El filósofo y politólogo ruso Aleksandr Duguin no es fascista,
ni tampoco es el asesor de cabecera del presidente Putin
Por ejemplo, Aleksandr G. Duguin, a quien los mass media [nota 1] de Occidente —que en ocasiones como esta alardean sospechosamete de estar muy bien informados— señalan como "el ideólogo de Vladímir Vladimírovich Putin", es un filósofo, sociólogo y politólogo ruso cuya ideología ha sido calificada de fascista por columnistas y "expertos" que se ganan el pan —y no pocas veces obtienen ingresos extra— firmando carnaza y/o simplezas en los mass media de EE UU y en los de sus “colonias politicas”, singularmente la inglesa, que empeñada en alejarse del Viejo Continente ha abierto las puertas de par en par al burdo maniqueísmo B/N tan acendrado en la Norteamérica de los WASP (blancos anglosajones protestantes).
Al margen de lo que digan los mass media de EE UU, los de sus aliados y los que informan en los países de la Unión Europea [entre los que, tras la invasión rusa, también abundan los que ejercen de propagandistas del militarismo atlantista], la relación Putin-Duguin nunca fue formalizada ni se ha caracterizado por el consenso entre ambos.
Orillando las lucubraciones, las invenciones y los “presuntamente” con que son adornados los textos que ofrecen los mass media sobre los encuentros de Putin con Duguin, uno de los escasos y casi siempre detalles menores que trascienden sobre las cosas de Putin, ha revelado que a partir del invierno de 2014-2015 —cuando la coalición nazi-neoliberal consolidó su poder y las razias antirrusas devinieron guerra civil en el Donbás— se hizo patente el disenso entre Putin y Duguin, el filósofo que ha impulsado el nuevo euroasianismo viejo.
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Contactos con el presidente
Duguin, nacido en Moscú en 1962, ha desarrollado y publicado interesantes ensayos filosóficos y políticos, entre los que cabe destacar La cuarta teoría política (2009), que ocupó espacio preferente en numerosas librerías moscovitas al mismo tiempo que su autor recibía las primeras invitaciones, incluso requerimientos, para reunirse con personas cercanas a Putin, bien porque formaban parte del aparato del Kremlin o bien porque mantenían una relación amical con el mandatario.
Lógica e inevitablemente, los contactos entrel el filósofo y los círculos cercanos a Putin, interesados en conocer al autor del neoeuroasianismo, propició que el presidente y Duguin se conocieran personalmente y se reunieran varias veces, solos o en compañía de otros pero siempre a iniciativa de Putin.
En paralelo, Duguin mantenía (y mantiene) encuentros con miembros del Gobierno y con dirigentes de Rusia Unida, el partido que gobierna con amplia mayoría en la Duma y en el que cada vez más militantes urgen a que la formación tenga un esqueleto y sostén ideológico que enriquezca el lineal a la vez que confuso putinismo.
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Duguin criticó la pasividad del Gobierno de Putin ante las agresiones perpetradas contra los rusos residentes en Ucrania, acciones xenófobas que se iniciaron al día siguiente de hacerse efectiva la independencia, en 1991.
Unos años antes de acabar el siglo XX, no solo sufrían injurias y vejaciones quienes se declaraban rusos, sino que padecían maltrato los rusófonos en general.
En los años noventa, los ataques de los ultras ucraniaos eran puntuales, aislados y rara vez empleaban la violencia contra las personas.
En los primeros años de este siglo las agresiones físicas fueron en aumento, empezaron a utilizar armas, los linchamientos dejaron de ser ocasionales y a inicios de la década de 2011 fueron noticia los primeros pogromos en localidades menores del Donbás --episodios silenciados o minimizados en EE UU y en Europa.
En 2014, nazis, fascistas, banderistas [nota 2] y nacionalistas de derechas apretaron el paso camino de la meta y desencadenaron una guerra civil [invisibilizada de forma premeditada en Occidente] en la que los ataques eran planificados y los agresores trabajaban con apoyo militar de las unidades del Ejército que tienen ideología, como es el caso de los banderistas del Batallón Azov, que es la unidad militar antirrusa y xenófoba más conocida... ¡pero no la única!
