Ayer Juan Carlos de Borbón paseó por Ceuta y hoy ha recalado en Melilla. Del presente de ambas ciudades hablan todos los medios; pero, ¿qué hay de su pasado?, ¿qué se puede decir de la Melilla marrroquí? La verdad es que poco, por no decir que nada, pues Melilla jamás fue gobernada ni administrada por un poder político marroquí, entre otras cosas porque el reino y el Estado marroquíes constituyen un "invento" del siglo XX. Veamos:
La primera constancia histórica de la existencia de un asentamiento humano en la península de las Tres Forcas y sus alrededores data del siglo IV aC (antes de Cristo), cuando, al igual que en el caso de Ceuta, un grupo de comerciantes fenicios convirtió la dársena natural de lo que hoy es Melilla en una especie de base de operaciones y avituallamiento.
La primera constancia histórica de la existencia de un asentamiento humano en la península de las Tres Forcas y sus alrededores data del siglo IV aC (antes de Cristo), cuando, al igual que en el caso de Ceuta, un grupo de comerciantes fenicios convirtió la dársena natural de lo que hoy es Melilla en una especie de base de operaciones y avituallamiento.
Así nació la primera Melilla: Rusadir (en castellano: gran peña, promontorio).
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El pasado reciente y remoto de la ciudad están presentes en la vida cotidiana. En la imagen, un grupo de alumnos de enseñanza media |
multiétnico
La localidad y sus alrededores constituían un pueblo o entidad independiente, pues incluso acuñaba su propia moneda.
Durante cinco siglos, hasta el I dC (después de Cristo), Rusadir fue un punto de referencia por su estratégica ubicación, su estabilidad social y la riqueza que generaba el comercio marítimo; motivos por los que parte de la población autóctona del interior (pastores bereberes de hábitos nómadas) se sedentarizó y afincó en los alrededores, creándose una especie de ciudad-estado multiétnica en la que también se integraron familias cartaginesas e incluso griegas llegadas desde la isla de Sicilia, la histórica Magna Grecia.
Durante cinco siglos, hasta el I dC (después de Cristo), Rusadir fue un punto de referencia por su estratégica ubicación, su estabilidad social y la riqueza que generaba el comercio marítimo; motivos por los que parte de la población autóctona del interior (pastores bereberes de hábitos nómadas) se sedentarizó y afincó en los alrededores, creándose una especie de ciudad-estado multiétnica en la que también se integraron familias cartaginesas e incluso griegas llegadas desde la isla de Sicilia, la histórica Magna Grecia.
Por razones poco claras, la prosperidad de Rusadir, que también fue colonia de Roma como resultado de las guerras púnicas, empezó a declinar mediado el siglo II dC, iniciándose un largo período de progresivo despoblamiento, así se deduce del estudio de los restos arqueológicos descubiertos en la zona.
A esa prolongada decadencia contribuyeron las guerras y disputas económicas que empobrecieron gran parte del Magreb debido a los enfrentamientos entre poderes locales tan efímeros como faltos de cohesión, entre los que destacaban por su poderío demográfico y militar los clanes dominantes en Fez y Tremecén (ciudad esta ubicada en la actual Argelia).
Califato de Córdoba,
primer poder ibérico
A pesar de su decadencia y escasa población, Rusadir fue ocupada en el siglo VIII por los yihadistas llegados desde Oriente que islamizaron el África mediterránea, pero ese dominio exclusivamente militar no frenó el deterioro del enclave.
En el siglo X, la ya entonces denominada Melilla fue ocupada, al igual que Ceuta, por un poder político ibérico, el Califato de Córdoba, lo que propició un incipiente repunte demográfico.
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[Melilla es la castellanización de Mlilia, que fue el topónimo impuesto por los invasores musulmanes, que cambiaron Rusadir por una denominación en lengua dariya, el dialecto árabe más extendido en el Magreb; no obstante, el topónimo más utilizado por la población de la región es Mritch, cuya raíz etimológica es Tamlilt, topónimo en la lengua bereber rifeña (tamazight o tarifit), cuya traducción al castellano es La Blanca, por la piedra caliza de ese color que predomina en la península de las Tres Forcas]
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En el siglo X, la ya entonces denominada Melilla fue ocupada, al igual que Ceuta, por un poder político ibérico, el Califato de Córdoba, lo que propició un incipiente repunte demográfico.
