El abuelo de García Margallo fue uno de los 13.363 muertos en Annual
para satisfacer el delirio del general Fernández Silvestre por hacer historia
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El jefe de Estado español se desliza, o ha sido lanzado, por el tobogán de la inanidad política.
Juan Carlos I presidió ayer [ver ABC] una ceremonia castrense tan solemne como absurda para que el Gobierno de Rajoy rindiera homenaje al abuelo del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, que murió en la primera fase de la guerra de Marruecos (1893-94), y a quienes sufrieron en carne propia el conflicto armado en la colonia norteafricana hasta la consumación del desastre de Annual, en 1921, de lo que ya hace casi un siglo.
Para que la ceremonia organizada para premiar a los sacrificados por el general Fernández Silvestre fuera un alarde propio de grandes eventos de Estado, Defensa movilizó el regimiento acorazado Alcántara 10 [unidad heredera del Regimiento de Cazadores que fue diezmado en Annual], la Guardia Real y la Guardia Civil.
Para que la ceremonia organizada para premiar a los sacrificados por el general Fernández Silvestre fuera un alarde propio de grandes eventos de Estado, Defensa movilizó el regimiento acorazado Alcántara 10 [unidad heredera del Regimiento de Cazadores que fue diezmado en Annual], la Guardia Real y la Guardia Civil.
Entre el público asistente, aparte de las autoridades, figuraban descendientes de los llamados héroes de Annual [es decir, las víctimas del general Fernández Silvestre].
En su discurso, el jefe de Estado enfatizó «el valor y la capacidad de sacrificio» de quienes perecieron, fueron heridos o venturosamente sobrevivieron a los errores de planificación, a la incapacidad organizativa y a la corrupción que convirtieron la ofensiva contra los insurgentes rifeños en una matanza inútil... y perfectamente previsible y evitable.
Para redondear el absurdo, el jefe de Estado subrayó que la concesión de la Laureada Colectiva de San Fernando a las víctimas del general Fernández Silvestre demuestra que «España siempre reconoce a sus héroes»… Por cierto, héroes que son recordados (aunque tarde) con la misma intensidad que se oculta el hecho de que fueron víctimas del delirio de un general y de las conveniencias políticas de un Gobierno desnortado.
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Los hechos centrales acaecieron en el verano de 1921, mas todo empezó el 12 de febrero de 1920, cuando el general Manuel Fernández Silvestre asumió la Comandancia General de Melilla.
Por aquel entonces y desde hacía ya varios meses, los rebeldes bereberes que guerreaban contra el colonialista Reino de España habían consolidado sus posiciones, sobre todo en el Rif.
En enero de 1921, para contentar las necesidades cortesanas y el autoritarismo autocomplaciente del Gobierno, Fernández Silvestre inició una serie de movimientos de tropas para apostar avanzadillas en territorio rifeño con la pretensión de "estrangular" a los insurgentes.
¿Acaso era arriesgado el plan del general? No... ¡era suicida!
De entrada, nueve de cada diez soldados españoles eran reclutas forzosos que además de escasa instrucción estaban mal pertrechados, habían sido armados de forma deficiente y acusaban baja e irregular alimentación, defectos derivados de que los presupuestos del Estado eran irreales: no había dinero.
De entrada, nueve de cada diez soldados españoles eran reclutas forzosos que además de escasa instrucción estaban mal pertrechados, habían sido armados de forma deficiente y acusaban baja e irregular alimentación, defectos derivados de que los presupuestos del Estado eran irreales: no había dinero.
Las penurias se agravaban debido a que la corrupción gubernamental había calado con fuerza, hasta el extremo de que "desparecían" suministros. A todo ello se sumó que numerosos soldados vendían a los lugareños ropas, utensilios e incluso armas y munición con la finalidad de enviar dinero a sus familias, pues la mayoría de la tropa era de extracción social humilde o muy humilde, de modo que las familias que habían sido privadas de uno o dos miembros jóvenes vieron reducidos sus ingresos.
A pesar de las dificultades logísticas y de las carencias materiales, la ocupación al menos formal del Rif avanzaba sin aparente oposición, lo que permitió al general Fernández Silvestre establecer medio centenar de posiciones, ocupar Tafersite [pulse y vea el mapa], mantener un destacamento a orillas del río Amekrán [pulse y vea el mapa] y cerrar acuerdos de colaboración con varias tribus, o eso parecía.