Los objetivos de la guerra iniciada por los ultras ucranianos eran (y son) someter a los ciudadanos ucranianos nacidos rusos, a sus hijos y a los rusofonos en general a controles policales y laborales, limitar sus movimientos, prohibirles los cambios de residencia y a medio o largo plazo --en función del grado de acatamiento-- invitarles a ceder sus viviendas, sus propiedades y abandonar el país, ¡su país!, con una mano delante y la otra detrás.
[INCISO: ¿Por qué los mass media de los países de la OTAN apenas han informado del acuerdo de Minsk? El oficialmente denominado Protocolo de Minsk es (en rigor, debía haber sido) el tratado de paz que ponía fin a la guerra civil en el este de Ucrania, que fue firmado el 5 de septiembre de 2014 por representantes de Ucrania, de Rusia y de las repúblicas de Donetsk y Lugansk bajo los auspicios de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Sin embargo, el acuerdo falló en su objetivo de parar todos los combates en los terrritorios ucranianos donde la mayoría de la población era (y es) rusa porque, tal como precisó Angela Merkel, Kiev firmó los Acuerdos de Minsk para ganar tiempo y armar Ucrania para enfrentarse a Rusia, que fue poco menos que invitada a declarar la guerra a Ucrania si quería evitar que los ciudadanos ucranianos rusófonos fueram sometidos a una serie de restricciones y quienes se opusieran, expulsados del país]
Hace ya más de diez años, Duguin solo fue uno más de los miles y miles --millones-- de partidarios de que el Ejército interviniera en socorro de los rusófonos y de que lo hiciera antes de que los banderistas y ultras tuvieran más poder en el Estado ucraniano.
Moscú desoyó al PC y a las formaciones de la izquierda y a los nacionalistas de izquierda tipo Duguin, el Gobierno siguió protestando ante Kiev por los ataques xenófobos, obviando que a finales de los años noventa ocho de cada diez ciudadanos del oriente de Ucrania todavía se consideraban rusos.
La actitud de Putin, cuyas protestas ante Kiev estaban más cerca de la inhibición que de la exigencia, causó estragos entre los rusófilos y en 2014 la tasa 8/10 ya era historia... lo que abrió brecha entre el putinismo y la izquierda, incluida la izquierda nacionalista tipo Duguin.
Los ultras ucranianos, pese a consolidar su poder con el golpe de Estado de 2014, aún no estaban preparados —EE UU y la OTAN tampoco— y Rusia recuperó ese año sin apenas pegar un tiro el último de los territorios con los que odiada URSS engordó a Ucrania: Crimea.
[En 1954, la RSS de Crimea desapareció por decreto de la Unión de RSS, que en el mismo texto, unas líneas más abajo, disfrazaba la península de provincia y la entregaba a la RSS de Ucrania]
Los dogmas matan la razón
Acosar a un colectivo humano por pertenecer a otra tribu, etnia, pueblo o nación, porque habla en otra lengua o porque reza a otro dios constituye un crimen de lesa humanidad, por lo que acudir en defensa de las víctimas no requiere justificación política ni moralina...
El disenso entre quienes en 2011 ya defendían ese argmento y Putin no desapareció cuando Rusia invadió Ucrania porque esta decisión fue «adoptada demasiado tarde» y, para colmo, «las fuerzas armadas han intervenido sin hacer uso de la potencia suficiente para derrotar a los banderistas de forma rápida»; lo que en 2011 hubiera sido relativamente fácil porque los ultras ucranianos todavía no habían dado el golpe de Estado mediante el que accedieron al poder en alianza con los neolibrales, y la OTAN todavia no diponía de la logística para el suministro inmediato de armas, ni del servicio de infomación satelitario que actualmente no solo facilita la defensa de Ucrania, sino que también permite ejecutar exitosos movimientos ofensivos.