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[Melilla es la castellanización de Mlilia, que fue el topónimo impuesto por los invasores musulmanes, que cambiaron Rusadir por una denominación en lengua dariya, el dialecto árabe más extendido en el Magreb; no obstante, el topónimo más utilizado por la población de la región es Mritch, cuya raíz etimológica es Tamlilt, topónimo en la lengua bereber rifeña (tamazight o tarifit), cuya traducción al castellano es La Blanca, por la piedra caliza de ese color que predomina en la península de las Tres Forcas]
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La pertenencia de Melilla al Califato de Córdoba y sus relaciones y dependencias humanas, económicas y políticas de Al Andalus [denominación árabe de la Península Ibérica, no sólo de Andalucía] se renovaron tras la conquista del Eeino Nazarí de Granada por las tropas del reino de Castilla.
Durante cinco siglos, X-XV, primero bajo protección del califato cordobés y luego del reino nazarí de Granada, Melilla constituía una localidad de importancia menor, por escasamente poblada y porque a pesar de que la relación con los rifeños era estrecha apenas unas decenas de ellos se afincaron en la península de las Tres Forcas.
A partir del siglo XIV fueron frecuentes las estancias de los comerciantes y exploradores portugueses que organizaron la red lusa de establecimientos comerciales en enclaves de las costas mediterráneas y atlánticas de África, pero al contrario que en Ceuta fueron escasos los que se interesaron por afincarse definitivamente en Melilla, de modo que la presencia lusa fue testimonial.
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Durante cinco siglos, X-XV, primero bajo protección del califato cordobés y luego del reino nazarí de Granada, Melilla constituía una localidad de importancia menor, por escasamente poblada y porque a pesar de que la relación con los rifeños era estrecha apenas unas decenas de ellos se afincaron en la península de las Tres Forcas.
A partir del siglo XIV fueron frecuentes las estancias de los comerciantes y exploradores portugueses que organizaron la red lusa de establecimientos comerciales en enclaves de las costas mediterráneas y atlánticas de África, pero al contrario que en Ceuta fueron escasos los que se interesaron por afincarse definitivamente en Melilla, de modo que la presencia lusa fue testimonial.
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releva al
Reino nazarí
de Granada
Una vez consolidada la ocupación de Melilla por el reino nazarí de Granada y tras la conquista de este por el ejército de Isabel la Católica, Castilla impuso su soberanía, lo que fue aceptado de buena gana y de inmediato por el caíd melillense --el gobernador había representado al monarca nazarí Boabdil el Chico.
La decisión del caíd contaba con el apoyo de la inmensa mayoría de melillenses, que rechazaban de plano tanto la propuesta del sultanato de Fez como la oferta de un emisario del rey de Portugal.
No obstante, algunas familias bereberes residentes en la comarca [etnia que constituía el grueso de la población asentada en los alrededores de la ciudad] se opusieron a la incorporación a Castilla, motivo por el que la reina Isabel ordenó el envió de tropas y organizó un contingente de emigrantes para reforzar la "castellanización" de la escasa población del enclave. Varios miles de hombres y mujeres procedentes de la Península (en torno a 5.000, entre soldados y civiles, según la documentación disponible) se asentaron en Melilla, lo que convirtió a los peninsulares en la minoría mayoritaria de Melilla.
La migración castellana a Melilla fue costeada por el duque de Medina-Sidonia, que entre los expedicionarios incluyó, aparte de mercenarios armados, a albañiles, canteros y carpinteros para construir viviendas y un recinto fortificado.
La decisión del caíd contaba con el apoyo de la inmensa mayoría de melillenses, que rechazaban de plano tanto la propuesta del sultanato de Fez como la oferta de un emisario del rey de Portugal.
No obstante, algunas familias bereberes residentes en la comarca [etnia que constituía el grueso de la población asentada en los alrededores de la ciudad] se opusieron a la incorporación a Castilla, motivo por el que la reina Isabel ordenó el envió de tropas y organizó un contingente de emigrantes para reforzar la "castellanización" de la escasa población del enclave. Varios miles de hombres y mujeres procedentes de la Península (en torno a 5.000, entre soldados y civiles, según la documentación disponible) se asentaron en Melilla, lo que convirtió a los peninsulares en la minoría mayoritaria de Melilla.
