José Bono, que antes que socialista es nacionalista --pero de la nación española; es decir, españolista-- y que antes que socialista es católico --lo que implica ser apostólico, romano y vaticanista-- ha sido elegido presidente del poder legislativo.
De entrada, es obligado destacar que se trata del primer presidente del Congreso de los Diputados que es elegido por mayoría simple, sin mayoría absoluta.
Bono ha obtenido 170 síes: los correspondientes a los 167 diputados del Grupo Socialista (¡todo un alarde de disciplina!, esto es especialmente positivo para Rodríguez Zaparero, aunque hayan fallado dos), dos de Coalición Canaria (nacionalismo inventado y de centro derecha), más otro sí que, según parece, es del líder de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares (apoyo este que es incomprensible desde una óptica de izquierdas).
Bono ha obtenido 170 síes: los correspondientes a los 167 diputados del Grupo Socialista (¡todo un alarde de disciplina!, esto es especialmente positivo para Rodríguez Zaparero, aunque hayan fallado dos), dos de Coalición Canaria (nacionalismo inventado y de centro derecha), más otro sí que, según parece, es del líder de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares (apoyo este que es incomprensible desde una óptica de izquierdas).
La decisión de Rodríguez Zapatero --tomada hace ya meses-- de aupar a Bono a la presidencia del Congreso obedece a razones y motivos que conforman uno de esos misterios político-ideológicos que merecen análisis psico-político.
No es primer gesto pro-Bono del líder socialista, que pese a su empeño en convertir el consenso en criterio de no se sabe qué, ha conseguido --cabe presumir que involuntariamente-- que el Congreso sea presidido por un diputado que ha merecido el rechazo de la mayoría de sus señorías.
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