14 noviembre 2006

Los microcréditos hacen llevadera la miseria y tranquilizan conciencias

Estos días se celebra en Halifax (Canadá) la Cumbre Global del Microcrédito, a la que asiste, entre otras personalidades, el último Premio Nobel de la Paz, el bengalí Mohamed Yunus.
La convocatoria he reunido a 2.300 delegados. Según los organizadores, durante el último decenio han recibido microcréditos 100 millones de familias residentes en los países más pobres del mundo.
Al mismo tiempo, en los últimos diez años, así lo ha constatado Naciones Unidas, se ha agudizado el mal reparto de la riqueza, tanto de la natural como de la creada por el trabajo del hombre, confirmando lo que ya se sabía: los microcréditos quitan el dolor de estómago pero no curan la úlcera.
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¿Para qué sirven los microcréditos?
Estos pequeños préstamos a personas en situación de exclusión social o que viven en la miseria son útiles para solventar casos concretos, pero no solucionan problemas colectivos.
En rigor, ese sistema constituye una versión más social y menos religiosa de la virtud de la caridad, la de quienes aportan fondos.
Los microcréditos también constatan un mal ya viejo: la banca convencional siempre niega el crédito cuando estima que no obtendrá beneficios y/o considera que hay elevadas posibilidades de que el prestatario no amortice el capital más los intereses; en estos casos sólo hay préstamo si existe aval o propiedad embargable, sea en el Primer Mundo o en un país hundido en la miseria.
En 1974, cuando en Bangladés se vivía la peor hambruna del último medio siglo, Yunus (catedrático de Economía) hizo su primer préstamo: 27 euros a una mujer que fabricaba muebles de bambú. La iniciativa de Yunus no era original. La idea ya había sido ensayada con éxito en otras geografías, incluso en la Europa de la posguerra. No obstante, Yunus fue el primero en crear una entidad estable, Banco Grameen, en 1976, con unas reglas de juego claras y unos criterios éticos que han sido respetados con rigor.
¿Ha mejorado la situación social de Bangla Desh gracias al Banco Grammen? No.
La idea de Yunus ha permitido paliar la miseria de millones de personas, pero la economía y el escenario social en el que sobreviven los bengalíes (o los habitantes de los países donde se han desarrollado iniciativas similares) son los que eran. Es más, la riqueza está peor repartida que hace veinte años.
Los Yunus del mundo merecen todo el respeto, pero los microcréditos no atemperan las crecientes desigualdades sociales ni erradican el hambre.
Eso sí, sin menoscabo del respeto que merecen los Yunus --insisto--, el Banco Grammen sirve para que los occidentales nos sintamos menos sucios (incluidos los codiciosos y avaros que acumulan riquezas sin cuento).
El buenismo hace más llevadera la miseria y tranquiliza conciencias.
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ENLACE a la web de la Cumbre Global del Microcrédito.

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