02 marzo 2024

1974-2024: 50.º aniversario del "asesinato legal" de Puig Antich

Medio siglo después de darle garrote y a 45 años de la Constitución,
el "Estado social y democrático de Derecho" (sic) rehúsa anular la sentencia
del tribunal de la IV Región Militar, cuyo fiscal ni siquiera presentó
el preceptivo informe para probar que el proyectil que hirió de muerte 
al inspector Anguas Barragán fue percutido en la Kommer dSalvador
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Hoy, hace 50 años que el Estado español empleó el garrote vil para matar a Salvador Puig Antich en cumplimiento de la pena impuesta por el tribunal de la IV Región Militar.
El 1 de marzo de 1974 fue un día largo, muy largo. El general Franco había rehusado condonar la pena de muerte a pesar de las numerosas peticiones de clemencia llegadas desde medio mundo, también desde El Vaticano. 
La noche que siguió fue todavía más larga. 
Salvador, que tenía 25 aos, esperó en la celda 443 de la Modelo de Barcelona. Veinte minutos después de las nueve de la mañana del día 2 de marzo la sentencia fue aplicada por el verdugo de la Audiencia Territorial de Madrid, enviado ex profeso a la ciudad catalana porque, según funcionarios de la Modelo, los militares rehusaron usar el garrote vil para cumplir la orden de matar emitida por sus magistrados
A las 9:40 horas del 2 de marzo de 1974, un capitán médico firmó el crtificado de muerte del libertario catalán.
El escenario donde el verdugo rompió el cuello a Salvador reflejaba la chapucera improvisación y la desidia que caracterizaba a numerosas autoridades de la época. El garrote había sido instalado en una de las estancias de la prisión barcelonesa destinadas a tramitar y almacenar los paquetes que los visitantes entregaban en recepción para sus parientes o amigos encarcelados.
Tan alto grado de improvisación a la hora de organizar una ejecución era en cierta medida lógico, casi inevitable, porque bien entrada la década de los años setenta entre los funcionarios de la prisión, tampoco el director ni los jefes de servicio, casi nadie consideraba posible que la dictadura arriesgara la paz interior y la escasa credibilidad exterior recurriendo otra vez a los asesinatos legales; de modo que en la Modelo, como en todas las demás cárceles provinciales y en casi todos los penales no existían dependencias destinadas específicamente a ejecuciones. De hecho, en La Modelo ni siquiera había un protocolo o normas al respecto, ni celdas habilitadas para condenados a muerte.
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Composición La esperanza del condenado a muerte,
de Joan Miró, con la que el autor rindió recuerdo
homenaje a todos los ejecutados.

El padre
de Salvador
fue condenado 
muerte en 1939

Puig Antich no militaba en el antifranquismo exclusivamente por convicción ideológica.
Salvador era el tercero de los seis hijos de Joaquim Puig, que durante la II República era miembro de Acció Catalana, formación nacionalista en la que convivían desde conservadores cristianos [cristiano y católico no son sinónimos] hasta socialdemócratas, como era el caso del periodista Antoni Rovira i Virgili, impulsor de Acció Republicana de Catalunya.
Debido a su pública pertenencia a una organización fiel a la legalidad, Joaquim se vio obligado a abandonar España en marzo de 1939, poco después de que el ejército golpista entrara en Barcelona. Solo así pudo evitar convertirse en uno de los cientos de baleados sin juicio previo con los que los golpistas celebraron durante varias semanas la toma de la ciudad condal.
Ya en Francia, Joaquim fue recluido en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Sin embargo, victorioso el alzamiento y aparentemente enfundadas las armas de guerra, confió en que no sería reconocido y regresó a Barcelona.  Pero alguien "señaló" a Joaquim, que fue detenido, juzgado y condenado a muerte, aunque indultado.
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Los futuros compañeros del MIL
se conocieron cursando el Bachillerato 

