Esta semana, a raíz del secuestro del petrolero Mattheos I, en el que trabajaban cuatro gallegos, Nigeria ha sido noticia porque de ese país procedían los piratas que se hicieron con el control del buque para robar unas 7.500 toneladas de combustible.
De un tiempo acá, en las aguas del golfo de Guinea se han multiplicado los asaltos a embarcaciones occidentales o dependientes de empresas europeas, norteamericanas y japonesas; pero, ¿por qué?, ¿cuál es la situación económica del país donde tienen base la mayoría de las bandas de piratas, Nigeria, que además es el país más populoso de África con 161 millones de habitantes?
De un tiempo acá, en las aguas del golfo de Guinea se han multiplicado los asaltos a embarcaciones occidentales o dependientes de empresas europeas, norteamericanas y japonesas; pero, ¿por qué?, ¿cuál es la situación económica del país donde tienen base la mayoría de las bandas de piratas, Nigeria, que además es el país más populoso de África con 161 millones de habitantes?
Hasta el bienio de 1962-63, cuando fueron descubiertos los yacimientos de hidrocarburos y se pusieron en marcha los primeros pozos, Nigeria fue un territorio de economía exclusivamente agropecuaria y, en menor medida, pesquera.
Los cultivos de cacao, producción que es exportada prácticamente en su totalidad, y de subsistencia (especies destinadas al autoconsumo), más el pastoreo nómada o seminómada que se practica desde hace siglos constituían la base económica del 90 % de la población; el otro 10% vivía de la pesca y de la Administración —hasta 1960, Nigeria fue colonia de Gran Bretaña.
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Reproducción de la página publicada en el suplemento Mercados de La voz de Galicia |
El descubrimiento de hidrocarburos en el sur del país —con el delta que forman los ríos Níger y Benué como epicentro— provocó cambios radicales; entre los que cabe destacar dos: la formación de una élite económica autóctona —aliada siempre con multinacionales— y segundo, la inevitable transformación de la economía y, por tanto, de las estructuras sociales y de poder.
A partir de 1968 y año tras año, nunca menos del 65 % de los ingresos del Estado los han proporcionado el petróleo y sus derivados. No obstante, a raíz de la llamada crisis del petróleo de 1972-73 y durante un lustro, el precio del crudo sufrió una drástica caída y la economía de Nigeria, que ya era un monocultivo petrolífero, vivió una situación de extrema gravedad, lo que tuvo consecuencias políticas que desde entonces condicionan la economía y la política.
Por si fuera poco, a los efectos de esa crisis se sumaron las secuelas de la guerra de segregación que libraron los ibos, el grupo étnico dominante en el sureste del país, que declararon la independencia de Biafra en 1967.
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Cainismo norte-sur
La respuesta del Gobierno central —influido y en parte dirigido a control remoto por las corporaciones extranjeras que explotan los yacimientos de hidrocarburos— fue inmediata y contundente a fin de acabar con los independentistas de Biafra, que es la región más rica en hidrocarburos.
Todas las fuentes cifran en más de 30.000 los ibos muertos en las batallas y sobre todo en las matanzas habidas durante los casi tres años que duró el conflicto; amén de la destrucción de las estructuras económicas y sociales biafreñas.
Esa conflagración, cuyas secuelas todavía son perceptibles en variados aspectos, unida al omnímodo poder que otorgan las rentas del petróleo han condicionando la evolución de la economía de Nigeria, así como la vida social y política.
La rendición del ejército biafreño —que fue capitaneado por el mitificado coronel Ogumegdo Ojuku— y el ascenso al poder del llamado ejército del norte —en el que abundaban los impulsores de una especie de yihad para islamizar el sur animista y cristiano, bajo el liderazgo militar de Yakubu Gowon— dio paso a una serie de golpes y contragolpes de Estado, casi siempre seguidos del asesinato del presidente depuesto; lo que acabó convirtiendo Nigeria en un territorio en el que todavía hoy solo reina cierto orden —desde una óptica gubernativa— y una relativa estabilidad social allí donde las multinacionales petroleras poseen derechos de exploración, prospección y extracción; amén de en la capital, Abuya (en el centro del país) y en Lagos y su caótico hinterland.
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Caos institucionalizado
Desde 1960 hasta hoy, Nigeria solo ha vivido dos períodos de paz real y con presencia, aunque relativa, de la Administración estatal en todo el país: los siete primeros años de independencia (1960-67) y desde 1979, año en que se celebraron elecciones democráticas —ganadas por Shehu Shagari— hasta 1983, cuando otro golpe de Estado colocó al frente del país a un autodenominado Consejo Supremo Militar.
Jamás han vuelto a celebrarse unas elecciones limpias.
En lo económico, es obligado reseñar que la élite que desde los años sesenta dirige el país extrajo una enseñanza de la crisis petrolera de los setenta: había que diversificar la economía; sin embargo, prácticamente toda la industria creada gira en torno al petróleo, con el condicionante de que el 90% de las extracciones están en manos de compañías europeas, norteamericanas y japonesas, a las que desde hace apenas un lustro se han sumado sociedades chinas, no en vano las reservas de petróleo de Nigeria están estimadas en 15.000 millones de barriles y las de gas natural, en 3 billones de metros cúbicos.
Nigeria es el principal productor africano de crudo y de sus derivados, y también de automóviles; posee una notable industria química y los puertos industriales mejor dotados del continente. El resto de actividades económicas son agropecuarias: básicamente, plantaciones de cacao, arroz, maíz y sorgo, y rebaños de ovejas, cabras y unos miles de vacas; actividades estas que dan de comer a aproximadamente el 65 % de la población.
Según Naciones Unidas, tres de cada cuatro nigerianos viven bajo el umbral de la pobreza.
Las únicas producciones reseñables —aparte del agro, el petróleo y la industria derivada de este— son las explotaciones mineras de carbón, hierro y estaño, casi todas controladas también por consorcios extranjeros.
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Mosaico
Para tener una idea cabal de cómo es y de lo que representa desde una óptica demográfica y humana, basta reseñar que 1 de cada 5 africanos es nigeriano y que hay dos nigerias. El 74 % de la población reside en el rural y aunque el censo oficial tiene valor relativo, hay 24 urbes que tienen más de 100.000 habitantes —en la capital económica, Lagos, en la costa suroeste, viven 8,1 millones de personas.
Nigeria es un país «continente»: la etnia mayoritaria en el norte es la de los hausa-fulani, de los que el 95 % son musulmanes y en su mayoría, fundamentalistas (en esa zona del país la Justicia civil se rige por la sharia). En el sur predominan los pueblos yoruba, «familia» que incluye a los ibos de Biafra, mayoritariamente católicos; destacando sobre otras etnias las de los anang, efik, ibibio, ijab y kanuri, que en su mayoría pertenecen a iglesias luteranas; no obstante, todos conservan valores y tradiciones de sus creencias pretéritas de corte animista.
Las lenguas más habladas son el hausa, yoruba e ibo, que en su conjunto suman decenas de variantes. En las urbes casi todo el mundo habla inglés, que inevitablemente se ha «enriquecido» con vocablos autóctonos.
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