De momento, ya son 32 los diputados encarcelados
..Imagínese que 63 diputados españoles, 54 de ellos del partido de gobierno, estuvieran sometidos a investigación judicial, represaliados o condenados por mantener presuntos vínculos con bandas armadas. E imagínese que de esos 63 legisladores que están bajo sospecha, 32 ya hubieran ingresado en prisión.
Imagínese también que, pese a todo, el presidente del Ejecutivo y líder del partido gubernamental siguiera echando balones fuera y negara que su partido (y el Estado) es un nido de corruptos.
Traslademos esa hipotética situación a Alemania, con Angela Merkel en el gobierno; a la Francia de Nicolas Sarkozy, a la Gran Bretaña de Gordon Brown o a España. ¿Qué opina usted?, ¿qué harían Rodríguez Zapatero o sus colegas europeos si 32 de sus diputados pertenecieran a una mafia económico-criminal y, además, fueran aliados o socios de bandas de paramilitares o de narcotraficantes?
Estará usted de acuerdo conmigo --intuyo-- en que ningún jefe de Estado o de gobierno, no ya democrático sino simplemente razonable y con vergüenza, no habría esperado a que la lista de parlamentarios corruptos llegara a 60, ni a 20, ni 10 y mucho menos esperaría a que hubiera 32 encarcelamientos.
Pues bien, ese es el escenario --¡real, no hipotético!-- que se vive en la Colombia de Álvaro Uribe Vélez.
Pues bien, ese es el escenario --¡real, no hipotético!-- que se vive en la Colombia de Álvaro Uribe Vélez.
Esa Colombia trufada de políticos corruptos, muchos de ellos imputados en procesos que incluyen el delito de asesinato, es el ejemplo que promociona la Casa Blanca para Latinoamérica.
Según Bush y sus asesores, esa Colombia es más fiable que el Ecuador de Correa, que el Brasil de Lula, que el Uruguay de Tabaré, que la Bolivia de Morales, que la Venezuela de Chávez o que el Paraguay de Lugo. Esta tesis --o parecida-- es defendida también por los partidos y gobiernos conservadores de cierto número de países de Occidente.
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Según Bush y sus asesores, esa Colombia es más fiable que el Ecuador de Correa, que el Brasil de Lula, que el Uruguay de Tabaré, que la Bolivia de Morales, que la Venezuela de Chávez o que el Paraguay de Lugo. Esta tesis --o parecida-- es defendida también por los partidos y gobiernos conservadores de cierto número de países de Occidente.
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Álvaro Uribe, erre que erre, niega la mayor.
El procesamiento de su primo hermano, Mario Uribe Escobar, ex presidente del Senado y mano derecha política del presidente cuando este fue elegido, tampoco ha sido suficiente para que el jefe de Estado colombiano dimita.
El procesamiento de su primo hermano, Mario Uribe Escobar, ex presidente del Senado y mano derecha política del presidente cuando este fue elegido, tampoco ha sido suficiente para que el jefe de Estado colombiano dimita.
Pero los grandes problemas de Latinoamérica, según los columnistas de pesebre, son --por poner algunos ejemplos-- que Alejandro Sanz no haya podido cantar en el Poliedro de Caracas; que en la selva ecuatoriana que linda con Colombia haya un campamento clandestino de las FARC compuesto por una docena de insurgentes; que el ex obispo paraguayo Lugo --reciente ganador de las elecciones-- carezca de experiencia de gobierno, o que Bolivia obligue a las petroleras a pagar impuestos en la misma proporción que los pagan en Noruega por extraer y comercializar hidrocarburos del país.
Mientras tanto, Álvaro Uribe, ¡con 54 parlamentarios sospechosos de corrupción y 32 de ellos encarcelados!, es el ejemplo democrático de Latinoamérica, a la vez que el hazmerreír político del mundo.
La frágil realidad de lo aparente de la que con tanto acierto escribió Baudrillard, y con ella la necedad y la ignominia ya son el pan de cada día.
¿A quién le extraña que en Colombia haya secuestros, insurgentes, miseria y delincuencia general y organizada?
A veces la realidad supera la ficción. Pero no me extraña que EEUU intente validar una democracia así, porque, como hace casi 40 años, Latinoamérica se vuelve roja y eso a los EEUU no les interesa. Si no funciona este método de apoyo a Colombia, volverán los tiempos en los que grupos, pagados con dinero de multinacionales estadounidenses, empiezan el intento de desestabilizar el país. Chile no está tan lejos.
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