La lid Bourbon vs. Habsburg para dilucidar quien heredaba
las monarquías hispánicas finalizó en julio de 1715 con la
rendición de la asediada Palma de Mallorca, y en 1716
Felipe V hizo tabla rasa y fundó el Reino de España
1º El enfrentamiento entre borbonistas y austracistas, que en España derivó en otra guerra civil, era de ámbito europeo, y
2º Tal como demuestra la abundante documentación existente (pruebas históricas) y en contra de lo que argumentan los montaraces españolistas, el triunfo de los borbonistas supuso la derogación de las «constitucions catalanes», entre otras leyes autóctonas que regían en las tres monarquías del levante ibérico y en Mallorca; derogaciones con las que Felipe V sentó las bases del centralismo político, económico, administrativo y cultural que ha caracterizado al Reino de España, que fue constituido en 1716 como unidad institucional, jurídica, administrativa y política.
Ese lejano éxito parece que ocurrió ayer porque las decisiones del absolutista Borbón constituyeron la acción iniciática que alimentó posteriores conflictos centro-periferia, abriendo la puerta a un interminable toma y daca que todavía hoy dificulta la cohesión de las Españas.
[INCISO: Cuando se habla o escribe de este episodio de la Historia de España rara vez se hace constar que la guerra de sucesión no concluyó con la toma de Barcelona en 1714, pues Mallorca no capituló hasta julio del año siguiente, de modo que la desaparición efectiva de la Casa de Aragón se produjo en 1715, lo que supuso meses después el fin del modelo de monarquía federal, la denominada "monarquía compuesta" de los Habsburg hipanos]
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el levante ibérico solo fue
una batalla más de la pugna
que libraban las grandes
casas reales de Europa:
la austríaca (titular de
cinco de las seis
monarquías hispanas),
la francesa, la inglesa,
la otomana y la rusa
Todo empezó en noviembre de 1700, cuando murió sin descendencia Carlos II, de la Casa de Habsburg (o de Austria), titular de las cinco monarquías que formaban entonces la futura España: Castilla [reino que ya había fagocitado los de Asturias, Galicia, León, Granada y convertido Navarra en una colonia], Aragón, València, Mallorca y el Principado de Catalunya [el título de princeps lo ostentaba el conde de Barcelona como primus inter pares de los condados catalanes], amén de los dominios extrapeninsulares en el resto de Europa [Flandes, Luxemburgo, Milán, Cerdeña y Nápoles, que incluía Sicilia] y en América (→ver mapa adjunto).
Todo fue más complejo de lo que hoy pretenden
algunos listos y muchos ignorantes
Solo quedó al margen de la lid una de la seis monarquías ibéricas: la de Portugal.
En 1698, Luis XIV, rey de Francia y jefe de la Casa de Bourbon, y los demás monarcas europeos pactaron que el heredero del trono de los cinco reinos hispánicos sería José Fernando de Baviera, ante la previsible muerte sin herederos de Carlos II, de los Austrias hispanos.
Ese Tratado de la Partición de los dominios y posesiomes hispánicas firmado en La Haya en 1698, adjudicaba a José Fernando de Baviera las cuatro soberanias peninsulares --exceptuado el señorío de Gipúzkoa-- más las de Cerdeña, los Países Bajos pertenecientesa la corona de Castilla (Flandes), así como Mallorca, que era de la Casa de Aragón, más todos los territorios americanos.
Por su parte, Francia se anexionaría el señorío de Gipúzkoa más Nápoles y Sicilia, y Austria se quedaría con el Milanesado.
La muerte del suecesor de Carlos II
frustró el acuerdo inicial.
Para colmo los Bourbon coronaron
a Felipe V ...¡en Versalles!
