas alfombras mediáticas se han acumulado y se acumulan con la indispensable e interesada colaboración de periodistas asalariados, cuyas ignominiosas aportaciones siempre son recompensadas.
CON ANTERIORIDAD,
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