La somalí Habiba, de 20 años, ha llegado esta semana al campamento de los hambrientos de Dadaab, en el norte de Kenia, junto a su esposo y cuatro hijos de 8, 6, 3 años y el recién nacido Salado, al que parió durante el trayecto de decenas de kilómetros que la familia ha recorrido huyendo de la muerte por inanición.
«Di a luz a este bebé en el camino, sin ninguna asistencia, no había ni un árbol ni un arbusto debajo del cual sentarse (...) Ni recuerdo cómo fue. Pero perdí tanta sangre que mi esposo dice que estoy anémica y por eso pierdo la memoria y la visión frecuentemente»...
«Di a luz a este bebé en el camino, sin ninguna asistencia, no había ni un árbol ni un arbusto debajo del cual sentarse (...) Ni recuerdo cómo fue. Pero perdí tanta sangre que mi esposo dice que estoy anémica y por eso pierdo la memoria y la visión frecuentemente»...
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Varios millones de somalíes agonizan
Los humanos de Somalia sufren otra hambruna, la enésima. Y otra vez dicen que es por causa de la sequía. Sin embargo, esta sólo es la explicación superficial, la menos hiriente, la políticamente correcta.
Varios millones de somalíes agonizan
Los humanos de Somalia sufren otra hambruna, la enésima. Y otra vez dicen que es por causa de la sequía. Sin embargo, esta sólo es la explicación superficial, la menos hiriente, la políticamente correcta.
La sequía influye, naturalmente, pero la escasa producción de alimentos que acusa el país desde hace varios decenios es consecuencia directa de una guerra civil que ya suma 30 años de matanzas y destrucción, 30 años de rapiña y 30 años durante los que bandas armadas al grito de Alá es grande menosprecian la vida, boicotean la llegada de ayuda extranjera, dificultan toda actividad económica e incluso se apropian de los convoyes de alimentos.
La sequía empobrece, cierto; pero las palabras y las acciones de los fundamentalistas empobrecen más y matan.
Y en Occidente, en la geografía del orden, lo correcto es decir que la tragedia somalí sólo tiene un culpable, uno solo: la sequía; es decir, la naturaleza.
Todo vale con tal de evitar que la palabra Dios genere rechazo, todo con tal de no reconocer que la codicia y el fanatismo humana están detrás de casi todos los desastres de raíz económica, eso sí con Dios o Alá en la punta de la lengua.
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CON ANTERIORIDAD:
"Noticias sobre los secuestros en Somalia: El 90 % son falsas", y
"Guerrear contra los desarrapados somalíes es una vergüenza".
La sequía empobrece, cierto; pero las palabras y las acciones de los fundamentalistas empobrecen más y matan.
Y en Occidente, en la geografía del orden, lo correcto es decir que la tragedia somalí sólo tiene un culpable, uno solo: la sequía; es decir, la naturaleza.
Todo vale con tal de evitar que la palabra Dios genere rechazo, todo con tal de no reconocer que la codicia y el fanatismo humana están detrás de casi todos los desastres de raíz económica, eso sí con Dios o Alá en la punta de la lengua.
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CON ANTERIORIDAD:
"Noticias sobre los secuestros en Somalia: El 90 % son falsas", y
"Guerrear contra los desarrapados somalíes es una vergüenza".
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