La homeopatía se ha convertido en un grave problema socio-sanitario. El último boletín difundido por Círculo Escéptico contiene varios artículos de especialistas que profundizan en el fenómeno y ofrece claves que ayudan a dimensionar la gravedad del asunto.
Uno de los textos, de Fernando L. Frías, dice:
«La última noticia por el momento es la decisión de la Asociación Nacional de Autoridades Regulatorias de Farmacia de Canadá por la que recuerda a sus afiliados que no deben vender productos farmacéuticos, de medicina natural o de homeopatía que no cuenten con la correspondiente autorización por parte de las autoridades sanitarias.
«Es una decisión que, la verdad, uno no sabe si calificar como ejemplar o simplemente de Perogrullo: lo mínimo que cabe esperar de un producto vendido en farmacias es que cuente con una autorización administrativa que acredite no ya su eficacia terapéutica (puesto que a muchos productos homeopáticos la legislación vigente no les exige que demuestren que sirvan para nada a la hora de autorizar su venta como medicamentos), sino algo tan simple y elemental como es su seguridad».
Más adelante, Frías pregunta: «¿Se imaginan la que se armaría si una empresa farmacéutica intentase comercializar un medicamento de los de verdad sin haber obtenido antes la autorización? Supongo que se le echaría todo el mundo encima, y con toda la razón.
«Y sin embargo, con los productos homeopáticos y fitoterapéuticos parece que no hay problema. La etiqueta de naturales les da una especie de patente de corso que aparentemente tiene su justificación, ya que, al fin y al cabo, muchos de ellos no producen ningún efecto real, ni positivo ni negativo. Pero solo aparentemente: como hemos visto, en otros muchos casos se venden como homeopáticos productos que sí contienen extractos de plantas, o principios activos y hasta metales tóxicos...»
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