Leidi Fall, el senegalés moribundo que un pesquero recogió de un cayuco que navegaba a la deriva a 150 kilómetros al sur de Canarias, ha relatado que «cuando se acabó el primero de los bidones de combustible que llevábamos, al abrir el segundo descubrimos que dentro sólo había agua».
Fall fue el único superviviente de los 58 emigrantes que iban a bordo. Antes de ser avistada por el pesquero, la embarcación estuvo casi tres semanas a merced de las corrientes: «La comida se estaba acabando, así que la gente comenzó a pelearse por ella --ha confesado el superviviente--, algunos aprovecharon que otros dormían para tirarlos directamente por la borda sin que los demás [él incluido] hicieran nada por salvarlos».
En la imagen, la madre
del náufrago salvado al
sur de Canarias, que
ya con su hijo en casa
reclama 200 euros a los
pescadores que lo rescataron...
(foto capturada en El país)
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La actitud del ser humano en situaciones extremas es la propia de lo que nunca hemos dejado de ser: animalitos. Pero hay quien sin estar al borde de la muerte también adopta actitudes que, como mínimo, resultan chocantes, por no decir aberrantes. Por ejemplo, aberrante es la actitud de la familia de Fall, que está más dolida por la decepción de que el viaje haya fracasado que por la muerte de medio centenar de personas.
Ni siquiera les reconforta que Fall haya sobrevivido: «Es mi sobrino, por tanto, yo me haré cargo de él; pero con todo lo que ha sufrido para intentar llegar a Canarias debería ser el Gobierno español el que se ocupara».
Y la madre del rescatado remata: «¿Qué pasa con los 200 euros que le pagaron por el viaje?, ¿es que se los quedaron los del barco español?»
Ni siquiera les reconforta que Fall haya sobrevivido: «Es mi sobrino, por tanto, yo me haré cargo de él; pero con todo lo que ha sufrido para intentar llegar a Canarias debería ser el Gobierno español el que se ocupara».
Y la madre del rescatado remata: «¿Qué pasa con los 200 euros que le pagaron por el viaje?, ¿es que se los quedaron los del barco español?»
Los comentarios de la madre y de la tía del patrón del cayuco --¡porque Fall era el patrón!, cosa que conviene resaltar por su alto significado-- merecen ser contestadas con un ¡manda carallo!, un ¡quins pebrots!, o un ¡menuda banda!
África, o gran parte de ella, fue y es esquilmada, luego es abandonada, por lo que se convierte en una sociedad postrada y, a modo de colofón, cunde el embrutecimiento. La caridad de Occidente es un paliativo, nada más y, ¿para qué engañarnos?, sólo sirve para evitar estallidos incontrolables.
El precio del África postrada y embrutecida es de 200 euros, los 200 euros que reclama la familia de Fall por su "trabajo" a bordo de un cayuco...
terrible. cuando lees sobre, por ejemplo, alguna de las guerras internas de áfrica o ves las películas sobre el genocidio de rwanda siempre te sorprende ese despego. recuerdo en diamantes de sangre, el protagonista, negro, le dice al cazador de diamantes, blanco: entiendo que vosotros vengáis, robéis, matéis... pero no que lo hagamos nosotros con nuestro propio pueblo. creo que es el resultado directo de siglos de maltrato. la dignidad es lo primero que pierde el ser humano cuando se trata de soltar lastre. es terrible, félix.
ResponderEliminarrecuerdo una vez que, haciendo un reportaje sobre una mujer asesinada en porriño por su pareja, tuve que llamar a su familia a colombia, creo que era, para hablar con ellos. me sorprendió la enorme frialdad de su cuñado preguntándome cuánto dinero iba a darles el gobierno español, al que exigía que mantuviese a toda la familia. quizá el dolor saca lo peor de algunas personas.
La verdad es que no sé como ni de donde comenzar a analizar esto para intentar, al menos, comprenderlo sin esta sensación a dimensión desconocida que me embarga. Sé que estoy descontextualizandolo todo pero ¡qué demonios! si alguien puede explicarlo que lo haga, le daré las gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
La necesidad o la ambición, son capaces de sacar lo mejor, pero también lo peor de la gente.
ResponderEliminarEl rostro más feo de la realidad yo siempre lo he visto tras los más necesitados y tras los más ambiciosos.
Aún así, sea uno u otro caso, arruga el corazón cada vez que te encuentras de cara, y siempre de improviso, con ese "lado oscuro"... Cómo esta vez.
un abrazo.