El territorio denominado oficialmente Reino de España alberga una sociedad caracterizada por sus contradicciones y sus simplezas, entre otras características --que las hay positivas, naturalmente.
La española es una sociedad autodestructiva en la que abundan los amigos de la bronca por la bronca, agravado todo con intereses e intolerancias congénitas que algunos cultivan con esmero. Es más, hay quienes necesitan el enfrentamiento, con o sin armas, tanto les da.
La española es una sociedad autodestructiva en la que abundan los amigos de la bronca por la bronca, agravado todo con intereses e intolerancias congénitas que algunos cultivan con esmero. Es más, hay quienes necesitan el enfrentamiento, con o sin armas, tanto les da.
Veamos:
El movimiento independentista vasco remoza su dirección y se presenta públicamente condenando la violencia, vicio al que decenas de miles de españoles se aficionaron durante una dictadura que la fomentaba y la practicaba para mantenerse en el poder.
Es más, el portavoz de esa nueva organización proclama sin rodeos que rechaza las acciones de ETA y pese a todo, el partido político que se ha negado en reiteradas ocasiones y en distintos foros e instituciones a condenar la dictadura franquista, el PP, exige que el Estado impida la integración de los independentistas en la vida democrática.
Es comprensible que persistan las dudas personales, pero esas dudas --esto es obligado subrayarlo-- también persisten respecto de otros colectivos y dirigentes políticos que se mueven en la legalidad pese a que todavía alaban y avalan a una dictadura que ejecutó, propició o amparó decenas de miles de delitos, incluidos asesinatos.
Es más, el portavoz de esa nueva organización proclama sin rodeos que rechaza las acciones de ETA y pese a todo, el partido político que se ha negado en reiteradas ocasiones y en distintos foros e instituciones a condenar la dictadura franquista, el PP, exige que el Estado impida la integración de los independentistas en la vida democrática.
Es comprensible que persistan las dudas personales, pero esas dudas --esto es obligado subrayarlo-- también persisten respecto de otros colectivos y dirigentes políticos que se mueven en la legalidad pese a que todavía alaban y avalan a una dictadura que ejecutó, propició o amparó decenas de miles de delitos, incluidos asesinatos.
En rigor, a los ciudadanos --incluidos los españolísimos miembros del PP-- nos toca acatar lo que determine la Justicia en función del contenido de los estatutos de la nueva formación, dando por supuesto que los funcionarios del Derecho evitarán entrar en el jardín de las sospechas y los resquemores.
Porque si las sospechas y los resquemores son legalmente válidos, ¿qué hacer con quienes justifican o se niegan a condenar a un régimen que humilló, marginó, extrañó, expatrió, robó o mató a cientos de miles de personas?
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DE INTERÉS:
"Sortu o el ave fénix", por Ramón Zallo, vía SIN PERMISO,
"Tres obviedades sobre Batasuna", en ESCOLAR.NET,
"Para ser una trampa está muy elaborada", en TRABAJAR CANSA,
"Batasuna presenta nueva formación política que condena toda la violencia", en CRÓNICAS DE ESPERANTIA, y
"Sortu: Si cumplen la ley, la ley debe cumplir con ese partido", en RADIOCABLE BLOG.
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DE INTERÉS:
"Sortu o el ave fénix", por Ramón Zallo, vía SIN PERMISO,
"Tres obviedades sobre Batasuna", en ESCOLAR.NET,
"Para ser una trampa está muy elaborada", en TRABAJAR CANSA,
"Batasuna presenta nueva formación política que condena toda la violencia", en CRÓNICAS DE ESPERANTIA, y
"Sortu: Si cumplen la ley, la ley debe cumplir con ese partido", en RADIOCABLE BLOG.
Lo has puesto bien clarito.
ResponderEliminarAsí es Don Félix, parece que al PP y a otros, sólo les interesa que haya muertos.
ResponderEliminarSaludos
Yo evitaría comparaciones. Ciñámonos al tema: la izquierda aberzale ha estado tan indisolublemente unida a ETA (políticos aberzales que han ocupado puestos en ETA y etarras que han ocupado puestos en las sucesivas marcas electorales aberzales) que, a mi juicio, no basta con esa "prueba del algodón" democrática. Por muy regenerada que esté esa formación, por mucho que atestigüe (de palabra) que no comparte las acciones de la banda. Hubo oportunidades y las hicieron saltar por los aires.
ResponderEliminarAhora, en este nuevo escenario en el que el Estado tiene la posición dominante, estrangulada ETA política, militar y económicamente, no se puede ceder, sólo esperar que la banda anuncie su abandono definitivo de las armas.
Mira Félix, es como si tras la Segunda Guerra Mundial el Partido Nacionalsocialista hubiera intentado retomar la actividad política como si tal cosa, con nuevos líderes y una vacua renuncia expresa a la violencia, pero los mismos postulados.
El error es pensar que dejar a los aberzales (a estos aberzales, repito, que han compartido afinidad ideológica, organizativa y logística con ETA) fuera del juego político es antidemocrático. No, a mi juicio es lo lógico y un mecanismo válido que tiene el Estado para protegerse mientras las armas no han callado para siempre.
Saludos de un bilbaíno que vivió 21 años en Euskadi y Navarra.
A JULIA,
ResponderEliminarEn cierta medida, comparto tus temores; pero no comparto mantener en la ilegalidad a los aberzales que rechazan la violencia.
En todo caso, tu argumentación es radicalmente respetable.
Sólo puntualizaría que aquí, en España, tras acabar nuestra "larga segunda guerra mundial", los miembros de nuestro singular "partido nacionalsocialista" siguieron en la vida política. Es más, una vez acabada aquella "guerra" los que alimentábamos "temores" no temimos que ellos se integraran en la democracia pese a que ¡jamás! se arrepintieron ni disculparon --algunos incluso siguen alardeando de ello-- por haber compartido afinidad ideológica, organizativa y logística con el régimen.
Dejemos que la Justicia --pues el Gobierno, al parecer, le pasa la pelota a la Fiscalía y al Supremo-- decida en aplicación estricta de la legalidad.
Sea como fuere, hay algunos políticos que son los menos indicados para dar lecciones de no sé qué.
Saludos.
Completamente de acuerdo con este texto. De principio a fin.
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