15 febrero 2015

Hace 2.150 años, Sicilia fue el escenario de la primera rebelión europea de explotados contra explotadores

La segunda rebelión fue liderada por Atenión (104 a.C.)
y la tercera y más conocida, por Espartaco (73 a.C.)
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Este año de 2015 se cumplen 2.150 de la que históricamente (hay pruebas documentales) es considerada la primera rebelión colectiva de explotados europeos contra sus explotadores, iniciada en el año 135 aC (antes de Cristo) y protagonizada por trabajadores de Sicilia sometidos al sistema esclavista de Roma
Los combates, a los que varios historiadores del Imperio otorgan la calidad de primera guerra civil romana, se prolongaron durante tres años.

El líder político de los esclavos era el sirio Euno, esclavo que ejercía de brujo o chamán y que se arrogaba —entre otros méritos la condición de sacerdote de la diosa Atargatis, madre mitológica de Semíramis, la también mítica reina de Asiria, según varias crónicas helenas.
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[La diosa Atargatis —en griego, Derceto— fue ampliamente conocida en los países del Mediterráneo oriental gracias a la expansión de los conocimientos que portaban consigo los migrantes griegos, que incluían las tradiciones y creencias que ellos habían tomado y helenizado en Asia Menor y el Oriente Próximo.
La vasta cultura helena penetró con fuerza en geografías como el sur de la Península Itálica y Sicilia, área que durante varios siglos fue conocida como la Magna Grecia, donde arraigó con tanta fuerza y profundidad que aún hoy varios miles de sicilianos tienen como lengua materna el griko, o creco-calabrés, variante del griego clásico que fue el idioma más utilizdo en el sur de la actual Italia y en parte de Sicilia lengua que acusa un grave y progresivo empobrecimiento debido a su creciente italianización]
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Cincuenta mil
hombres y mujeres
mal armados
y peor comandados

Sin menoscabo del crédito popular del que gozaba Euno ni de la cohesión que su singular personalidad otorgó al movimiento, en rigor el jefe de los rebeldes era Cleón, como general del ejército de los sublevados.
Según fuentes de la época, los insurgentes llegaron a sumar 200.000 hombres y mujeres combatientes, cifra de todo punto exagerada porque, entre otras cosas, incluye a todos los adultos, también a los/as ancianos/as; en todo caso, casi nadie tenía experiencia en el manejo de armas, las que tenían eran insuficientes y el  40 % (aprox.) eran simples seguidores o familiares de los alzados, que no obstante cabría otorgarles la calidad de combatientes pues la mayoría de ellos, incluso niños/as, realizaban labores y desarrollaban funciones que eran imprescindibles para que el ejército funcionara: desde buscar agua, alimentos y cocinarlos hasta fabricar armas y atender a los heridos.
Sin minimizar el éxito de los alzados ni magnificar la victoria final de los 70.000 legionarios movilizados por Roma, los escasos datos disponibles y las pistas indirectas permiten concluir que los esclavos armados (incluidos ambos sexos) en disposición de combatir sumaban unos 40.000, como mucho.
El ejército de insurgentes no sólo pagó su inferioridad numérica y material, sino que además acusó la desgracia de que Cleón no era precisamente un hábil estratega. Todo lo contrario. La lentitud a la hora de tomar decisiones y el grave error de no haber conquistado ni dominado los muelles y radas capaces de facilitar el desembarco de pertrechos y tropas enviadas por Roma, malograron los dos años de triunfos que otorgaron a los libertos el domino de más de la mitad de la isla. 
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Una vez finalizada la segunda
guerra púnica, la codicia
convirtió Sicilia en un polvorín

