Escribe Gregorio Samsa:
«Dicen que Procusto, hijo de Poseidón, vivía alejado del mundanal ruido en una colina. En su cabaña alojaba amablemente a los caminantes que no habían podido llegar a su destino, cogidos por la noche. Una vez que los había atendido a cuerpo de rey les ofrecía su camastro de hierro para dormir.
«Al primer ronquido del huésped se le acercaba y lo ataba, para luego ajustarlo al tamaño de la cama. Si era muy alto le serruchaba los pies o la cabeza para emparejarlo con el largo de la litera, y si era muy pequeño lo estiraba a martillazos hasta que cupiera perfectamente en ella...
«Al primer ronquido del huésped se le acercaba y lo ataba, para luego ajustarlo al tamaño de la cama. Si era muy alto le serruchaba los pies o la cabeza para emparejarlo con el largo de la litera, y si era muy pequeño lo estiraba a martillazos hasta que cupiera perfectamente en ella...
«Conocidos los resultados de la segunda vuelta, han aparecido infinidad de Procustos, que también viven en las colinas y que no parecen haberse resignado a los resultados. Pues ahora resulta que quienes no votaron por Humala se creen con derecho a decidir quién y cómo se debe manejar el país, particularmente la política económica. Acogen a Humala para atarlo a sus catres mentales para asegurar sus menudos intereses cortoplacistas».
MÁS, en "Humala en el catre de Procusto".
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