El jefe del Estado del Vaticano (país que conculca todas las libertades individuales), alias Benedicto XVI (su nombre civil es Joseph Ratzinger), ha justificado sus recientes manifestaciones anti-islámicas diciendo que no era su intención insultar a los musulmanes. Pero lo hizo.
Es obligado constatar que los primeros en sobredimensionar las desafortunadas y sectarias declaraciones del Obispo de Roma fueron los otros poseedores de la Verdad: imanes, ayatolás, caídes y otros dignatarios islámicos, que de un tiempo acá están empeñados en sacar tajada política a base competir en barbaridades y deslices verbales.
Es obligado constatar que los primeros en sobredimensionar las desafortunadas y sectarias declaraciones del Obispo de Roma fueron los otros poseedores de la Verdad: imanes, ayatolás, caídes y otros dignatarios islámicos, que de un tiempo acá están empeñados en sacar tajada política a base competir en barbaridades y deslices verbales.
La reacción de los extremistas islámicos (islamistas) ayuda a entender las políticas de cierto número de líderes políticos (de gobierno u oposición) de Arabia Saudí, Sudán, Irán, Pakistán u otros países de mayoría musulmana en cuyas clases dirigentes también abundan quienes han convertido la religión en coartada política y sostén de alienaciones sociales para, entre otras cosas, favorecer o disimular enriquecimientos personales.
Conviene ser equidistante, de modo que es obligado señalar que en similares aberraciones dogmáticas incurren la evangélica pareja Bush-Rice, un sector de los dirigentes israelíes de religión judía o los fundamentalistas de Hamás, Hezbolá o Al Qaeda.
¿Tan difícil es admitir que la religión es un asunto de ámbito exclusivamente individual, al igual que los afectos, el sexo, la enfermedad o la economía personal?
¿Es creíble que el jefe del Estado del Vaticano, donde abundan la gente estudiada, meta la pata involuntariamente sin que ninguno de sus asesores haya advertido la provocadora simpleza que iba a decir el guía espiritual de los católicos?
El ciudadano Ratzinger debería ser más prudente, tanto para bien de los católicos como para evitar enfrentamientos absurdos o emponzoñar los ya existentes. Y otro tanto cabe exigir a los líderes del islam, a ver si de una vez por todas superan el medievo y dejan de hacer el juego a la codicia de los teócratas.
Ya en el siglo XXI y gran parte de la Humanidad sigue enfrentada por creencias personales.
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