Putin dejó pasar aquella ocasión, luego confió en que Kiev cumpliría el Protocolo de Minsk y pondría fin a la gerrra civil en las provicias ucranianas de mayoría rusófona... dejó pasar el tiempo y la oportunidad, permitió que Ucrania se armara y ha invadido Ucrania tarde, mal y arrastras, enredándose en un conflicto prolongado que favorece la guerra de desgaste que ya previó el Pentágono hace 22 años, según consta en el plan diseñado en la cumbre ucranio-estadounidense celebrada en el año 2000, en Washington:
No, Duguin no es fascista ni el asesor de cabecera de Putin y si lo fuera, sería más evidente que las discrepancias impedirían fraguar la estrecha amistad entre ambos que se han inventado los creadores de realidad y de la "opinión públicada" con riqueza de adornos, insinuaciones y suposiciones tan bien engarzadas que semejan datos reales.
Abundando en el mismo asunto, es obligado precisar que los únicos empleos remunerados que cabría calificar de institucionales que ha tenido Duguin son los de asesor de Guennadi Selezniov, miembro del Partido Comunista que fue presidente de la Duma Estatal de la Federacion Rusa durante siete años (1996-2003), y como asesor --en este caso de carácter personal-- del economista Serguéi Naryshkin, uno de los dirigentes de Rusia Unida que tratan de dotar al partido gubernamental de ideas que sobrevivan a Putin.
o izquierda nacionalista
En 1992, recién desmantelada la URSS que dejó Stalin, Duguin fue sucesivamente uno de los impulsores y organizadores del Partido Nacional Bolchevique --que dio lugar al Frente Nacional Bolchevique-- y fundador del Partido Eurasia, por lo que es simplista y propio de quienes se dedican a idiotizar a los ciudadanos del “culto” Occidente, satanizar la compleja personalidad filosófica y política de Duguin, a quien en el colmo de la cofusión consideran pariente ideológico del "listo" ex KGB que llegó donde está apadrinado por los apparatchik [nota 3] que utilizaron a y/o se dejaron utilizar por Boris Yeltsin.
[Yeltsin puso la cara, el verbo y las maneras desenfadadas que en general son las propias de la bonhomía campesina para protagonizar el que probablemente ha sido el más limpio golpe de Estado del siglo XX... No reconocer el único "trabajo" de mérito que hizo Yeltsin sería faltar a la verdad.
La toma del poder por parte del clan de funcionarios de rango medio, los apparatchik, con el previo visto bueno y en comandita con la cúpula militar fue tan limpia y tan bien intencionada, tanto que el propio defenestrado, Gorbachov --que disfrutaba de unos días de descanso en la costa del mar Negro-- y los sagaces politólogos de Occidente creyeron que Yeltsin había parado un golpe de Estado pergeñado por los estalinistas del PCUS.
Para redondear la faena, Yeltsin obtuvo el premio gordo: fue saludado como héroe del mundo libre, con EE UU a la cabeza... Es más, hay quienes hoy siguen dando por cierta tan "perfecta" hiperrealidad. En fin, cosas veredes, amigo Sancho...
Yeltsin fue el primer y de momento el único mandamás ruso aplaudido y adulado por la Casa Blanca —que había sido advertida con anteridad, lógicamente, de la opereta que se representaría en la cúpula de la megapotencia nuclear rusa para librarse de Gorbachov.
En rigor, Yeltsin solo hizo de Yeltsin, un populista engendrado en el seno del partido único que, tras pronunciar una arenga en lo alto de un tanque, fue aupado por los apparatchik del PCUS, dispuestos a todo para evitar que un comunista antiestalinista [Gorbachov] les privara de la oportunidad de hacerse ricos; de manera que simularon el protector secuestro de Gorvachov mientras disfrutaba de unos días de descanso lejos de Moscú... En resumen, a lo que iba: esa especie de mafia postsoviética fue la que aupó a Putin a la categoria de príncipe heredero.
Las causas por las que la relación EE UU-Rusia ha empeorado tanto y tanto con Putin en el Kremlin constituye otra historia... ¡en la que tampoco hay buenos y malos perfectamente definidos!]