El Gobierno y sus aliados mediáticos [¡hay perversiones informativas que vienen de lejos!] convencieron a las escasas clases medias españolas de que la guerra de Marruecos estaba en vías de solución.
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El Ejército español no sólo había cometido el error de no desarmar a las tribus supuestamente pacificadas o aliadas [las teóricas lealtades habían sido compradas con dinero], sino que además avanzó sus efectivos sin garantizar las vías de comunicación y, por tanto, tampoco el abastecimiento. No en vano, mantener centenar y medio de pequeños destacamentos a lo largo de 130 kilómetros en un territorio ocupado, pero no controlado equivalía a colocar a los soldados en precaria situación defensiva.
Para colmo, los blocaos no sólo recibían escasos alimentos y pertrechos, sino que ni siquiera se había conseguido garantizar el suministro de agua potable.
Para colmo, los blocaos no sólo recibían escasos alimentos y pertrechos, sino que ni siquiera se había conseguido garantizar el suministro de agua potable.
En el verano de 1921, en contra de la opinión de su superior, el general Dámaso Berenguer, Fernández Silvestre se empeñó en lanzar desde Annual la que él describió como «la ofensiva definitiva»... Lo único definitivo fue el desastre.
En menos de un mes, desde mediado julio hasta los primeros días de agosto de 1921, murieron 13.363 hombres, según la investigación oficial, de los que 10.973 eran españoles y 2.390, soldados nativos.
Años después, en septiembre de 1925, la Corona y sus generales se desquitaron con el desembarco de Alhucemas, cuyo éxito fue posible en gran medida gracias a los bombardeos previos con gas a los que fueron sometidas las bases de los insurgentes y varias localidades rifeñas.
Y ahora el empeño del PP ha provocado que el jefe del Estado se prestara a un homenaje que no sólo es extemporáneo, sino que además carece de justificación desde un punto de vista estrictamente institucional o de Estado.
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MÁS sobre el episodio, en: ARQUEHISTORIA, EL DESASTRE DE ANNUAL, MUNDO HISTORIA y la WIKIPEDIA.
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NOTA:
Tras la muerte del dictador en 1975 no se había vuelto a celebrar ninguna entrega tan solemne ni de tan alto galardón militar. Para colmo, la ceremonia ha sido preparada durante meses y sus organizadores impusieron la fecha del 1 de octubre, que coincide casualmente con la de la investidura del general Francisco Franco como jefe de Estado, dos meses y medio después del alzamiento golpista del 18 de julio de 1936. ¿Quién asesora a Juan Carlos I?, ¿o acaso se autoasesora?
Para colmo, el abuelo de Juan Carlos I, Alfonso XIII, estuvo en el ojo del huracán de los autores del llamado expediente Picasso, apellido del general que lo dirigió; investigación que apuntaba al propio monarca y al conde Romanones como sospechosos de haber participado en oscuros negocios, incluida la compra-venta de armas, durante la guerra de Marruecos. Abundando en detalles, es obligado recordar que esa investigación quedó inacabada y se dio carpetazo porque el general Primo de Rivera, ya convertido en dictador, cerró las Cortes.
En fin, de un tiempo acá la Casa Real parece dispuesta a no se sabe exactamente qué.
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NOTA:
Tras la muerte del dictador en 1975 no se había vuelto a celebrar ninguna entrega tan solemne ni de tan alto galardón militar. Para colmo, la ceremonia ha sido preparada durante meses y sus organizadores impusieron la fecha del 1 de octubre, que coincide casualmente con la de la investidura del general Francisco Franco como jefe de Estado, dos meses y medio después del alzamiento golpista del 18 de julio de 1936. ¿Quién asesora a Juan Carlos I?, ¿o acaso se autoasesora?
Para colmo, el abuelo de Juan Carlos I, Alfonso XIII, estuvo en el ojo del huracán de los autores del llamado expediente Picasso, apellido del general que lo dirigió; investigación que apuntaba al propio monarca y al conde Romanones como sospechosos de haber participado en oscuros negocios, incluida la compra-venta de armas, durante la guerra de Marruecos. Abundando en detalles, es obligado recordar que esa investigación quedó inacabada y se dio carpetazo porque el general Primo de Rivera, ya convertido en dictador, cerró las Cortes.
En fin, de un tiempo acá la Casa Real parece dispuesta a no se sabe exactamente qué.
Unha pedra máis ... e gran a gran, montaña.
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