¿Recuerda usted estas seis palabras: «Hilillos de plastilina en estiramiento vertical».
Así describió en noviembre de 2002 las fugas de fuelóleo del hundido Prestige el entonces vicepresidente del Gobierno de Aznar, Mariano Rajoy. Ahora, 10 años después, el presidente de la Xunta de Galicia presenta la vista oral del juicio por aquel accidente/incidente como una demostración de que el Estado funciona...
Hace 10 años, con el Prestige destripado a 3.850 metros de profundidad y a 250 kilómetros de la costa gallega, hablar de hilillos fue un despropósito y ahora, 10 años después, presentar la celebración del juicio como el fin ejemplar del episodio es otro despropósito.
Así describió en noviembre de 2002 las fugas de fuelóleo del hundido Prestige el entonces vicepresidente del Gobierno de Aznar, Mariano Rajoy. Ahora, 10 años después, el presidente de la Xunta de Galicia presenta la vista oral del juicio por aquel accidente/incidente como una demostración de que el Estado funciona...
Hace 10 años, con el Prestige destripado a 3.850 metros de profundidad y a 250 kilómetros de la costa gallega, hablar de hilillos fue un despropósito y ahora, 10 años después, presentar la celebración del juicio como el fin ejemplar del episodio es otro despropósito.
De entrada, si de reflejar la realidad con rigor se trata, es obligado subrayar que la vista se celebra diez años después del suceso y se ha convertido en la puesta en escena de una vergonzosa subasta de indemnizaciones en la que hacer justicia es secundario y, para colmo, ni siquiera se oirá el definitivo ¡adjudicado!, pues es prácticamente seguro que el expediente será transferido a otra sala de pasos perdidos, de modo que al decenio ya transcurrido se añadirán otros 5 o 6 años... ¡O más!
¿Acaso usted confía en que quienes sean condenados a pagar indemnizaciones renunciarán a recurrir la sentencia ante el Supremo y, si lo estiman necesario, ante un tribunal supraestatal?
Los abogados tampoco.
En apenas una semana, tres letrados que representan a personas físicas o jurídicas que reclaman ser indemnizadas por los daños que sufrieron a causa de la marea negra, más un cuarto que representa a una entidad civil han coincidido en comentarme que la vista abierta en A Coruña [que se prolongará como mínimo hasta bien entrada la próxima primavera y tiene un coste que ronda el millón y medio de euros] sólo es el primer acto de la Justicia: «Esto no acaba aquí».
Para más inri, en la vista no comparecen los responsables políticos e institucionales que tomaron la decisión final de condenar el buque-tanque al hundimiento. Tras un farragoso y lentísimo procedimiento los abogados lograron sentar en el banquillo al entonces director general de Marina Mercante, lo que en todo caso servirá para que el Estado español sea obligado a pagar como responsable subsidiario. Tampoco están representadas la sociedad administradora del buque, Universe Maritime, ni la firma propietaria, Mare Shiping, ni la aseguradora, London P & I Club.
El Prestige vertió mucho más que unos hilillos, ¡muchísimo más!... Por el contrario, el juicio abierto en A Coruña apenas destilará tres o cuatro hilillos de plastilina judicial.
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INFORMACIÓN relacionada:
CON ANTERIORIDAD, en ImP,
"Juicio del Prestige: El pan se ha quedado duro y no hay quien lo trague" (incluye enlaces de interés).
Ojalá el juicio sirva para depurar algunas responsabilidades. Pero seguro que habrá muchas otras que no se juzgarán nunca, y fueron decisivas en la desastrosa gestión del accidente y sus consecuencias finales.
ResponderEliminarAunque el daño ya está hecho y es irreparable. El ecosistema marino se vió dañado como nunca antes en la historia de Galicia. Hoy en día, 20 años después, estamos empezando a comprender los efectos que la marea negra produjo en la naturaleza. Especies como el cormorán moñudo, que tenía en Galicia sus principales colonias de cría a nivel mundial, se han reducido hasta en un 50%, según los últimos estudios. Esto puede llevar a la especie en los próximos años a un serio peligro de desaparición de estas colonias. Y es sólo un ejemplo. Ahora, más que nunca, ¡NUNCA MÁIS!
Un saludo Félix.