Como tantas veces, hay vicios que persisten en el tiempo: el caldo de cultivo de la rebelión fue alimentado por la codicia de los amos, los empresaurios.
El triunfo de Roma sobre Cartago en la Segunda guerra púnica (218-201 aC) desembocó en el asesinato, la esclavización o la marginación de miles de habitantes de Sicilia de origen cartaginés. 
Roma desencadenó también una oleada de expropiaciones con la finalidad de controlar el poder económico, sustituyendo a prácticamente todos los propietarios de tierras, fueran púnicos o helenos, para colocar a ciudadanos romanos, que obtuvieron las fincas gratis o las pagaron a precios de saldo.
El fenómeno fue especialmente drástico e irracional en la mitad occidental de la isla, donde habían florecido con especial éxito la cultura y la economía cartaginesas. No menos importante es el papel jugado por los isleños pro romanos que contribuyeron a la limpieza de "indeseables". Tras una guerra es fácil hacerse rico si se carece de escrúpulos. Siempre ha sido así.
El precio de los esclavos y el aprecio por ellos también se abarataron exponencialmente, no en vano la guerra generó miles de nuevos trabajadores forzados. Este fenómeno unido a que en Roma urgía la llegada de grano, provocó que los esclavos fueran subalimentados y maltratados.
Pero no sólo los esclavos sufrieron un paulatino empeoramiento de sus condiciones de vida, también se fueron empobreciendo los pequeños agricultores libertos, que se vieron obligados a practicar el hurto de alimentos y/o recuperar los hábitos recolectores para sustentar a sus familias.
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Medio siglo de inhumana codicia y elevado enriquecimiento 

Los nuevos propietarios de la isla, casi todos romanos, vivieron una larga etapa de felicidad y acumulación de riqueza. Medio siglo después de consumarse la ocupación, durante la década del 150 aC la situación empezó a pudrirse. Cada vez eran más frecuentes las revueltas campesinas y la producción descendía año tras año.
La respuesta de los explotadores y del poder político romano consistió en endurecer las medidas coercitivas, reprimir a los campesinos libres y, en paralelo, aumentar los castigos físicos y las ejecuciones para enderezar a los esclavos que protestaban o abandonaban las explotaciones [¡qué poco han aprendido las minorías pudientes en veintidós siglos de experiencia!].
Finalmente, en el 135 aC, en un latifundio cercano a la ciudad de Enna se produjo la chispa y estalló la primera guerra servil

Segundo y tercer levantamiento

Con posterioridad, se registraron otras dos grandes rebeliones de esclavos y campesinos empobrecidos. La segunda, también en Sicilia (104-100 aC), fue liderada por el ex pirata Atenión, originario del Asia Menor helenizada; y la tercera, la más conocida (73-71 aC), fue la que capitaneó el gladiador tracio Espartaco.
Integrante del grupo de luchadores pertenecientes a un patricio romano de Capua, Espartaco y unos ochenta compañeros se rebelaron y lograron reunir un ejército de más de 100.000 adultos, hombres y mujeres 
—a lo sumo unos 120.000; aunque hay fuentes de la época, incluido Plinio el Viejomilitar y escritor romano, que elevan la cifra hasta 150.000, muy probablemente para engrandecer el triunfo final de las legiones.
La denominada tercera guerra servil, también conocida como la guerra de Espartaco, fue la última de una serie de revueltas de esclavos contra la República RomanaEl ejérdito de Espartaco logró ser una amenaza real para Roma y para sus aliados en el mediodía de la península Itálica durante dos años largos, del 73 al 71 a.C.
Tras humillar a las milicias romana y de varias ciudades, para derrotar a los espartaquistas fue precisa una operación militar coordinada —incluido el primer desembarco de un ejército de 20.000 efectivos con sus pertrechos y animales de carga y de combate, que habían sido embarcados en África,— en la que participaron tres ejércitos, comandados por los generales PompeyoCraso y Lúculo.

2 comentarios:

  1. Preguntome se debemos ir aprendendo a vencer.

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    1. Coido que o investimento nese tipo de educación é dun euro... e cero nas terras coa persoalidade esnaquizada.
      Non quero falar destas cousas, despois esperto pola noite cunha tristura moi grande ou teño sonos de victoria... supoño!, porque só así entendo ter chegado aos 60 con gañas de vivir, mais por moito que o intento non lembro nengún deses sonos... (saúdos).

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