Con 16 años Salvador tuvo que ponerse a trabajar para seguir estudiando y finalizar el Bachillerato superior y el preuniversitario, cursos que realizó en horario nocturno en el Instituto Joan Maragall, donde trabó amistad con Xavier Garriga Pautuví y los hermanos Ignasi y Oriol Solé Sugranyes. Los cuatro amigos acabaron integrándose en el Movimiento Ibérico de Liberación (MIL).
El Mayo Francés, el proceso de Burgos, la represión contra las reivindicaciones laborales (singularmente salvajes en ciudades como Barcelona), entre otros hechos y circunstancias, tuvieron profundo eco en ciertos ámbitos de la sociedad española y propiciaron que a finales de los años sesenta y primeros setenta decenas de jóvenes barceloneses, entre ellos Salvador, se organizaran [nos organizáramos] y se comprometieran con las formaciones clandestinas de la izquierda, en comisiones de barrio, de centros de enseñanza o de empresa, y en algunos casos se auto-organizaban, como fueron los casos de los Comandos Autónomos (CC AA), os GARI, el FOR o el MIL, entre otros.
La primera organización con la que colaboró Salvador fue CC OO, integrándose en la comisión obrera de estudiantes del instituto en el que estudió el bachillerato superior. Con el paso del tiempo, la influencia de sus amigos más cercanos y su natural antiautoritarismo inclinaron la balanza a favor de las posiciones libertarias y ya en la universidad (cursó Económicas) Salvador se incorporó al MIL.
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Jamás pusieron bombas,
ni ejecutaron atentados

El MIL ejecutó acciones armadas, pero sus criterios y praxis eran distintos de ETA o del Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico, el FRAP.
El MIL jamás puso una bomba ni atentó contra policías, guardias civiles ni militares.
El MIL, al igual que los CC AA, solo utilizaba las armas para la autodefensa o para asaltar sucursales bancarias, locales de apuestas u oficinas de grandes empresas para financiar actividades políticas o socorrer a represaliados y a sus familiares.
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[En este punto conviene recordar que con motivo de la lucha contra la dictadura, ningún militante del MIL ni de otras organizaciones antifranquistas --armadas o no--, hizo fortuna, todo lo contrarioTampoco hubo dirigentes, con o sin armas de por medio, que engordaran sus cuentas corrientes o escondieran dinero en el extranjero]
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En el verano de 1973 y tras meses de debates informales, el MIL celebró una asamblea en Toulouse en la que tras un largo debate la mayoría de los asistentes decidieron desmantelar la organización, medida a la que se opusieron los hermanos Solé Sugranyes, que defendieron la opción de seguir operativos porque la dictadura lejos de iniciar la archianunciada apertura había endurecido su autoritarismo, descartando por la vía de los hechos que estuviera dispuesta a dar ni un solo paso hacia un régimen democrático.
La iniciativa de mantener activo el MIL solo fue apoyada por el grupo de compañeros y casi todos amigos personales de los hermanos Solé, entre los que cabe destacar a dos que eran muy conocidos en los círculos de la clandestinidad de la ciudad condal: Josep Lluis Pons Llovet y Jean Marc Rouillan.
Salvador Puig Antich y Garriga Pautuví también decidieron ser fieles a sus amigos de siempre, los Solé, con los que ya habían hecho piña en el barcelonés Instituto Maragall.
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Panel colocado en un céntrico parque de Bruselas
tras el comunicado oficial de la sentencia emitido
por las autoridades españolas


Once días cruciales: 
del 15 al 25 de
septiembre de 1973

El 15 de septiembre de 1973, tras un atraco realizado en Bellver de Cerdanya (en el extremo norte de la provincia de Lleida), la Guardia Civil detuvo a Oriol Solé [muerto en abril de 1976 por disparos de un guardiacivil, junto a la frontera franco-navarra, días después de la fuga del penal de Segovia] y a Pons Llovet; en tanto que el menor de los hermanos, Jordi Solé, logró burlar a los agentes y pasó a Francia.
Apenas una semana después, fueron arrestados la compañera de Pons Llovet y otro militante del MIL, Santi Soler Amigó.
Según una de las dos versiones conocidas [la más creíble], Soler sufrió tortura [esto está probado] y acabó confesando que el día 25 de ese mismo mes tenía concertada una cita con Garriga Pautuví en el bar El Funicular [ubicado en la calle del Consell de Cent, esquina con la de Girona].
Según la otra versión [harto peliculera, que es pura hipótesis], Soler fue "liberado" y bajo amenazas a su familia fue obligado a organizar el encuentro con varios de sus compañeros en el bar El Funicular.
Dando por cierta la primera versión, que es la plausible porque es de la que existen testimonios fiables, el 25 de septiembre de 1973 seis inspectores se apostaron en las inmediaciones de El Funicular con Soler a la vista, como cebo, a la espera de que llegara Garriga, que no acudió solo, sino acompañado de Puig Antich.

