Hay informaciones que apenas trascienden. Esta es una de ellas: en el Parlamento Europeo numerosos representantes de Polonia acostumbran a colocar en sus pupitres banderitas polacas en un alarde de pueril nacionalismo que, amén de chanzas y rechiflas, genera periódicas diatribas y la repulsa de la generalidad de los eurodiputados, hartos de chiquilladas patrioteras que son contrarias a la esencia de la Unión Europea.
La deriva ultranacionalista de la mayoría gobernante empieza a levantar ampollas en la UE y, por descontado, en el país natal del primer Papa del Este.
Prueba inequívoca de los sarpullidos que levanta tan radical polonismo es que hasta el ex presidente Lech Walesa --que en su día dejó constancia de que se le puede acusar de muchas cosas menos de antipolaco-- ha repudiado públicamente a sus herederos ideológicos, personificados en el actual presidente polaco, Lech Kaczynski, y el primer ministro, Jaroslaw Kaczynski; que son hermanos gemelos genética e ideológicamente.
La deriva ultranacionalista de la mayoría gobernante empieza a levantar ampollas en la UE y, por descontado, en el país natal del primer Papa del Este.
Los hermanos Kaczynski, mismos genes e idéntica ideología |
El detonante de esa ruptura es la ley promovida por los ultranacionalistas y sus aliados que, entre otras barbaridades, prevé que los ciudadanos que aspiren a la función pública deberán someterse a una investigación de índole personal para comprobar que no colaboraron directa o indirectamente, ni voluntaria o involuntariamente con el anterior régimen. Por si fuera poco, todos los nacidos antes del 1 de agosto de 1972 que actualmente formen parte de la Administración (incluidos docentes, abogados, notarios, diplomáticos, periodistas, directivos de las empresas públicas, etcétera: en total, 105.000 personas) tendrán que presentar un “certificado de limpieza” emitido por el llamado Instituto Nacional de la Memoria.
No es de extrañar, pues, que hasta Walesa --hijo de campesinos, ex electricista en los astilleros de Gdansk y azote de liberales, socialistas, comunistas, anarquistas y agnósticos-- haya marcado distancias con quienes están convirtiendo Polonia en una democracia vigilada. En todo caso, conste que el integrismo católico de Walesa sentó los cimientos de la Polonia actual.
La admirada Polonia está en manos de un grupo de esencialistas cuya política tiene tres pilares: los neocon estadounidenses (Bush es su profeta), el libre mercado que propugnan los monopolios (¡menuda contradicción!) y la pujante oligarquía formada por los nuevos ricos del país (entre los que abundan los ex cuadros estalinistas).
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