La migración castellana a Melilla fue costeada por el duque de Medina-Sidonia, que entre los expedicionarios incluyó, aparte de mercenarios armados, a albañiles, canteros y carpinteros para construir viviendas y un recinto fortificado.
En este punto es obligado reseñar que los bereberes liderados por el caíd nazarí que habían rechazado la oferta de incorporarse al sultanato de Fez habían constituido hasta entonces la mayoría demográfica y que, por si fuera poco, contaron con un aliado insospechado: el propio monarca rifeño negó su apoyo a los anti-castellanos porque aún aspirando a incorporar Melilla a su reino, quería que eso ocurriera de forma pacífica, sin entrar en guerra con Castilla y, además, porque disponía de informaciones acreditativas de que el objetivo último de la minoría anti-castellana melillense no era adherirse al sultanato de Fez sino constituir una soberanía melillense.
Así fue como en 1497 quedó definitivamente sellada la pertenencia de Melilla a poderes políticos de la Península, relación intercontinental iniciada por Abderramán III en el siglo X y que se ha perpetuado hasta la actualidad.
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de Sintra
y Wad-Ras
La adscripción de Melilla al Reino de Castilla fue oficializada de forma expresa mediante un documento ad hoc datado en 1509 que en virtud de la denominada Capitulación de Sintra, acuerdo por el que Portugal [único poder político que reclamaba derechos sobre la vieja Rusadir] reconoció la soberanía de la corona castellana sobre Ceuta y Melilla.
En paralelo, el Ducado de Medina-Sidonia, que en Melilla ostentaba prerrogativas propias de un virreinato, fue invitado a renunciar a todos sus derechos en favor de la corona castellana.
En paralelo, el Ducado de Medina-Sidonia, que en Melilla ostentaba prerrogativas propias de un virreinato, fue invitado a renunciar a todos sus derechos en favor de la corona castellana.
Dos siglos y medio después, en 1775, un nuevo sultanato bereber que abarcaba prácticamente la totalidad del actual Marruecos reclamó Ceuta y Melilla y sitió ambas ciudades.
En Melilla, los enfrentamientos armados fueron periódicos pero nunca pasaron de la escaramuza, hasta que en 1860 el sultán bereber se avino a firmar el Tratado de Wad-Ras, mediante el que reconoció la adscripción de Ceuta y Melilla a España. Sin embargo, ese tratado ha sido y es silenciado sistemáticamente por sucesivos sultanes o reyes norteafricanos.
En Melilla, los enfrentamientos armados fueron periódicos pero nunca pasaron de la escaramuza, hasta que en 1860 el sultán bereber se avino a firmar el Tratado de Wad-Ras, mediante el que reconoció la adscripción de Ceuta y Melilla a España. Sin embargo, ese tratado ha sido y es silenciado sistemáticamente por sucesivos sultanes o reyes norteafricanos.
En definitiva, las pretensiones bereberes (o rifeñas) y las que actualmente defiende la monarquía alauí en lo tocante a Melilla son tan carentes de base como las que afectan a Ceuta. Otra cosa es que ambas ciudades son africanas, condición natural que es indiscutible.
Afirmar que Ceuta y Melilla son políticamente marroquíes es tan absurdo como decir que lo es el Sahara Occidental.
El marroquinismo es legítimo, por supuesto, de hecho es la base político-ideológica del novísimo Estado-nación de Marruecos, proceso de maduración nacional parecido --no igual-- similar a los nacidos en Europa, aunque con más de dos siglos de retraso.
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El marroquinismo es legítimo, por supuesto, de hecho es la base político-ideológica del novísimo Estado-nación de Marruecos, proceso de maduración nacional parecido --no igual-- similar a los nacidos en Europa, aunque con más de dos siglos de retraso.
