En 2009, una vecina de Vigo hizo un depósito a plazo de 26.000 euros en Caixanova [caja de ahorros hoy inexistente tras su incorporación a la gran caja gallega, Novacaixagalicia, entidad que también ha muerto al haber sido bancarizada para evitar la quiebra, de modo que hoy los activos pertenecen a Novagalicia Banco] y hace un par de semanas, cuando intentó recuperar el dinero, descubrió que el depósito era prácticamente a perpetuidad y no puede recuperar el dinero hasta el 31 de diciembre del año 9999.
¿Qué cómo se le ocurrió a la ahorradora viguesa firmar semejantes condiciones? Muy sencillo: confió en el director de la agencia y no leyó el contrato... de la participación preferente.
El episodio proporciona, de entrada, dos enseñanzas:
Primera, jamás hay que confiar en el directivo de una agencia financiera y, segundo, el Estado español ha alcanzado tal grado de podedumbre ética que es aconsejable desconfiar de los directivos y de las empresas, sean del ámbito financiero u otro, que operan al servicio de la Administración o con la espalda protegida por los poderes públicos.
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