La decisión del Tribunal Supremo de impedir la legalización de Sortu, el partido de los aberzales (izquierda nacionalista vasca) es, de entrada, triste...
Al parecer, según la mayoría de los magistrados del Supremo, Sortu sería una organización creada por orden de ETA y ante esa sospecha nada significa que Sortu haya precisado pública y oficialmente lo siguiente:
«Sortu desarrollará su actividad desde el rechazo de la violencia como instrumento de acción política o método para el logro de objetivos políticos, cualquiera que sea su origen y naturaleza; rechazo que, abiertamente y sin ambages, incluye a la organización ETA, en cuanto a sujeto activo de conductas que vulneran derechos y libertades fundamentales de las personas».
Veamos, según la tesis del Supremo: Sortu constituye el "ropaje formal y de apariencia de legalidad" [textual] del que se ha dotado ETA, que animó o instruyó a algunos de sus miembros o simpatizantes para que crearan un partido a fin de acusar a la propia ETA de ser «sujeto activo de conductas que vulneran derechos y libertades fundamentales de las personas»...
Francamente, los guiones de Hitchcock son tanto o más creíbles.
Al vetar la legalización de Sortu en base a sospechas y obviando sus estatutos, el Supremo prescinde de la Ley de Partidos.
Al vetar la legalización de Sortu en base a sospechas y obviando sus estatutos, el Supremo prescinde de la Ley de Partidos.
Hasta cierto punto, es comprensible que los bien coordinados coristas de la tomatina mediática acusen a Sortu de los delitos que pudieran perpetrar en el futuro uno o más de sus miembros, pero que magistrados del Supremo conviertan los augurios en considerandos de una sentencia es inquietante.
Es legítimo que legisladores (diputados y senadores) y demás participantes en el debate político hagan juicios de valor en base a sospechas, incluso es comprensible si se tienen en cuenta la sangre que ha corrido, pero que los magistrados cedan a las sospechas es peligroso.
Es legítimo que legisladores (diputados y senadores) y demás participantes en el debate político hagan juicios de valor en base a sospechas, incluso es comprensible si se tienen en cuenta la sangre que ha corrido, pero que los magistrados cedan a las sospechas es peligroso.
El Supremo no ha hecho justicia. Ha hecho política.
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[Puestos a sospechar, tan legítimo es sospechar que un miembro de Sortu cometerá en el futuro un acto de violencia como barruntar que un mal día el presidente del Supremo podría apoyar un golpe de Estado para restituir la dictadura del Movimiento Nacional, a cuyos principios juró fidelidad in illo tempore...]
[Puestos a sospechar, tan legítimo es sospechar que un miembro de Sortu cometerá en el futuro un acto de violencia como barruntar que un mal día el presidente del Supremo podría apoyar un golpe de Estado para restituir la dictadura del Movimiento Nacional, a cuyos principios juró fidelidad in illo tempore...]
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Lo dicho, la decisión del Supremo es, de entrada, triste y de salida, sospechosa.
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CON ANTERIORIDAD:
"El independentismo vasco condena la violencia y el españolismo teme perder el enemigo ideal", y
"Los aberzales quieren dar un paso al frente, ¿les dejarán?".
MÁS opinones en la Blogosfera vía RADIOCABLE, en "Han ilegalizado Sortu por criterios políticos, no jurídicos".
Lo dicho, la decisión del Supremo es, de entrada, triste y de salida, sospechosa.
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CON ANTERIORIDAD:
"El independentismo vasco condena la violencia y el españolismo teme perder el enemigo ideal", y
"Los aberzales quieren dar un paso al frente, ¿les dejarán?".
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