La guerra fue inevitable
En principio, los borbones pergeñaron un nuevo Tratado de Partición —a espaldas de las Cortes castellana, aragonesa, catalana, valenciana y mallorquina— aceptando que los Austria siguieran al frente de las monarquías hispánicas, firmando el Segundo Tratado de Partición en 1700, que reconocía como heredero al archiduque Carlos (de la Casa de Austria), bisnieto de Felipe III de España, al que asignaba todos los reinos peninsulares, Mallorca, los Países Bajos españoles y las Indias (América); pero a cambio Nápoles, Sicilia y la Toscana serían para el Delfín de Francia, mientras que el Duque de Lorena, recibiría el Milanesado a cambio de ceder Lorena y Bar al Delfín de Francia (titulo que ostentaba el heredero de la Corona francesa. que era el hijo de Louis XIV y padre de Pillippe de Bourbon y duque d'Anjou. Francia e Inglaterra estaban satisfechas con ese acuerdo, pero lo rechazó de plano el emperador austro-húngaro, jefe de la Casa de Austria a la que pertenecía el monarca fallecido, por lo que reclamó la totalidad de la herencia hispana, ya que daba por supesto que Carlos II había nombrado heredero universal al archiduque Carlos de su Casa, la de Austria...
Pero, al parecer, Carlos II firmó poco antes de fallecer un testamento en el que legaba las sobranías de Castilla y de las cuatro monarquías de la Casa de Aragón a Philippe de Bourbon et Duc d'Anjou, nieto de Louis XIV, apodado el Rey sol por sus extremados centralismo y absolutismo.
El texto causó sorpresa general y revuelo en las casas reales europeas, no solo en la de Austria, que había sido traicionada por Carlos II al vender las monarquías hispanas a los Bourbon; por lo que las cortes europeas acusaron a los consejeros (ministros) y familiares más próximos del rey fallecido de haber recibido prebendas del rey sol francés, jefe de los Bourbon.
Sea como fuere, al margen de pleitos legales y de los regalos de agradecimiento, su designación permitió a Philippe d'Anjou viajar a la Península tras ser coronado en una ceremonia organizada por Louis XIV ¡en Versalles!, e instalarse en Madrid con la muy sorprendente complicidad de las Cortes y de los nobles castellanos.
El francés se hizo cargo de la Administración (la caja) y desde el primer momento controló el grueso de los ejércitos y los ingentes bienes que llegaban de América para afrontar la guerra de sucesión con notable ventaja.
Ocurre que narrar y analizar los hechos del siglo XVIII que concluyeron con la creación del Reino de España desde una perspectiva nacionalista (sea española o catalana) es más cómodo y más rentable electoralmente que hacerlo prescindiendo de banderas y sentimientos, que son legítimos, sin duda, pero malos consejeros en asuntos de Historia.
Hoy, justo 300 años después, con sendos gobiernos nacionalistas en Madrispaña y Catalunya es casi imposible que la verdad histórica (hechos documentados) se abra paso y el debate sea racional.
Tampoco es posible poner el asunto sobre la mesa de la opinión pública a través de los medios, pues prácticamente todos han tomado partido de forma más o menos clara a favor del borbonismo actual, en defensa de un centralismo matizado que se presenta vestido con atractivos colores pero que, a la postre, sigue siendo uniformador.
Para colmo de absurdos, el borbonismo actual, aunque parlamentario, también ha sacralizado un concepto de legalidad (vía Constitución de 1978) que impone tesis similares a las del rey que ganó la batalla de 1714: en España se vuelve a rechazar el pacto para alcanzar soluciones políticas de Estado y la mayoría de miembros de la élite dirigente todavía apuestan por la fórmula del siglo XVIII:
* Una, España es una sola nación, lo cual es falso;
* Grande, es obligado mantener la España "dominadora",
* Libre, Madrispaña debe ejercer su poder sin poner coto a las legítimas ventajas socio-económicas de las que goza la élite capitalina en sus relaciones con las natios y las regiones periféricas.
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Tampoco es posible poner el asunto sobre la mesa de la opinión pública a través de los medios, pues prácticamente todos han tomado partido de forma más o menos clara a favor del borbonismo actual, en defensa de un centralismo matizado que se presenta vestido con atractivos colores pero que, a la postre, sigue siendo uniformador.
