Pues sí, hay quienes con tal de hacer caja han convertido en empresa y negocio la construcción de verdades útiles para que sus clientes falten al trabajo, pasen por enfermos, justifiquen el retraso de un pago, engañen a sus parejas o incumplan cualquier otra de sus obligaciones familiares, laborales, económicas, sociales...
Según los tres abogados consultados al respecto, la persona, entidad, empresa o institución engañada y perjudicada utilizando ese método puede denunciar a los autores intelectuales y materiales del ardid, y las posibilidades de ganar el pleito son "muy elevadas". El denunciante, además, puede reclamar una indemnización. Todo ello sin olvidar que el servicio puede haber posibilitado la ocultación de un delito, o acaso facilitarlo o propiciarlo.
El asunto tiene su miga y, en paralelo, ilustra el grado de perversión a que conduce la interpretación torticera de la llamada libertad de empresa, lo que unido a la exacerbada desregulación de las actividades económicas desemboca en la selva... Entre otras cosas.
El debate está abierto.
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