El hundimiento de la economía real es el principal motor de Podemos

La opción liderada por Iglesias nada nuevo aporta a lo planteado por las

viejas izquierdas pero huele a coche nuevo y tiene frescura «kenedyana»

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Podemos concita mil y una atenciones. Los analistas y tertulianos de siempre y casi todos los marginados y automarginados, más los que nadie soporta por teoricistas, coinciden en que los dirigentes de la "nueva izquierda" aportan grandes novedades… ¿Seguro?
Sin ánimo de restar mérito alguno a la irrupción de Pablo Iglesias ni al resto de comunicadores de la nueva y epatante formación, todos los planteamientos y las todavía escasas propuestas concretas de gobernación que hasta ahora han formulado ya las habíamos escuchado o leído con anterioridad y no ayer ni anteayer, sino desde hace años, en boca o en textos de miembros de distintos partidos de la izquierda.

Veamos ejemplos cogidos al albur.

La gallega Carolina Bescansa, que en base a las informaciones difundidas es una de las principales o más fiables portavoces de Podemos en Galicia --o por lo menos la más conocida--, ha participado en un debate abierto en Vigo durante el que, según refleja la crónica del periódico Terc3ra Información, la santiaguesa ha realizado una serie de consideraciones sobre la actual coyuntura.

Bescansa explicó que se han caído varios mitos o consensos socio-políticos, dejando al descubierto los graves defectos que acusan la economía, la sociedad y las instituciones, lo que en su conjunto refleja la crisis política y de gestión que empieza a pudrir las Españas; más exactamente, el régimen del 78 s o es un chiquillo...

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Eso mismo, palabra por palabra o con otras pero con idéntico significado, lo han manifestado en reiteradas ocasiones, aparte de Izquierda Unida [así como las distintas secciones o variantes de esa formación existentes en las CC AA], Anova, AGE, Aralar, Bildu, BNG, Chunta, Compromís, FPG, GBai, Nós-UP, PCE, POR, Sortu, UPG, organizaciones ecologistas, sindicatos, etc.; aqui relacomadas or orden alfabético.

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Desde hace no menos de diez años, eso también lo han dicho o escrito decenas de veces miembros de las mismas organizaciones mencionadas para el caso anterior. 

Además, desde hace ya un par de años también hay militantes y dirigentes del PSOE que --¡por fin!-- admiten que el futuro de los ciudadanos españoles va a peor y los jóvenes, los aolescentes y muy probablemente también los niños actuales tienen peores perspectivas socio-económicas y vitales que sus padres.

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Que la política económica de todos los países de Occidente está totalmente condicionada por instituciones (públicas) y entidades (privadas) de ámbito trasnacional no sometidas al control de los gobiernos estatales (ni de los electores) es cosa archisabida y redicha mil y una veces por todos los partidos de izquierda [¡ojo!: subrayo izquierda, lo que excluye a buena parte de los dirigentes del actual PSOE].

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En este punto y desde una óptica de izquierda, el análisis de Bescansa es suave, incluso escasamente objetivo, acaso por un sentido errado del respeto que merece el 15-M y porque tiene una visión parcial --a mi parecer-- de la composición social de quienes participaron (participamos) en las manifestaciones.
El 15-M, por mucho que duela reconocerlo, constituyó un movimiento que, aparte de interclasista [lo cual no es negativo per se], era ecléctico y en las acciones había ciudadanos y organizaciones de izquierda, cierto, pero también personas y grupos con posiciones derechistas, incluso las había de corte nihilista; es más, había quienes acudían para denostar las libertades y la democracia parlamentaria --y no me refiero a los anarquistas.

En rigor, el 15-M contribuyó en cierta medida al triunfo del PP de Rajoy [¡ojo!: subrayo el verbo contribuir, que no es sinónimo de provocar]; sin menoscabo de que, evidentemente, esa no era la intención de la mayoría de quienes acudieron (acudimos) a las convocatorias.

[Por cierto, aquel movimiento contó con la participación puntual o constante del 2 % del censo de electores, aproximadamente. No obstante, obtuvo una repercusión mucho mayor y creó un estado de opinión que sin mescabo de sus bondades, restó votos a las formaciones de izquierda, pues un sector del 15-M puso especial empeño en pedir el voto en blanco o la abstención]

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Básicamente, de acuerdo [es mi opinión personal], sobre todo en lo tocante a que los nuevos consensos sociales se han alcanzado o se están alcanzando «al margen de la ideología»; de hecho, los especialistas en demoscopia [la buena, no la cocinada] han reseñado que entre los potenciales votantes de Podemos abundan los electores que forman parte de la vasta clientela apolítica del bipartito PSOE-PP; o sea, son votantes que van y vienen de aquí para allá y acullá.
Esa y otras circunstancias obligan a coger con pinzas los resultados que proyectan las encuestas, al igual que siempre, pero en esta ocasión con mayor motivo [además, hay analistas que están infravalorando el voto oculto del PP, que siempre es mayor de lo que se pronostica].
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Ignoro si la afirmación de que «se dan las condiciones objetivas para cambiar las cosas» es la fiel reproducción de lo dicho por Bescansa; si es así, Podemos peca de optimista a la hora de interpretar la realidad y la correlación de fuerzas.
Quizá convendría que los dirigentes de la organización frecuentaran bares y centros de trabajo sin identificarse como tales y escucharan conversaciones.

[Probablemente, les causarían sorpresa los silencios y la abundancia de ciudadanos nihilistas, pasotas, apolíticos, filofascistas, xenófobos... y otras actitudes de similar tenor]

La aseveración de que «se dan las condiciones objetivas» para un cambio radical en la composición de las Cortes es optimista y naïf. La credibilidad de Podemos y su demoscópico triunfo no se deben tanto a los atractivos de esa opción ni a sus propuestas, como a la situación personal que viven millones de ciudadanos.
Si el Gobierno lograra reconducir la economía real antes de los próximos comicios generales [cosa que es improbable], la opción de Podemos flaquearía o detendría su progresión, al tiempo que recuperarían parte del crédito perdido las consignas del PP y sus mensajes cariñosamente darwinistas [= si usted quiere tener futuro, sea "listo", ¡no sueñe!].
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Aparte de otros rasgos optimistas (incluidos los obreristas) que sería prolijo comentar, sólo añadiré que la advertencia que lanza Bescansa en este párrafo es un tanto arrogante, pues todas las organizaciones de la izquierda y los sindicatos sufren agresiones políticas, acusaciones, menosprecios e investigaciones y si tienen éxito, ¡más!, tanto por parte del Gobierno actual como de los lobis económicos y de sus mass media... y si Podemos tiene éxito electoral, ¡que se prepare a recibir palos!, incluso vía judicial.

Insisto en que no pretendo descalificar a Podemos, para nada. Creo que a todos o a casi todos los votantes de izquierda les satisface el oxígeno que aporta y el "despertar de conciencias" que ha provocado.
Sin embargo, sus análisis de la realidad, del sistema económico imperante y del papel que juega la derecha no son originales, por lo que no acierto a comprender las causas por las que sus dirigentes cierran la puerta (o eso parece) a confluir con otras fuerzas de la izquierda.
Quizá acabemos lamentando el "optimismo" de sus declaraciones y el mesianismo que en ocasiones ya asoma en las actitudes de algunos de sus portavoces.