Para colmo de absurdos, el borbonismo actual, aunque parlamentario, también ha sacralizado un concepto de legalidad (vía Constitución de 1978) que impone tesis similares a las del rey que ganó la batalla de 1714: en España se vuelve a rechazar el pacto para alcanzar soluciones políticas de Estado y la mayoría de miembros de la élite dirigente todavía apuestan por la fórmula del siglo XVIII:
* Una, España es una sola nación, lo cual es falso;
* Grande, es obligado mantener la España "dominadora",
* Libre, Madrispaña debe ejercer su poder sin poner coto a las legítimas ventajas socio-económicas de las que goza la élite capitalina en sus relaciones con las natios y las regiones periféricas.
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[INCISO: Amable lector/a, le ruego que no extraiga conclusiones precipitadas ni haga prejuicios. No es mi voluntad defender o justificar a los independentistas catalanes, pero tampoco caeré en la simpleza ni avalaré falacias ahistóricas, sólo trato de rememorar hechos comprobados y hacerlo de la forma más aséptica de la que soy capaz]
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tan absolutista como su abuelo
el Rey Sol y el centroeuropeo,
un aristócrata que se había
inteligentemente aburguesado
Evitemos centrar el relato de los hechos en los candidatos a reinar las Españas del siglo XVIII pese a que ellos, empujados por sus aliados, decidieron ir a la guerra para dilucidar el conflicto.
Esos dos aristócratas eran el francés Felipe de Borbón, duque de Anjou, y el archiduque Carlos de Austria.
Esos dos aristócratas eran el francés Felipe de Borbón, duque de Anjou, y el archiduque Carlos de Austria.
Ninguna de las dos alternativas sería hoy considerada democrática, por descontado, pero la opción austracista era menos "medieval" que la borbonista.
El archiduque de Austria se había aburguesado; me explico: tanto por lógico interés personal (garantizar su preeminencia y la lealtad de la población) como para evitar conflictos fiscales con la nobleza, la Casa de Austria era partidaria de mantener las mejores relaciones posibles y satisfacer en la medida de lo "recomendable" a las incipientes y pujantes burguesías urbanas, a las que prestaba sincera atención y otorgaba relevante importancia política.
El archiduque de Austria se había aburguesado; me explico: tanto por lógico interés personal (garantizar su preeminencia y la lealtad de la población) como para evitar conflictos fiscales con la nobleza, la Casa de Austria era partidaria de mantener las mejores relaciones posibles y satisfacer en la medida de lo "recomendable" a las incipientes y pujantes burguesías urbanas, a las que prestaba sincera atención y otorgaba relevante importancia política.
Por el contrario, el vencedor de la guerra de sUcesión, Felipe de Borbón, sí como sus familiares y aliados propugnaban un régimen absolutista y centralista, tal como posteriormente demostraron los decretos de Nueva Planta, que empezaron a ser promulgados en 1707 y aplicados desde Madrid, donde se había instalado el Borbón con ayuda francesa. El proceso "centralizador" se completó tras las caídas de Barcelona (1714) y Palma de Mallorca (1715).
Los borbonistas, que reinaban en Francia, rechazaban prácticamente todas las iniciativas auspiciadas por la incipiente burguesía, en la que ya eran perceptibles los rasgos del futuro liberalismo clásico [del que apenas queda la carcasa en el actual neoliberalismo].
Felipe V, al igual que su abuelo Luis, el Rey Sol de Francia, era rabiosamente centralista y cuando accedió al trono erradicó las llamadas "constitucions catalanes" y todos los acuerdos de similar tenor que pervivían en las administraciones y gobiernos de numerosas villas y comarcas de la federalista Casa de Aragón, que era titular de cuatro monarquías: el Reino de Aragón, el Condado de Barcelona [cabeza del Principat de Catalunya y donde se había establecido la sede de la Casa de Aragón], el Reino de València y el Reino de Mallorca [por motivos ideológico-lingüísticos los tres últimos territorios constituyen el ámbito que el ala expansionista del nacionalismo catalán denomina Països Catalans].
Los borbonistas, que reinaban en Francia, rechazaban prácticamente todas las iniciativas auspiciadas por la incipiente burguesía, en la que ya eran perceptibles los rasgos del futuro liberalismo clásico [del que apenas queda la carcasa en el actual neoliberalismo].