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Puerto y vista parcial de la ciudad (foto, Miesbo71).. |
La edad del Estado-nación marroquí
es equiparable a la de un adolescente
El conjunto de la población de Marruecos se caracteriza por ser una mezcla variopinta de etnias cuyo principal pueblo y componente histórico es el bereber [los rifeños forman parte de esa vasta familia étnica, incluso poseen su propio idioma, el tarifit, así como hábitos económicos y culturales diferenciados, amén de haberse asentado e identificado con un área geográfica muy concreta].
La población originaria bereber --de la que también procedían los nativos canarios-- fue ampliada a partir del siglo VIII con la llegada de los yihadistas procedentes de Oriente bajo el impulso de la Hégira, el mandato mahometano de expandir el islam, que generó un colosal movimiento migratorio este-oeste y con ello el creciente mestizaje del Mabreb, destacando las aportaciones étnico-culturales árabes, egipcias, sudanesas y numidias.
En la población marroquí también hay notables aportaciones de varias minorías europeas allí asentadas a lo largo de los siglos, marcando la idiosincrasia social y económica no solo de Ceuta y Melilla sino también de otras ciudades "europeizadas", como son los casos de Casablanca, Tánger y Tetuán.
Entre las aportaciones europeas destacan dos: la francesa y la española [aunque sería más ajustado hablar de aportación ibérica o peninsular, pues el norte de África también fue el destino de cientos de familias portuguesas, aunque en el caso de Melilla de cuantía escasa]; sin olvidar a los miles de hispano-musulmanes (moriscos) expulsados del reino nazarí de Granada ni a los peninsulares de fe judaica (sefardíes) llegados durante los siglos XV y XVI tras ser expulsados por los Reyes Católicos y verse obligados a emigrar, optando principalmente por marchar a localidades de las actuales Italia y Grecia y a una docena de enclaves de la costa norteafricana, desde Casablanca hasta Alejandría, incluidas Ceuta y Melilla.
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La población originaria bereber --de la que también procedían los nativos canarios-- fue ampliada a partir del siglo VIII con la llegada de los yihadistas procedentes de Oriente bajo el impulso de la Hégira, el mandato mahometano de expandir el islam, que generó un colosal movimiento migratorio este-oeste y con ello el creciente mestizaje del Mabreb, destacando las aportaciones étnico-culturales árabes, egipcias, sudanesas y numidias.
En la población marroquí también hay notables aportaciones de varias minorías europeas allí asentadas a lo largo de los siglos, marcando la idiosincrasia social y económica no solo de Ceuta y Melilla sino también de otras ciudades "europeizadas", como son los casos de Casablanca, Tánger y Tetuán.
Entre las aportaciones europeas destacan dos: la francesa y la española [aunque sería más ajustado hablar de aportación ibérica o peninsular, pues el norte de África también fue el destino de cientos de familias portuguesas, aunque en el caso de Melilla de cuantía escasa]; sin olvidar a los miles de hispano-musulmanes (moriscos) expulsados del reino nazarí de Granada ni a los peninsulares de fe judaica (sefardíes) llegados durante los siglos XV y XVI tras ser expulsados por los Reyes Católicos y verse obligados a emigrar, optando principalmente por marchar a localidades de las actuales Italia y Grecia y a una docena de enclaves de la costa norteafricana, desde Casablanca hasta Alejandría, incluidas Ceuta y Melilla.
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ENLACES de interés:
2. Breve historia de la comunidad judía de Melilla;
3. Breve historia de Ceuta: «Ceuta quedó vinculada a la Península por primera vez en el año 540 y de forma ininterrumpida, desde 1415».
Amigo Félix, en tres palabras im-presionante documento. Ayer Ceuta hoy Melilla.
ResponderEliminarGracias por tus comentarios.
Un abarazo
Eifonso, gracias a ti. Un abrazo.
ResponderEliminarTuve la ocasión de visitar la ciudad hace un par de meses y la verdad es que dista mucho de la imagen que se tiene en la Península. Allí, por lo que me comentaron, nadie cuestiona nada ni teme nada.
ResponderEliminarSomos unos histéricos.
Y yo me pregunto: ¿por qué no se difunde eso cuando se dan las noticias? (Me refiero a aquí, claro, no allá.)
ResponderEliminarMaravillosa entrada, Félix.
Muchas gracias.
:)
Petons.