El relato ofcial de los hechos incurre en tan graves
contradicciones y vacíos que resulta increíble

El primero iba desarmado y cuando los agentes dieron el alto a los dos libertarios, Garriga levantó los brazos en tanto que Salvador, que portaba una pistola Kommer de calibre 6,35, intentó utilizarla pero fue golpeado y desarmado por los inspectores Anguas, Bocigas y Santórum, según ellos mismos refirieron en su atestado, en el que incluso precisaron que el arma arrebatada a Salvador portaba munición pero estaba sin montar [es decir, sin el primer proyectil del peine colocado en la recámara dispuesto para ser percutido].
La versión oficial de los hechos, la que fue remitida a las autoridades militares y que asumió como totalmente cierta el instructor del sumario y con la que el tribunal comulgó sin posibilidad alguna de ser rebatida, narraba que una vez finalizado el forcejeo y arrestados los dos libertarios, los policías condujeron a los activistas ya amanillados al portal más próximo, el número 70 de la calle Girona, y una vez dentro los detenidos reiniciaron la pelea (¿?) y se produjo un «intenso tiroteo» (¿?) durante el que Puig Antich disparó --cómo recuperó Salvador la pistola que ya le habían arrebatado los policías es un misterio-- e hirió a Francisco Anguas Barragán, que horas después pereció.
Puig Antich también resultó herido de bala durante la trifulca (¿?) en el portal y Garriga aprovechó el rifirrafe para huir y, siempre según la versión oficial, aunque logró alejarse corriendo fue atrapado «gracias a la colaboración de varios ciudadanos» (¿?), según se hizo constar oficialmente. Sin embargo, ninguno de los ciudadanoe que colaboraron con los policías fue identificado ni presentado como testigo para verificar la versión que dio por buena la Justicia militar sin comprobar nada. Además y esto es crucial, ni durante la vista oral del juicio ni con anterioridad no fue presentado ante el tribunal el estudio balístico probatorio de que la herida mortal sufrida por Anguas fue causada por una bala percutida en la Kommer que portaba Salvador
Posteriormente, ya fallecido el dictador, fuentes policiales afirmaron que sí fue elaborado y presentado el informe, lo que coincide con las declaraciones hehas en su día por el fiscal, que  dijo haber leído el informe.
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El polaco Chez era alemán
y se apellidaba Welzel

El mismo día, 2 de marzo de 1974, aunque 25 minutos antes también fue agarrotado en Tarragona el alemán Georg Michael Welzel, de 30 años de edad, nacido en Cottbus (Brandemburgo) y residente en Alemania Oriental (RDA) hasta 1972, año en que se mudó con permiso oficial a la Alemania Occidental (RFA).
Por motivos que las autoridades españolas de la dictadura y también las democráticas se han negado a precisar, la Administración franquista y la posfranquista mantuvieron viva durante más de treinta años la mentira difundida en 1974 conforme la cual Welzel era un ciudadano polaco y se llamaba Heinz Chez.
Chez sólo era una de las dos identidades falsas que utilizó el singular alemán cuando abandonó la RFA con rumbo sur; es más, ni siquiera era la identidad falsa con la que ingresó en España, cuya frontera con Francia cruzó como Klaus Hermann Rudolf Sackman, con pasaporte de la RFA.
A falta de una explicaón oficial, el motivo por el que las autoridades prefirieron utilizar el qiipasaporte de un polaco que el de un alemán estaría relacionado con que es la idea d   que es políticamente más adecuado publicitar la detención de un delincuente procedente de Polonia que de un país alineado con Occidente, como la Alemania federal.
Chez, así era conocido, fue condenado a muerte por haber asesinado a un guardiacivil en la cafetería del cámping Cala d’Oques, en L’Hospitalet de l’Infant (Tarragona), crimen acaecido el 19 de diciembre de 1972, siete días después de que el "polaco" cruzara la frontera franco-española a través de Port-Bou (Girona).
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Puestos a falsear los hechos, no solo
difundieron como buena la falsa identidad
del alemán Welzel, sino que también
divulgaron su foto trucada, la de la
izquierda, que fue la publicada
obedientemente por casi
todos los medios.  