Felipe V, al igual que su abuelo Luis, el Rey Sol de Francia, era rabiosamente centralista y cuando accedió al trono erradicó las llamadas "constitucions catalanes" y todos los acuerdos de similar tenor que pervivían en las administraciones y gobiernos de numerosas villas y comarcas de la federalista Casa de Aragón, que era titular de cuatro monarquías: el Reino de Aragón, el Condado de Barcelona [cabeza del Principat de Catalunya y donde se había establecido la sede de la Casa de Aragón], el Reino de València y el Reino de Mallorca [por motivos ideológico-lingüísticos los tres últimos territorios constituyen el ámbito que el ala expansionista del nacionalismo catalán denomina Països Catalans].
No por eso hay que endiosar el federalismo austracista, pues la Casa de Austria era tan partidaria como la de los borbones de mantener los privilegios de la nobleza y de la curia, aunque con notables matices.
El generalizado apoyo del que gozaba el candidato de los Austria entre las poblaciones de las monarquias de la Casa de Aragón se debía a que su pretendiente se comprometió a mantener los pactos de gobernación que conjugaban los intereses económicos de los artesanos, comerciantes y campesinos propietarios con la autoridad fiscal de la nobleza.
Por su parte, el proyecto pilotado desde París por los Borbones apostaba por reducir drásticamente el número de personas y organismos gremiales y estamentales, reordenar los poderes de ámbito territorial que poseían prerrogativas fiscales, judiciales o gubernativas a fin de uniformar y centralizar los procesos de decisión y la administración para, entre otras cosas, perfeccionar la gobernabilidad (control y dominio) y la fiscalidad [a este respecto, el objetivo era uno y solo uno: aumentar la capacidad recaudatoria]; además, la Casa de Borbón otorgaba especial relevancia a mejorar (endurecer) los sistemas de explotación en las colonias.
Esto último propició que la corte de Felipe V fuera invadida por hombres de negocios extranjeros cuya presencia provocó, entre otros efectos, que se reforzara la autoridad económica de Felipe V a la par que alimentó la codicia de los "inversores", los terratenientes y aristócratas hispanos y del resto de Europa interesados en los negocios transoceánicos que ofrecía la corte de Felipe V, que puso en marcha proyectos que, además de mejorar las explotaciones y extracciones americanas, perseguían perfeccionar el transporte, la distribución y la venta de las riquezas procedentes del nuevo mundo a fin de maximizar beneficios.
Esto último propició que la corte de Felipe V fuera invadida por hombres de negocios extranjeros cuya presencia provocó, entre otros efectos, que se reforzara la autoridad económica de Felipe V a la par que alimentó la codicia de los "inversores", los terratenientes y aristócratas hispanos y del resto de Europa interesados en los negocios transoceánicos que ofrecía la corte de Felipe V, que puso en marcha proyectos que, además de mejorar las explotaciones y extracciones americanas, perseguían perfeccionar el transporte, la distribución y la venta de las riquezas procedentes del nuevo mundo a fin de maximizar beneficios.
Esa redistribución de negocios constituyó un frente crucial para dilucidar el ganador de la guerra de sucesión española, que a su vez formaba parte de la lid de ámbito continental que borbonistas y austracistas dirimían al norte de los Pirineos en el marco de la lucha de intereses que libraban las cinco grandes casas reales de la época: austríaca, francesa (borbones), inglesa, otomana y rusa.
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[INCISO: A título de relevante curiosidad, cabe subrayar que al iniciarse el siglo XVIII la única familia reinante de la Península cuyos miembros eran 100 % ibéricos era la de Portugal.
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[INCISO: A título de relevante curiosidad, cabe subrayar que al iniciarse el siglo XVIII la única familia reinante de la Península cuyos miembros eran 100 % ibéricos era la de Portugal.
El "iberismo genético" de los nobles hispanos de la Casa de Austria era ínfimo.
El rey de la Casa de Austria fallecido en 1700 sin descendencia (Carlos II el Hechizado) era tataranieto del hispano-flamenco Carlos I (Gante 1500-Yuste 1558), hijo de Isabel I de Castilla (apartada del trono con la excusa de que estaba loca) y del duque de Borgoña, Brabante, Limburgo y Luxemburgo, conde de Artois, Flandes, Habsburgo, Henao, Holanda, Tirol y Zelanda más señor de Amberes y Malinas, más conocido como Felipe el Hermoso, nacido en Brujas (Flandes) y de ascendencia franca, neerlandesa y germánica.
