La Administración de Justicia del Reino de España parece empeñada en desacreditarse.
Ya lo hizo cuando aceptó a trámite la denuncia de Manos Limpias [¿limpias de qué?] contra el juez Baltasar Garzón, decisión que para colmo sirvió para ventilar la singular, curiosa e inquietante personalidad ideológica del magistrado que firmó aquel dictamen.
El interrogatorio al que ayer fue sometido el juez acusado de prevaricación vuelve a tirar piedras en el tejado de la Justicia, pues resulta chocante que Garzón sea acusado de haber dado salida a las numerosas denuncias que se acumulan en los juzgados de la Audiencia Nacional para dirimir posibles responsabilidades en desapariciones y muertes.
Ya lo hizo cuando aceptó a trámite la denuncia de Manos Limpias [¿limpias de qué?] contra el juez Baltasar Garzón, decisión que para colmo sirvió para ventilar la singular, curiosa e inquietante personalidad ideológica del magistrado que firmó aquel dictamen.
El interrogatorio al que ayer fue sometido el juez acusado de prevaricación vuelve a tirar piedras en el tejado de la Justicia, pues resulta chocante que Garzón sea acusado de haber dado salida a las numerosas denuncias que se acumulan en los juzgados de la Audiencia Nacional para dirimir posibles responsabilidades en desapariciones y muertes.
A tenor de las decisiones del Supremo respecto al caso Garzón, cabe colegir que para algunos no basta con que el Reino de España sea la vergüenza de Europa occidental por la impunidad de la que han gozado y gozan cientos de criminales [en este punto es preciso subrayar que la mayoría de las ejecuciones ilegales del franquismo se produjeron tras el fin de la guerra de 1936-39], sino que además hay quienes parecen empeñados en que la democracia española sea el hazmerreír de las personas decentes; sólo así se entiende que sea admitida a trámite una denuncia contra el juez que decidió canalizar las demandas que duermen el sueño de los injustos.
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Al silencio de los corderos y
de sus matarifes se suma el de la Justicia
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Al silencio de los corderos y
de sus matarifes se suma el de la Justicia
Más claro: La Justicia del Reino de España se presta a las maniobras de quienes quieren impedir que se haga justicia.
Peor aún, en el Reino de España quienes cometieron crímenes de lesa humanidad durante el período 1939-75 no sólo gozan de impunidad, sino que además merecen el respeto y la comprensión de la Justicia... ¡y del poder legislativo!
Peor aún, en el Reino de España quienes cometieron crímenes de lesa humanidad durante el período 1939-75 no sólo gozan de impunidad, sino que además merecen el respeto y la comprensión de la Justicia... ¡y del poder legislativo!
El espectáculo es bochornoso y genera miedo. Sí, ¡genera miedo!
Hay dos preguntas que es obligado formular: ¿En España ha habido realmente una transición a la democracia?, ¿es posible afirmar que España es un Estado democrático de Derecho mientras sigan impunes los miles de crímenes de lesa humanidad perpetrados durante los gloriosos años de paz franquista?
¿Y qué decir de quienes ostentan el poder legislativo (diputados y senadores), que asisten al espectáculo como si de una película de Disney se tratara?
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Y la gran mayoría de la población española, o está de acuerdo, o "pasa". No hay más que verlo en foros, tertulias, tabernas y coloquios.
ResponderEliminarPor eso HAY QUE IRSE del Reino de España. Los ciudadanos CATALANES, VASCOS, GALLEGOS, ARAGONESES, o lo que sean, que se saben FUERA de esas mayorías ibéricas filofascistas, tienen el derecho de largarse del Reino-hazmerreír y organizarse por su cuenta.
No se puede negar a ninguna colectividad el progreso.
No se le puede decir a una ciudadanía: tenéis que ir de la mano con las mayorías sociales ESPAÑOLAS MÁS RETRÓGRADAS.
Saludos.
Como bien dices, todo esto además de producirnos un profundo rechazo, genera un miedo infinito. Cada vez hay síntomas más fascitas en nuestra curiosa democracia.
ResponderEliminarSi, todo esto da mucho miedo
Desde mi punto de vista, las respuestas a las primeras preguntas no son tan obvias, aunque lo parecen.
ResponderEliminarSi ha habido transición, no ha terminado. La Ley de Amnistía pudiera entenderse como un parche producto de la coyuntura; pero no deja de ser una ley de "punto final", un pacto de silencio que contradice o conculca convenios y acuerdos internacionales que España ha firmado. Se ha de volver atrás como se ha hecho en Argentina. No es imposible, sino que hay que querer y creer en la necesidad de hacerlo.
A Garzón, que, valga el dicho, no es santo de mi devoción, es muy ambicioso, cierto. Es posible que se equivoque, como todo el mundo. Pero ahí está parte del mundo (la Comisión Internacional de Juristas, por ejemplo) diciendo que no ha sido así en este caso.
A la última pregunta se me ocurre responder, ciñéndonos a los representantes de los partidos turnantes, que produce bochorno tanto la actuación de quienes sacaron del sombrero una ley raquítica (la de la Memoria Histórica, vaya) y después han pretendido capitalizar, por ejemplo, el recuerdo de los desaparecidos (repásese lo que ocurrió en el homenaje a las Trece Rosas) que no están desenterrando por ley, como la de aquellos que ante esa ley raquítica dijeron que trataba de cosas que había que olvidar porque abrían heridas (Rajoy) y, después de arremeter contra Garzón, no sólo por Gürtel, sino también por lo que le ha llevado a declarar al Supremo, lamentan hipócritamente ahora, como González Pons, lo que sucede. Y hablaban de cacerías...
Espero, porque, si no, la vergüenza sería mayúscula, que Garzón no pase de imputado.