Un crimen sin móvil 
ni explicación racional 

Aquel día, mientras Welzel-Sackman-Chez era atendido en la barra por una de las camareras, entró en el bar el guardiacivil que cada mañana tomaba café en el local.
Sin que el militar tuviera tiempo de saludar a las dos holandesas que atendían a los clientes, Welzel se giró, extrajo la escopeta que portaba bajo el abrigo y sin mediar palabra efectuó un disparo.
El guardia recibió el impacto en el tórax y murió prácticamente en el acto.
Según informaron entonces fuentes policiales no oficiales, seis días antes [es decir, apenas 24 horas después de haber entrado en España] Welzel ya había herido a otro agente del instituto armado en el puerto e Barcelona, pero en esa ocasión logró burlar a los agentes y abandonar la ciudad.
Una vez detenido, las autoridades renunciaron a abrir sumario por esa primera agresión y centraron la acción de la Justicia en el crimen del cámping.
La auténtica identidad y ciudadanía de Chez, su trayectoria vital y las características de su compleja personalidad fueran conocidas por la Policía española a los pocos días de ser arrestado en la estación de ferrocarril de L’Ametlla de Mar (Tarragona), detención que se produjo al día siguiente del crimen.
Según informes que trascendieron más de treinta años después debido a que las autoridades (también las constitucionales) mantuvieron en secreto el expediente del reo hasta 1995, el germano Welzel estaba obsesionado y enajenado con el concepto de libertad, era radicalmente individualista, proclive a la violencia debido a la profunda desconfianza y al resentimiento que había alimentado en la RDA, donde había sido encarcelado en tres ocasiones por otros tantos intentos de cruzar la frontera interalemana.
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[En su día, hubo profesionales de la conducta que consideraron muy probable que Welzel padeciera un trastorno antisocial de la personalidad (TAP): era lo que se ha dado en llamar un sociópata, solo así sería comprensible la absurda y gratuita violencia con la que había actuado. Todo indica que Welzel era uno más de los germano-orientales clasificados como "indeseables" por las propias autoridades de la RDA, que en esos casos acostumbraban a autorizar las solicitudes de emigrar a Occidente para librarse de individuos conflictivos y evitar así los problemas y costes que generaban]
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Welzel abandonó la RFA sólo siete meses después de cruzar el muro de Berlín, en 1972, en esta ocasión legalmente. Viajando hacia el sur, llegó a la Península y accedió a España a través de Port-Bou presentando un pasaporte germano-occidental falso que era de pésima calidad; tan deficiente era el documento que tras ser detenido en L’Ametlla de Mar, la policía tarraconense se interesó por el asunto porque consideró «sorprendente» que los agentes de Aduanas no hubieran detectado el engaño.
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La orden venía de muy arriba:
«Ejecútenlos el mismo día» 

En política casi nada es casual. A Welzel-Chez le dieron garrote el mismo día que a Puig Antich en virtud de una decisión premeditada.
Entre los miembros de la nomenclatura franquista abundaban los tipos toscos, cierto; pero entre sus cuadros dirigentes también los había inteligentes y hábiles; destacando los que ejercieron de manipuladores. Los hubo excelentes en la Administración y en los medios.
En días previos y posteriores a las ejecuciones, el régimen desarrolló una intensa campaña mediática cuyo mensaje era el siguiente: Puig Antich es un delincuente más, otro Heinz Chez descarriado.
Por su parte, el alemán, todo sea dicho, decidió viajar a España y mató a una persona en un momento de tensión política creciente. Es difícil, casi siempre imposible considerar humano que un tribunal o un jurado ordene matar, mucho más incomprensible es ajusticiar a una persona procedente de una Alemania dividida, trufada de resentimientos, confusiones y en la que era inevitable que hubiera individuos como Welzel, persona desquiciada... Pero esas y otras circunstancias les traían sin cuidado a las autoridades españolas de la época.
Ejecutado 25 minutos después que Welzel-Chez, Salvador Puig Antich fue el último reo muerto mediante garrote vil en España, pero no fue el último asesinado legalmente. El 27 de septiembre de 1975, envalentonado el sector más intransigente del régimen y previo visto bueno del Caudillo, fueron fusilados Xosé Humberto Baena Alonso, José Luis Sánchez Bravo Ramón García Sanz, los tres del FRAP, y dos miembros de ETA político-militar: Juan Txiqui Paredes Manot y Ángel Otaegui Etxebarría.
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CON ANTERIORIDAD:
"El Estado español respeta criterios franquistas".
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ENLACES DE INTERÉS:
* "Salvador Puig Antic, cas obert", reconstrucción de los hechos, incluye vídeo en castellano:

→ http://puigantich.angleeditorial.com/reconstruccio

Pàgina sobre Salvador Puig Antich i els seus companys del MIL (cat).

* «Los perros guardianes» por Jordi Borja, en Sin Permiso.

* Entrevista al historiador Gutmaro López Bravo, autor de la monografía "Puig Antich, la transición inacabada" --vía Público--, que informa de los votos particulares de los jueces del Supremo que analizaron el consejo de guerra que condenó al militante anarquista por la muerte del policía Francisco Anguas, cuya conclusión fue que el juicio había sido injusto.

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