Resumiendo, en el fallecido Carlos II (1661-1700) la biología ibérica ya estaba harto reducida porque, aparte de Juana la Loca, todos sus ancestros eran biológicamente extranjeros en grado creciente pues todos ellos habían matrimoniado con extrapeninsulares; por ende, el pretendiente de los Austria al trono era un sobrino-nieto del rey fallecido, pero ajeno biológica, sentimental y culturalmente a la Península.
El rey de la Casa de Austria fallecido en 1700 sin descendencia (Carlos II el Hechizado) era tataranieto del hispano-flamenco Carlos I (Gante 1500-Yuste 1558), hijo de Isabel I de Castilla (apartada del trono con la excusa de que estaba loca) y del duque de Borgoña, Brabante, Limburgo y Luxemburgo, conde de Artois, Flandes, Habsburgo, Henao, Holanda, Tirol y Zelanda más señor de Amberes y Malinas, más conocido como Felipe el Hermoso, nacido en Brujas (Flandes) y de ascendencia franca, neerlandesa y germánica.
Resumiendo, en el fallecido Carlos II (1661-1700) la biología ibérica ya estaba harto reducida porque, aparte de Juana la Loca, todos sus ancestros eran biológicamente extranjeros en grado creciente pues todos ellos habían matrimoniado con extrapeninsulares; por ende, el pretendiente de los Austria al trono era un sobrino-nieto del rey fallecido, pero ajeno biológica, sentimental y culturalmente a la Península.
El otro pretendiente, el duque de Anjou, era el segundo hijo del muy francés Louis de Bourbon, Gran Delfín de Francia, heredero del trono de Luis XIV (el "rey sol"), y su madre era la germánica María Ana de Baviera.
El francés Philippe d'Anjou, que subió al trono como Felipe V --sobrino-nieto político en segundo grado del monarca fallecido: no eran familiares de sangre--, para más inri de los españolistas matrimonió dos veces y en ambas ocasiones con sendas extranjeras, de modo que sus hijos y los futuros reyes de España fueron biológicamente 100 % extranjeros ¡hasta 1857!, año e que Isabel II de Borbón dio a luz al futuro Alfonso XII, que era fruto de una de las relaciones extramatrimoniales que la reina mantuvo con sucesivos amantes, no en vano el rey consorte --que era primo hermano de la reina, Francisco Asís de Borbón alias la Paquita-- era homosexual, evitaba compartir lecho con su esposa e incluso vivió durante largos períodos en residencias ajenas al palacio real.
El francés Philippe d'Anjou, que subió al trono como Felipe V --sobrino-nieto político en segundo grado del monarca fallecido: no eran familiares de sangre--, para más inri de los españolistas matrimonió dos veces y en ambas ocasiones con sendas extranjeras, de modo que sus hijos y los futuros reyes de España fueron biológicamente 100 % extranjeros ¡hasta 1857!, año e que Isabel II de Borbón dio a luz al futuro Alfonso XII, que era fruto de una de las relaciones extramatrimoniales que la reina mantuvo con sucesivos amantes, no en vano el rey consorte --que era primo hermano de la reina, Francisco Asís de Borbón alias la Paquita-- era homosexual, evitaba compartir lecho con su esposa e incluso vivió durante largos períodos en residencias ajenas al palacio real.
El padre biológico de Alfonso XII era hispano, más concretamente catalán: el capitán de ingenieros Enrique Puig Moltó, conocido en la corte como el Pollo Real, en tanto que su hijo y príncipe heredero fue apodado el Puigmolteño.
Volvamos atrás: Felipe de Anjou se casó en primeras nupcias con su prima María Luisa Gabriela de Saboya (nacida en Turín), con la que tuvo cuatro hijos; y la segunda esposa de Felipe V fue Isabel de Farnesio (nacida en Parma, ciudad trasalpina de la Emilia-Romaña), quien le dio siete hijos; en total, once vástagos y en ninguno había biología hispana.
