04 marzo 2012

Senegal, de Gorée a Senghor

La mayoría de los europeos saben que la capital de Senegal es Dakar porque allí concluía el afamado rali. Pero, ¿cuántos europeos saben que a 3.000 metros de la bocana del puerto de Dakar está la isla de Gorée y que sus 17 hectáreas marcaron la historia del país y constituyen un referente vital para los senegaleses? Gorée fue durante tres siglos la capital mundial del esclavismo. Desde allí zarparon decenas de buques cargados de seres humanos encadenados.
Ese pasado coadyuvó a que la democracia senegalesa se convirtiera en el modelo a seguir para el resto de los jóvenes Estados africanos. Por si fuera poco, el primer presidente del país fue Léopold Sédar Senghor (1906-2001), poeta, miembro de la Académie Française y que, como Gorée, se convirtió en otro icono, pero en su caso de cultura y de servicio a la ciudadanía.
Sin conocer esos dos referentes, Gorée y Senghor, es imposible entender la realidad senegalesa, tampoco su evolución económica.
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Pobreza ejemplar
A pesar de ser uno de los territorios menos dotados de África en cuanto a riquezas naturales, Senegal fue el escaparate institucional, cultural, social y económico al que prestaron atención líderes como Nelson Mandela para conocer el modelo de democracia que fue posible construir en un país desestructurado y económicamente postrado.
Senghor logró revitalizar la nación apoyándose en su autoridad intelectual y en la estabilidad institucional que generaba su liderazgo. Fue reelegido en cuatro ocasiones, gobernando ininterrumpidamente desde 1959 hasta 1980. Él y sus gobiernos lograron que Senegal fuera posible como Estado soberano, lo que no es poco.
Tras la independencia (1959), la economía vivió dos largos decenios de estabilidad y de positivos experimentos, reduciéndose la miseria de forma exponencial.
No obstante, con Senghor al frente del Estado se vivieron dos reveses que se pagaron con creces, aunque con retraso. El primer bofetón llegó poco después de la independencia y fue propinado por los mercados, que provocaron el desplome del precio del cacao, que era la primera fuente de divisas del país.
Y el segundo arreón fue obra del primer ministro, Mamadou Diá, al protagonizar un golpe de Estado, que aunque fracasó, sembró desconfianza política, incertidumbre económica y exacerbó la prudencia de los inversores.
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El fin de una era
Los apuros económicos del campesinado a causa del abaratamiento del cacao —entre otros males—, la caída de la inversión y las intrigas motivaron dos reformas constitucionales. La primera, en 1963, tuvo efectos sociales y económicos positivos, pero la segunda, en 1976, tras el golpe de Estado fallido, consagró el multipartidismo y, sin embargo, no logró poner coto a los disensos en la clase dirigente.
A partir de entonces el clima se enrareció y cuatro años después Senghor dimitió, siendo sustituido por Abdú Diouf. Sin la magia del poeta, el Gobierno senegalés perdió autoridad y capacidad de maniobra, así como credibilidad ante los agentes internacionales, incluido el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Para redondear males, la confederación pactada con Gambia, por la que se había creado Senegambia, fracasó. El proyecto, políticamente ilusionante y positivo en lo económico, duró siete años: 1982-89.
En las elecciones de 1988, Diouf obtuvo mayoría absoluta en las elecciones. La sombra del tongo oscureció Dakar. Las calles hirvieron y la economía se congeló.
La multitudinaria movilización anti-Diouf dañó la solidez del edificio levantado por Senghor y el Gobierno, torpe, puso la piqueta al declarar el estado de emergencia y restringir derechos civiles.
La década de 1980 se despidió con el Estado herido y las arcas públicas vacías; si bien a esto último contribuyó sobremanera un sistema fiscal que siempre fue laxo, pero que tras la jubilación de Senghor se tornó ineficiente y, por añadidura, fue minado por la corrupción.
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Crisis, espejismo y crisis
Al iniciarse la década de 1990 la crisis económica era profunda. El PIB se contrajo cuatro años seguidos (1990-93) y en 1994 Dakar tuvo que solicitar por primera vez urgente ayuda internacional.
En paralelo, a fin de evitar el crac del Estado, la divisa (franco CFA) fue depreciada un 50 %; se orquestó la primera oleada de liberalizaciones (privatizaciones); fue derogado el sistema de control de los precios —también en los alimentos— y las ayudas públicas sufrieron drásticos recortes.
El ajuste, unido al ciclo internacional expansivo, tuvo efectos positivos y durante el período 1997-2005 el PIB senegalés creció una media anual del 5,5 % y se contuvo la inflación, que cayó del 19 al 8 %.
Pero en 2006 la economía de Senegal volvió a resfriarse y, casi inmediatamente, la vida política e institucional se contagió.
Hoy, la tasa de desempleo ronda el 20 %, pero según fuentes no gubernamentales supera con creces el 30 % (la población activa suma 4,8 millones de personas); el 45 % de los senegaleses viven bajo el umbral de la pobreza (menos del 50 % de los ingresos medios por habitante); los presupuestos están sometidos a los criterios del FMI, que aportó liquidez y pergeñó la condonación del 65 % de la deuda externa.
A cambio del rescate, Senegal tuvo que ejecutar una segunda oleada de liberalizaciones (básicamente, privatizaciones) y adelgazar el Estado (recorte del gasto, inversiones incluidas); lo que, como siempre, ha provocado la caída de la actividad económica y ha reducido el consumo; lo que a su vez ha laminado la economía, cuyos ejes eran y siguen siendo el sector primario (agricultura, ganadería y pesca), las manufacturas y los servicios (estos suponen, oficialmente, algo más del 60 % del PIB, lo que resulta «sospechoso» e increíble en una economía como la de Senegal).
Y lo que es peor, el afán de los adultos menores de 30 años es emigrar, como sea y adonde sea. Más fácil: el emprendimiento y la iniciativa privada agonizan.

4 comentarios:

  1. En la casa de los esclavos, hay un par de frases que conmueven. "Gorée Dachau. Hasta cuando la barbarie". Otra: "Cuando un anciano africano se muere, se quema una biblioteca".

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    1. Gracias, Ángeles,
      El fortín de Gorée, declarado Patrimonio de la Humanidad, merece visita y ojalá fuera la meta de más viajes de fin de curso (de enseñanza media y superior), en lugar de centros de ocio, disneylandias, estaciones de esquí y ciudades con grandes discotecas...
      Un besiño.

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  2. Bueno la verdad es que antes de leer este articulo mis conocimientos de senegal han sido siempre muy precarios.

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    1. Y los míos en miles de cosas también dejan mucho que desear.
      Saludos.

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