Este año los comités Nobel parecen estar empeñados en sorprender a todo el mundo. Ellos sabrán el porqué.
Nadie ignora que la sorpresa y la singularidad son recursos habituales en mercadotecnia, criterios que quizá se aplican a veces en el Nobel, como podría ser el caso del Nobel de la Paz recién regalado a Barack Obama. Algo así acaba de ocurrir con el Nobel de Literatura.
La sorpresa también puede revelar exceso de originalidad (en este supuesto es difícil distinguir entre elitismo, esnobismo y frikismo), y otras veces la sorpresa es hija de un compromiso que sólo comprenden los iniciados o de un absurdo, entre otras posibles causas.
Nadie ignora que la sorpresa y la singularidad son recursos habituales en mercadotecnia, criterios que quizá se aplican a veces en el Nobel, como podría ser el caso del Nobel de la Paz recién regalado a Barack Obama. Algo así acaba de ocurrir con el Nobel de Literatura.
La sorpresa también puede revelar exceso de originalidad (en este supuesto es difícil distinguir entre elitismo, esnobismo y frikismo), y otras veces la sorpresa es hija de un compromiso que sólo comprenden los iniciados o de un absurdo, entre otras posibles causas.
Sea cual sea la causa, lo cierto es que el comité del Nobel de Literatura ha emulado al que eligió a Obama y ha sorprendido galardonando a Herta Müller (Nichidorf, Rumania, 1953).
Para los hispanos aficionados a la literatura será difícil evaluar los méritos de la escritora, pues a las dificultades que ya entraña de por sí leer trabajos traducidos se suma la circunstancia de que de la treintena de obras de Müller publicadas sólo hay cuatro traducidas y comercializadas en castellano; que por orden cronológico son: En tierras bajas (editada por Siruela, en 1990); El hombre es un gran faisán en el mundo (Siruela, 1992); La piel del zorro (Plaza & Janés, 1996), y La bestia del corazón (Mondadori, 1997).
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Para los hispanos aficionados a la literatura será difícil evaluar los méritos de la escritora, pues a las dificultades que ya entraña de por sí leer trabajos traducidos se suma la circunstancia de que de la treintena de obras de Müller publicadas sólo hay cuatro traducidas y comercializadas en castellano; que por orden cronológico son: En tierras bajas (editada por Siruela, en 1990); El hombre es un gran faisán en el mundo (Siruela, 1992); La piel del zorro (Plaza & Janés, 1996), y La bestia del corazón (Mondadori, 1997).
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La herencia de sus progenitores
Müller, en imagen tomada durante la rueda de prensa que ofreció tras el anuncio de la academia (foto capturada en La jornada) |
La premio Nobel de este año es hija de un matrimonio de agricultores de etnia suaba [una más de la gran familia germánica] y su padre, además de germano era pangermanista; tanto es así que a finales de la década de 1930 abrazó las tesis hitlerianas y más tarde, una vez iniciada la expansión hacia el Este del III Reich, se alistó en las Waffen-SS.
La madre de Herta también era ultranacionalista alemana, motivo --que no razón-- por el que fue deportada por las autoridades rumanas prosoviéticas tras el fin de la conflagración, en 1945, siendo recluida durante cinco años en un campo de trabajo ubicado en Ucrania, del que regresó a Rumania cinco años después.
Herta, hija de contradicciones que en gran medida perviven hasta la muerte, estudió Filología germánica y rumana [el rumano es de raíz latina] en la Universidad del Oeste, en la cosmopolita Timisoara, la urbe de Rumania con mayor presencia de germanófonos, donde obtuvo la licenciatura en 1976.