El sucesor de Felipe V fue su hijo Luis I, engendrado por la turinesa y que resultó ser el monarca número 2 y el más fugaz de la Historia de España (enero-septiembre 1724), pues enfermó y murió poco más de ocho meses después de ser coronado, motivo por el que su padre, Felipe V, volvió a ocupar el trono del que se había apeado para disfrutar de una vejez tranquila.
Felipe V reinó obligado hasta morir, en 1746, siendo relevado por Fernando VI, el tercer hijo de su esposa turinesa.
El rey Fernando VI sí eligió de esposa a una noble de la Península, la portuguesa Barbara de Bragança, pero no tuvieron descendencia y la corona pasó a manos de su hermanastro, coronado como Carlos III, cuya madre era la parmesana Isabel de Farnesio]
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El rey Fernando VI sí eligió de esposa a una noble de la Península, la portuguesa Barbara de Bragança, pero no tuvieron descendencia y la corona pasó a manos de su hermanastro, coronado como Carlos III, cuya madre era la parmesana Isabel de Farnesio]
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Tratados de Utrecht:
Felipe V compró la paz o el apoyo
de varios países cediendo o regalando
dominios de las cinco monarquías hispanas
La corte de Felipe V, con dos tercios de la Península bajo su control, supo repartir con habilidad cargos, favores y negocios, lo que permitió a los borbonistas disponer de numerosos caballos de Troya [miembros de la nobleza y sobre todo de la curia] en localidades y comarcas de las monarquías de la Casa de Aragón.
En principio, los nobles y aliados del candidato austracista recibieron apoyo económico de Londres y sobre todo de Viena, desde donde incluso enviaron mercenarios.
La balanza se inclinó muy ostensiblemente del lado del Borbón tras la derrota de los austracistas en Almansa (1707), con la consiguiente pérdida de casi todo el territorio del Reino de València y parte del de Aragón.
Cuando los dos ejércitos se enfrentaron en Almansa los ingleses ya habían roto con la Casa de Austria a fin de recibir el regalo que a cambio de ello les había prometido Felipe de Anjou: Menorca; además, en Londres inspiraba temor el creciente poderío de los Austria en el continente.
Salvo la de Almansa y la caída de Barcelona, las peores derrotas de los austracistas no se produjeron en los campos de batalla sino en las escaramuzas diplomáticas y sobre todo, en las pacíficas lides financieras para la obtención de créditos, pugnas enmarcadas en el proceloso juego de tronos y de intereses que se libraba en Europa.
La balanza se inclinó muy ostensiblemente del lado del Borbón tras la derrota de los austracistas en Almansa (1707), con la consiguiente pérdida de casi todo el territorio del Reino de València y parte del de Aragón.
Cuando los dos ejércitos se enfrentaron en Almansa los ingleses ya habían roto con la Casa de Austria a fin de recibir el regalo que a cambio de ello les había prometido Felipe de Anjou: Menorca; además, en Londres inspiraba temor el creciente poderío de los Austria en el continente.
Salvo la de Almansa y la caída de Barcelona, las peores derrotas de los austracistas no se produjeron en los campos de batalla sino en las escaramuzas diplomáticas y sobre todo, en las pacíficas lides financieras para la obtención de créditos, pugnas enmarcadas en el proceloso juego de tronos y de intereses que se libraba en Europa.
La Casa de Austria ganó su guerra en 1712,
al negociar el más sustancial de los tratados de Utrecht.
El resto de la contienda, hasta 1715,
fue una guerra (in)civil de dominio
Prueba de la internacionalidad de la guerra es que con motivo de la firma del primer Tratado de Utrecht (1712) la Casa de Austria anunció su predisposición a renunciar a los reinos hispanos si Felipe V --que ya era el vencedor in péctore de la guerra pese a la resistencia catalano-aragonesa-- entregó a los Austrias varios dominios hispanos ubicados en Centroeuropa y la península italiana [ver el mapa de las cesiones y regalos] en el capítulo precedente).
