Estos días es noticia el último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), del que todos los medios han destacado que revisa a la baja las previsiones de la economía española para este año y para el próximo. Era inevitable que ese aspecto fuera subrayado; sin embargo, curiosamente, la práctica totalidad de los medios han omitido señalar que el mismo estudio ofrece un dato de especialísima relevancia para el caso español y que, por ende, ayuda a entender cómo ha funcionado la infantil economía hispana desde hace años y años.
La OCDE constata que de todos los ciudadanos de los países más desarrollados del mundo, los españoles son los que sufren el mercado inmobiliario más inaccesible del primer mundo.
En proporción a las rentas o ingresos de los individuos y de las familias, los españoles pagan por los bienes inmuebles precios más elevados que los residentes en Alemania, Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Irlanda, Italia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Suecia y Suiza.
El precio de la vivienda en España está un 72 % por encima de la media histórica, y un 38 % más cara si se tiene en cuenta la evolución histórica de los salarios.
A pesar de esa evidencia, los grandes del sector de la construcción demandan subvenciones, se extrañan de que el mercado pierda vitalidad y ¡alertan contra la caída de los precios!
El descaro es mayúsculo.
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