29 julio 2009

Vargas Llosa riza el rizo y disculpa el golpe en Honduras

No es la primera vez que un escritor extraordinario genera rechazo político. La lista es larga y sin ir más lejos, por poner un ejemplo cercano, en la literatura española contemporánea tenemos un ejemplo paradigmático, Camilo José Cela, que colaboró con la dictadura, aunque siempre con disimulo magistral, pero al mismo tiempo fue el autor de textos de innegable valor, como La familia de Pascual Duarte, por poner un ejemplo.
Mas aterricemos en el caso que es noticia ¡una vez más!: Mario Vargas Llosa, cuya insistencia en cultivar la contradicción ya es norma.
El peruano es autor de piezas inolvidables, como la que cuenta la tierna peripecia de Pichula Cuéllar o la enciclopedia de ideas que contiene Conversaciones en la catedral y, sin embargo, de un tiempo acá pone su elevada capacidad expresiva al servicio de tesis políticas tan chuscas como incomprensibles, no por defender su visión de la realidad, sino porque lo hace sembrando la confusión.
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En un artículo que estos días circula en la Red y que versa sobre el reciente golpe de Estado en Honduras, Vargas Llosa empieza así:
«Despertar a un presidente constitucionalmente elegido a punta de bayonetas y enviarlo al exilio sin darle tiempo siquiera a cambiarse el pijama, como hicieron los militares hondureños con Manuel Zelaya hace dos semanas, es un acto de barbarie política y resulta justa la enérgica condena que este atropello ha merecido de Naciones Unidas, la OEA y de la mayoría de naciones del mundo entero».
Y más adelante añade:
«Mel Zelaya, quien, en violación flagrante de la Constitución que había jurado respetar, se disponía a llevar a cabo un referéndum para hacerse reelegir, una pretensión que fue condenada por la Corte Suprema y la Fiscalía de la Nación, y por la que el Congreso hondureño había iniciado un proceso para destituirlo como jefe del Estado…»
De entrada, el presunto referéndum que había convocado Zelaya era una consulta indudablemente política y con intenciones políticas, pero carente de valor legal y mucho menos, legislativo y que, para colmo, no versaba sobre la reelección del jefe de Estado. Y segundo, a estas alturas nadie ignora el vergonzoso papel que han jugado y juegan la Corte Suprema hondureña y la fiscalía, instituciones a las que es absurdo acusar de estar al servicio de la oligarquía económica que controla el país porque forman parte de ella y son, pruebas hay en abundancia, las que han pergeñado la excusa de los golpistas que esgrime el ¿inocente? Vargas Llosa.
No es la primera vez que el peruano pone su pluma al servicio de opciones políticas, actitud que siendo legítima se torna indigna cuando se emplean la hipocresía, la insidia e incluso la mentira, que por muy bien disimulada que esté, mentira es.
Zelaya tiene la trayectoria que tiene, por mucho que la izquierda caviar europea la pinte de rosa y que es tanto o más equívoca que la actitud adoptada en este asunto por Vargas Llosa.
En todo caso, nada justifica un golpe de Estado, aunque el maestro de escritores peruano lo disculpe alegando medias verdades.

5 comentarios:

  1. Félix, lo de este viene de lejos, de la época en que rompió su amistad con Gabriel García Márquez y se lanzó a una carrera política tan absurda como preocupante. A estas alturas ya es un experto en el tema.

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  2. Desde luego hay gente que es capaz de lo mejor y lo peor y Vargas Llosa es uno de ellos. A mi también me ha extrañado que no sea directo.
    saludos

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  3. No es que Vargas Llosa viva en la confusión, es que genera confusión. Forma parte del papel mediático que eligió. Se siente más cómodo en el mundo ficcional que en real, quizá porque en este ha fracasado al hundirse la mayor empresa personal que jamás había acometido. No supo digerirlo ni quiso aprender. Simplemente se entregó al delirio, como cuando escribe. Apertas.

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  4. Un gran escritor, sin duda, lástima que sea capaz de justificar semejante desmán en nombre de no se sabe qué...

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  5. Es lamentable que mentes tan resplandecientes como la del autor de este artículo se vean corroídas por la envidia y desarticuladas por el egocentrismo.
    Los dichos de Vargas Llosa no son más que la realidad de lo acontecido en Honduras, al menos los que corresponden a los días previos al 28 de junio. Yo, que vivo en Honduras y que dicho sea de paso soy notario, DOY FE de ser cierto todo cuanto este intelectual ha afirmado (con respecto a las ilegalidades de Zelaya). Adicionalmente, estas ilícitas acciones de Zelaya son de lato conocimiento y en su momento fueron materia de una suspensión decretada por motivos de inconstitucionalidad por el Juzgado de Letras de lo Contencioso Administrativo, autoridad que Zelaya, en la creencia de que ya había alcanzado el nivel dictatorial de Chávez, desobedeció.
    El autor de este artículo es uno más del montón. Alguien que pertenece a esa izquierda caníbal que ha fracasado cada vez que se ha instalado en el poder. Ese socialismo que constituye una enfermedad que, afortunadamente, como una gripe al cumplir su ciclo viral, se termina sola.
    Me resulta evidente, por otra parte, que el autor de este artículo jamás ha visto una Constitución hondureña, pues si lo hubiese hecho, se habría percatado de que el Art. 239 expresamente dispone que las actividades como las de Zelaya, conllevan la cesación ipso facto de su cargo y la inhabilitación para desempeñar cualquier función pública por 10 años.
    Finalmente, me parece indignante como el autor, persistiendo en su evidente megalomanía, ofende a la Corte Suprema de Justicia de Honduras y al Ministerio Público, cuando sobre estos organismos, sus miembros, y su manera de operar, dicho autor sabe lo mismo que yo sé de mecánica cuántica, absolutamente nada!
    Si a alguien debe juzgarse, es a la Constitución hondureña, sus términos, derechos, declaraciones, garantías, disposiciones y alcances; eso lo acepto, pero en todo caso seremos los hondureños, y no los extranjeros, quienes lo haremos. Mientras tanto, debe aplicarse el famoso latinismo que reza: DURA LEX, SED LEX.
    En resumen, todo el artículo es una expresión de resentimientos hacia un intelectual cuyo único pecado es no pertenecer al Socialismo del Siglo XXI.

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