Con anterioridad, Felipe V pagó con generosidad a los ingleses el aprobado a su coronación, pues no solo les cedió el control temporal de Menorca sino que, además, otorgó a Londres el derecho de uso a perpetuidad de la playa y llanura existentes al pie del peñón de Gibraltar, donde Inglaterra amplió el fortín levantado por Castilla hacía dos siglos y construyó varios inmuebles.
El documento de cesión de la playa, la explanada y el fortín de Gibraltareño precisa que si la Corona de Inglaterra abandonara o renunciara al uso del enclave, el Reino de Castilla (→hoy el Estado español) recuperaría su control; es decir, Londres no puede enajenar el Peñón ni constituir un Estado independiente.
En resumen, Gibraltar fue condenado por Felipe V a ser colonia eternamente o bien regresar a su reino soberano, el de Castilla [en 1713 Felipe V ya se arrogaba el título de rey de España pese a que todavía no habían desaparecido militar, política ni jurídicamente la Casa de Austria española ni las cuatro monarquías del Levante peninsular].
En gran medida los Borbones ganaron la guerra de sucesión a costa de regalar dominios y ceder derechos de los reinos peninsulares; más claro: el francés duque de Anjou compró a sus enemigos pagando con propiedades de los reinos hispánicos.
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En cuanto al enfrentamiento bélico es obligado destacar que sin el concurso de tropas centroeuropeas y con las ayudas materiales y financieras extrapeninsulares muy reducidas o suspendidas por el paulatino desapego de la vienesa Casa de Austria, los aragoneses, catalanes, mallorquinos y valencianos [cuyas disponibilidades quedaron reducidas a las aportaciones dinerarias de nobles locales, comerciantes, artesanos y pequeños propietarios de tierras] poco podían hacer frente al bien pertrechado ejército borbonista, en el que además participaban miles de soldados regulares y mercenarios franceses.
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Antes de firmar el primero de los tratados de Utrech,
la marcha de la guerra de reyes que se libraba en
la Península la condicionaban los banqueros
[Girona, por poner un ejemplo, fue asediada y tomada por un ejército formado por 5.000 soldados franceses profesionales de las armas]
También fue decisivo que Felipe V controlara todos los resortes financieros de la Administración castellana, que era la que recibía a través de los puertos de Andalucía y Galicia las riquezas que llegaban de las colonias.
Además, el francés contó con el firme y generoso apoyo de su país, Francia, cuyo rey también consiguió que su pariente español se beneficiara de las presiones ejercidas desde París para cerrar las fuentes de financiación de los austracistas: banqueros de Baviera, Provincias Unidas, Saboya y Venecia cortaron el grifo.
Por si fuera poco, a la vista de lo que se cocía durante las negociaciones de los tratados de Utrecht, con las cesiones y regalos de territorios ofrecidos por Felipe V, todos los banqueros europeos acabaron negando el crédito a los austracistas.
En resumen, al margen de las envenenadas polémicas entre españolistas y catalanistas, lo esencial del 11 de septiembre de 1714 es que con Barcelona cayó el baluarte y capital política de los partidarios del federalismo monárquico de los Habsburg, casa real que en todo caso ya se había beneficiado con la obtención de varios dominios extrapeninsulares que eran propiedad de los reinos hispanos: Flandes (la mitad sur de las Provincias Unidas de los Países Bajos) más Luxemburgo, Milán, Nápoles y Sicilia.
Además, el francés contó con el firme y generoso apoyo de su país, Francia, cuyo rey también consiguió que su pariente español se beneficiara de las presiones ejercidas desde París para cerrar las fuentes de financiación de los austracistas: banqueros de Baviera, Provincias Unidas, Saboya y Venecia cortaron el grifo.
Por si fuera poco, a la vista de lo que se cocía durante las negociaciones de los tratados de Utrecht, con las cesiones y regalos de territorios ofrecidos por Felipe V, todos los banqueros europeos acabaron negando el crédito a los austracistas.
En resumen, al margen de las envenenadas polémicas entre españolistas y catalanistas, lo esencial del 11 de septiembre de 1714 es que con Barcelona cayó el baluarte y capital política de los partidarios del federalismo monárquico de los Habsburg, casa real que en todo caso ya se había beneficiado con la obtención de varios dominios extrapeninsulares que eran propiedad de los reinos hispanos: Flandes (la mitad sur de las Provincias Unidas de los Países Bajos) más Luxemburgo, Milán, Nápoles y Sicilia.