Duguin es autor de una treintena de libros en los que, amén de hacer filosofía y exponer criterios políticos, explica su posicionamiento, pespuntea posibles futuros en buena sintonía y a poder ser en alianza con Berlín, París y Tokio, a la vez que deja testimonio de un paneslavismo en el que muchos de sus compatriotas —y quienes nos interesamos por conocer Rusia, no solo la URSS— ven reflejados los rasgos humanísticos y los sentimientos que favorecieron el ulterior internacionalismo de Bakunin, quien de joven “bebió” el ora sosegado ora apasionado amor a Rusia de Nikolái Stankévich, un escribidor de versos de calidad mediana.
la resignación social y la desconfiaza
generadas duramte la guerra fría
No ha sido la vis literaria la que con el paso de los años ha acabado convirtiendo a Stankévich (1813-1840) en uno de los más famosos —muy probablemente, el más popular y sin duda, el más querido— promotores del paneslavismo y del rusismo multiétnico.
Destacó como polemista por decir lo que pensaba y porque era un excelente conocedor de la idiosincrasia rusa; motivos por los que ya durante su corta vida [¡solo 27 años!] y más de un siglo depués de muerto se ha convertido en el referente histórico de la corriente cultural y socio-política conocida como el pensamiento social eslavófilo, que resurgió con fuerza traas el derrumbe de la URSS y que sigue silenciosamente ganando simpatías.
Esa actitud vital a la vez que corriente cultural sobrevivó durante el extremado autoritarismo de la monarquía rusa, pero feneció estrangulada por quienes organizaron la Gran Guerra (1914-1918) para dilucidar dominios coloniales y mercados.
Infortunadamente, los bolcheviques no supieron valorar el potencial cultural y el rol como aglutinante integrador que podía (y puede) tener el paneslavismo en la multiétnica Rusia.
En cierto modo, como representantes de una renovadora juventud intelectual con querencias nacionalistas, tipos como Duguin están obligando a los gobernates, a los ciudadanos proactivos y a los creadores de opinión de todas las Rusias a interesarse por la compleja y plural profundidad que retrataron tres generaciones de magistrales escritores rusos durante la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX, que colocaran la llamada "alma rusa" en la vangurdia de las letras y de la sensibilidad.
Nada es más eficaz para comprender a Rusia que aprehender su ruda sensibilidad y suS culturaS en los textos de Tolstói, Gógol, Chéjov, Turguénev, Pushkim, Dostoyevski, Gorki, Lérmontov, Herzen, Nabokov, Andréiev, Figner, Bulgákov, Ulítsakaya, Shólojov, Ajmatova, Brodsky, Tolstaya ...¡y del sensible y sensiblero Pasternak!
Y por supesto, también es didáctica y de alto interés la lectura del muy ulterior Archiélago Gulag, que quizá es el relato y testimonio que mejor reflejan el día a día del sistema peniteciario y por tanto, de la deshumanización estaliniana.
El abracadabra vivido por Solzsenystin
El relato de Solzsenystin, publicado en París en 1973, marcó un hito debido a que —entre otras cosas— el autor militaba en el PCUS y era oficial de artillería del Ejército Rojo cuando fue detenido, procesado y condenado a ocho años de trabajos forzados por criticar desde un punto de vista militar, en privado y sin publicidad las órdenes de Stalin para acometer el asalto de Berlín.
La cosa tiene enjundia, pues si ya resultan muy llamativos el motivo del procesamiento y la exagerada pena impuesta, más lo es que Solzsenystin fuera juzgado y castigado por un texto que no era público, sino todo lo contrario, pues las criticas al monarca rojo las vertió en dos cartas remitidas a un amigo personal en los días previos al asalto de la capital del III Reich.
A las singularidades ya expuestas, que costaron ocho años de la vida de una persona, hay que añadir un detalle que bien pudo amagar el resto de su vida al oficial de artillería comunista, pues que yo sepa, Solzsenystin no precisó si las críticas a Stalin escritas de su puño y letra fueron descubiertas por un censor de la correspondencia que se enviaba desde el frente, o si Solzsenystin fue delatado por el amigo al que exponía sus opiniones... Si algún lector de este post sabe, puede y quiere despejar esa incognita, por favor, ¡hágalo!