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El calvario de ser nacionalista en casa ajena
Recién concluidos los estudios, Herta se integró en un colectivo de intelectuales germanófilos entre los que abundaban tanto los idealistas como los que, impelidos por la animadversión que suscitaba el régimen prosoviético, añoraban la gran Alemania del III Reich. Durante el trienio 1977-79, Müller trabajó en una empresa industrial de la que fue despedida --según la mayoría de las biografías difundidas-- por criticar al Estado estaliniano y negarse a cooperar con la Securitate, la policía política del gobierno que presidía Nicolae Ceausescu.
Tras ese despido de raíz política, Herta se ganó el pan trabajando en colegios de párvulos y dando clases de alemán; siendo objeto de frecuentes comprobaciones administrativas e incluso de interrogatorios policiales porque estaba oficialmente catalogada como hija de nazis, pangermanista, anti-rumana y anti-soviética.
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Primeros éxitos literarios
Müller publicó su primer libro en 1982, pero la obra fue parcialmente censurada en Rumania y sólo dos años después se difundió el original completo, aunque traducido al alemán y editado en Alemania. Y justo ese año, 1984, se produjo el primer éxito de ventas de Müller, Drückender Tango, narración en la que denuncia la corrupción y el autoritarismo pseudorreligioso del régimen rumano. Irritado, Ceausescu prohibió la impresión y distribución de los textos de Müller, que justo a partir de entonces se convirtió en autora de culto en Alemania occidental y Austria.
En 1987, Müller y su marido, el también novelista Richard Wagner, se mudaron a Alemania y ella inició su colaboración con varias universidades alemanas, estadounidenses y suizas, fijando su residencia en Berlín. Ya en 1995, Müller ingresó en la Academia Alemana de Oratoria y Literatura.
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Escándalo ¿político? a costa del Pen Club
En 1997, Müller fue noticia y concitó atenciones mediáticas que son extraordinarias en el mundo de la cultura al convertir en un espectáculo socio-político su abandono de la sección alemana del Pen Club, ruptura con la que ella escenificó su protesta por la decisión de la entidad de unificar las asociaciones de la Alemania occidental y de la extinta República Democrática Alemana oriental (la unificación de ambos Estados ya se había producido hacía siete años).
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En 1997, Müller fue noticia y concitó atenciones mediáticas que son extraordinarias en el mundo de la cultura al convertir en un espectáculo socio-político su abandono de la sección alemana del Pen Club, ruptura con la que ella escenificó su protesta por la decisión de la entidad de unificar las asociaciones de la Alemania occidental y de la extinta República Democrática Alemana oriental (la unificación de ambos Estados ya se había producido hacía siete años).
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El contenido vale más que el continente
El aspecto más valorado de las narraciones de Herta Müller radica en su denuncia de las penurias morales, éticas, sociales y económicas que sufren los ciudadanos bajo regímenes dictatoriales, pues la rumano-alemana ha sabido reflejar con dramatismo objetivamente justificado las perversiones humanas a las que llega o es forzada a llegar una sociedad --en este caso la rumana-- a instancias del Estado. De hecho, el comité del Nobel ha subrayado por encima de otros méritos «su capacidad para describir con la concentración de la poesía y la franqueza de la prosa el paisaje de los desposeídos».
¿Valores literarios? Los tiene, sin duda, pero no son mayores que los de al menos medio centenar de escritores en lengua alemana. ¿Es un premio Nobel político? ¡Sí!, es un Nobel políticamente correcto y adecuado... En su concesión han influido sobremanera los lobis germanistas --¡que no hitlerianos!-- y cuestiones de orden geopolítico.
Desde un punto de vista estrictamente literario, es un premio aceptable aunque manifiestamente mejorable; al margen de que pueda ser oportuno y sirva para promocionar la literatura alemana, cuya producción ha sido históricamente infravalorada.
No es la primera vez que me sorprende la concesión del premio Nobel de literatura. Soy vendedor, no crítico literario, y por eso no soy el más indicado para decidir si esta escritora es la más apropiada para tal menester, pero lo que si se es que por algo sus obras no son muy demandadas ni en España ni en muchos otros países.
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