El Reino de España nace y estrena mapa administrativo
La segunda consecuencia, esta de calado exclusivamente peninsular, radica en que el vencedor, Felipe V, derogó todos los derechos estamentales y los órganos de gobierno existentes en las cuatro monarquías de la finalmente abolida Casa de Aragón.
En todo caso y recuperando el planteamiento inicial del post, conste que antes del 11 de septiembre de 1714 el Principat de Catalunya (federado con las monarquías de Aragón, València, Mallorca y Cerdeña) era una natio pero no independiente pues estaba unida a otras cuatro monarquías de los Habsburg hispanos, ni tampoco lo habría sido aunque hubieran triunfado los austracistas.
¿Qué habría ocurrido si hubiera vencido la Casa de Austria? Es imposible saberlo con precisión, pero cabe dar por seguro que el tránsito del Antiguo Régimen al Estado Moderno habría sido más rápido y más profundo; el acervo institucional del Estado construido habría sido otro y, por descontado, España hubiera nacido y crecido sin el corsé rabiosamente centralista y uniformador que impusieron los borbones y sus aliados económicos, que constituyeron la única fuerza leal con la que inicialmente y durante largo tiempo contaron los Bourbon en España.
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Episódicamente, el centralismo españolista se dulcifica,
registrándose períodos culturalmente feraces y racionales...
también en asuntos de Historia:
Ver: «A los unionistas les interesa prolongar cuanto sea posible el conflicto España-Catalunya» |
Analizar y contextualizar está muy bien simpre que el alud de detalles no sotierre los hechos actuales y termine por aguarlos. Yo no creo que muchos de los catalanes que hoy participan en la Diada piensen que están "representando la guerra entre los Borbón y los Habsburgo". Tampoco creo que piensen en un "enfrentamiento entre dos nacionalismos". La equidistancia es ilusoria. No son los catalanes los que quieren imponer a España sus instituciones.
ResponderEliminarTienen enfrente a un Estado filofascista (ahí está, por dar solo un dato, el pazo de Meirás, conservado todavía como botín del dictador), y tienen el deseo, la voluntad política y muchísimos motivos para separarse de él. Y están decididos a hacerlo. Si algo "representan" o "escenifican", es esta decisión ACTUAL, con independencia de 1714, de Felipe V, y demás circunstancia histórica.
La "racionalidad" y la "contextualización" no consisten en buscar, y menos en forzar, una simetría y una equidistancia que no están en la realidad. Con suficientes dosis de "análisis", la relación entre el torturador y el torturado puede terminar visualizándose como una "confrontación de personalidades", sin elementos morales. Con suficiente "análisis", terminamos en el nivel explicativo de las proteínas y los genes. Ese no es el nivel explicativo ético o político.
Por cierto, que en 1714 Catalunya no era independiente es casi tan cierto como que Castilla no era independiente. Después de 1714, ambas afirmaciones ya no fueron equivalentes.
Antonio,
EliminarNo pretendía equiparar lo ocurrido con motivo de la guerra de sucesión en el siglo XVIII con lo que ocurre hoy.
Sólo pretendía exponer muy brevemente (es un "post") qué ocurrió durante aquel enfrentamiento entre dos casas reales y, ¡precisamente!, poner encima de la mesa el mito.
No soy españolista, tampoco catalanista; pero si de dar opinión al respecto se trata, a mi parecer es evidente que el mal llamado problema catalán (digo "mal llamado" porque el problema no tiene origen en Catalunya, sino en el concepto de España que impera desde hace varios siglos) sólo se superará por la vía política, democráticamente: ¡votando!
Hay "post" precedentes en los que ya exponía mi opinión sobre la situación actual.
Si leí bien los ingleses tienen Gibraltar porque un rey borbón les regaló el peñón. Gracias por el dato.
ResponderEliminarLeyó bien. Y por el mismo motivo, los ingleses también "disfrutaron" de Menorca (y sus riquezas) durante largos años.
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