NOTAS:
[1] En Im-pulso, la expresión mass media es por lo generad peyorativa, pues la utilizo para referirme a los medios impresos, audiovisuales y electrónicos que —con indepedencia de que sus tiradas o audiencias sean altas o bajas— merecen ser descritos como medios de comunicación que crean realidades y alienan a las masas.
[2] Stepán Andríyovich Bandera (Stari Uhríniv, Imperio Austro-húngaro, 1909 - 1959, Múnich, Alemania Occidental) fue un activista y político ucraniano que luchó en la Legión Ucraniana de la Wermatch, creada tras obtener el compromiso del III Reich de que Alemania reconocería la nación, el Estado ucraniano y sus fronteras una vez derrotada la URSS.
Pero la legión pro nazi fracasó al igual que la costeada por el Imperio Austro-húngaro en 1915.
La segunda fracasó porque la Alemania de los mil años murió en 1945; este revés engordó el vivido por quienes lucharon en vano desde 1915 hasta 1919...
1915-1919: La gran frustración
En 1915, el Imperio Austro-húngaro organizó, equipó, armó y pagó a los mercenarios que se enrolaron en la Legión Ucraniana de Galitza (Polonia) para combatir contra el Imperio Ruso. Sin embargo, finalizada la Gran Guerra y desmantelado el poder de Viena, los legionarios ucranianos lucharon contra Polonia para incorporar parte de Galitzia al futuro Estado ucraniano, que se constituiría en cuanto el Ejercito Rojo (bolcheviques) fuera expulsado del sur de Rusia por el Ejército Blanco (zaristas), apoyado por la temida caballeria del País de los Cosacos (territorio base de Ucrania), que siempre fue vasallo del Zarato ruso, motivo por el que la monarquía rusa cedió a la antigua Ucrania la adminstración de la zona sur de la Rus de Kiev [ver mapa], premiando así su lealtad al generoso Zarato.
La guerra civil rusa, finalizada en 1923 con el triunfo de los bolcheviques, consolidó la recién constituida confederación soviética (URSS) y quienes lucharo con los nazis... ¡proscritos!
1924: Fundación del Estado ucraniano, confederado en la URSS
El PC ucraniano y el PCUS acordaron fundar la RSS de Ucrania, que tuvo rango de Estado en un regimen confederal que reconocía expresamente el derecho de autodeterminación; lo que permitió el desmantelamiento pacífico de la URSS y la independencia de Ucrania, dándose la paradoja de que la odiada Rusia hizo posible el Estado-nación soberano... Seis años antes, en 1918, los vencedores de la Gran Guerra (con EE UU y Reino Unido al frente) ni siquiera debatieron la posibilidad de reconocer la existencia de la nación ucraniana, que ahora, en la segunda década del siglo XXI y para colmo de paradojas... en fin, ¡dejémoslo en que es paradójico!
Bandera, que se educó y forjó en un escenario de frustración política, fue uno de los más destacados dirigentes del movimiento de afirmación nacional, así como el principal animador y a la postre, el líder de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN).
Stepán Bandera es un personaje histórico muy controvertido porque se posicionó y luchó a favor del III Reich cuando Ucrania era invadida por la Wermatch y las SS plantaban fuego a granjas y poblados, con las familias encerradas en las cuadras o en la casa, pues según los nazis los eslavos constituían una subespecie humana prescindible.
A pesar de todo, Bandera es una figura honrada [incomprensiblemente] por los nacionalistas ucranianos y [lógicamente] por los nazis y fascistas del refundado Estado de Ucrania y de toda Europa
[3] Apparatchik es el término coloquial ruso que designaba a los funcionarios profesionales a tiempo completo del Partido Comunista y por extensión, de la administración soviética en general (por ejemplo, un agente del "aparato" gubernamental o del partido que tenía un puesto de responsabilidad burocrática, fuera política o solo administrativa).
El término no se aplicaba a los altos cargos del Estado ni del Partido.
El Diccionario Merriam Webster lo define como "miembro del aparato comunista". Por extensión a lo largo del siglo XX y aún hoy, el término es utilizado para referirse a un burócrata bien pagado (sea en especias, premios económicos y/o con ventajas sociales) que sigue ciegamente las instrucciones de un partido o de un gobierno.
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